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Se necesita mucho coraje y valor por parte de uno mismo”, afirma Carolina Guerra, médica internista del Hospital del Niño y la Mujer, al referirse a su trabajo con los menores en ese nosocomio, pues es duro tratar a pacientes que apenas comenzando su vida tienen que enfrentar dolor y sufrimiento.
Carolina, junto con sus compañeros Salvador Mendoza y Andrea Padilla, decidieron disfrazarse para el festejo del Día del Niño y alegrar a sus pacientes.
Los tres jóvenes médicos saludan a los pacientes de Consulta Externa. Salvador, con una máscara de luchador, Andrea, de payasita y Carolina, disfrazada de Harry Potter, se acercan a los niños para alegrar su día.
Carolina saca de una bolsa una paleta y se la ofrece a uno de los niños, quien la toma. Otra niña, de unos 2 años, observa entre curiosa y temerosa a los tres personajes, pero no se atreve a acercarse a saludarlos.
Los tres son médicos internos. Salvador apunta que “es un día importante para los niños, y los niños que están aquí tienen alguna enfermedad, alguna complicación y la verdad están todo el día en el hospital, en una cama, siempre viendo a las enfermeras, a los doctores, y hoy es un día muy bonito para los pequeños, y nosotros nos disfrazamos para tratar de hacer de este día algo especial, aunque estén aquí que se la pasen bien y tengan un buen momento y un buen recuerdo de estos días”.
Dice que le gusta mucho la lucha libre y que se le hizo buena idea llegar con una máscara para el festejo, mientras que Carolina precisa que le gusta mucho Harry Potter, pero siente que este disfraz les puede traer a los niños un poco más del mundo de la magia a la realidad, y coincide con Salvador en que los niños están todo el día en el nosocomio y llevarles algo especial, algo que los haga felices, la hace feliz. Andrea dice que eligió ser payasita porque estos personajes siempre traen risas y felicidad a los niños, y “siempre, donde se esté, hay que reír y ser felices”.
Ejercer la medicina en un hospital donde se atiende a niños es difícil. Carolina dice que se necesita mucho coraje y valor por parte del personal. “Yo sí me relaciono mucho con los niños, me gusta estar con ellos y conocerlos, jugar con ellos, pero cuando veo que uno se pone mal, me pone muy triste. Se necesita ser fuerte, más que nada por ellos”, asevera Carolina, mientras que Andrea precisa que es una experiencia difícil, pues “son niños que deberían estar siempre jugando, en las calles con sus amigos, pero desgraciadamente por una circunstancia están aquí y es difícil verlos en estas condiciones y todo sea porque regresen a su ambiente y sean felices”.
Salvador agrega que duele verlos cuando están graves o cuando les llega a pasar algo muy malo, pero lo ven como algo que deben de hacer, pues si no están ellos, como doctores, muchas veces sus familias no están o sus papás no están en posibilidad de hacer algunas cosas
“Es un sacrificio que tenemos que hacer, porque también vemos el beneficio que puede tener ese niño. Es mejor sentirnos tristes un rato y después verlos bien, eso es una satisfacción muy grande”, enfatiza.
Carolina apunta que cuando logran sacar adelante a un paciente que estaba grave llegan a celebrar y se sienten satisfechos con su trabajo, además de sentirse felices por ellos, pero deben de seguir trabajando; mientras que Andrea asegura que en esos casos “es cuando todo vale la pena”. “No se compara con cualquier otra sensación, o con otra satisfacción”, dice Salvador.
Carolina subraya que los pacientes de Oncología la sorprenden por su forma de ver la vida, pues son niños muy felices, y aunque quizá sea por el hecho de ser muy chicos y no tienen tanta conciencia de su enfermedad como los adultos.
Ellos, como doctores, que saben lo grave que puede ser su mal y los cuidan, se sienten muy felices cuando ven a los pacientes contentos, afirma la joven de 24 años de edad, quien confiesa que le gusta estar mucho con estos pacientes.