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Hasta hace cinco años, Porfirio Mancilla, se dedicaba al ramo textil en una empresa asentada en San Juan del Río, dejó la oficina de contabilidad donde trabajaba para empezar una carrera en una empacadora de productos orgánicos, donde es gerente de empaque, algo que nunca pensó que haría, pero que disfruta mucho y le llena de satisfacciones, “pues me cambió la vida”, dice.
En la empacadora del rancho El Profeta, en el municipio de Pedro Escobedo, Porfirio vacía una caja de pepinos sobre unos rodillos que llevan el producto hasta un cepillo que los limpia en una primera instancia.
Luego, los dispone en unas charolas, que forman parte de la misma máquina, donde llegan hasta donde cuatro jóvenes mujeres quienes los limpian, revisan, pesan y acomodan en cajas, porque además de ser orgánicos se exportan a Estados Unidos.
Riendo, dice que sus actividades en la empacadora son pocas porque en esta temporada hay poco volumen de producción y ayuda en el proceso de selección del pepino.
“Tenemos cuatro mujeres jóvenes que trabajan con volúmenes cortos. En este caso nuestra cosecha es de pepinos. Tenemos el selecto y el súper selecto; el primero es el que está derecho, no tiene cicatrices, y el selecto es el que tiene algunas fallitas. Lo que hacemos es una inspecto-limpieza, los separamos por atributo y los vamos empacando en cajas de 25 libras”, señala.
Para entrar a la empacadora es necesario cubrirse la cabeza y lavarse las manos, para no contaminar el producto y dejar residuos que pudieran alterar la inocuidad de la mercancía que se empaca en cajas especiales de cartón, las cuales también deben cumplir con los requisitos de las agencias nacionales y de Estados Unidos.
“En kilos, son 11, por lo regular siempre vamos hacia arriba, siempre le ponemos 200 o 300 gramos más, porque siempre se deshidrata en el camino”, dice.
Con Porfirio también trabaja Patricia de Vicente Cipriano, una joven madre de 22 años de edad, quien hace tres meses se incorporó a la empacadora, donde trabaja de 8 de la mañana a 4 de la tarde, ella empaca los frutos.
Comenta que su trabajo le parece interesante y aprende más cosas que la ayudan a superarse, antes sólo se dedicaba al hogar, cuidando a su hijo de seis meses de edad. Dice que aprende a identificar los pepinos de acuerdo a su calidad, sólo de vista puede saber cuáles son los productos que sirven para exportarlos.
Destaca que las diferencias entre uno y otros son meramente estéticas, pues el sabor de ambos pepinos, con o sin estrías, es el mismo.
Por su parte, Porfirio dice que en la empacadora no se grita y no se regaña a nadie, pues ese siempre fue su sueño, y si hay un error se corrige entre todos, creando un ambiente laboral óptimo para el personal. Agrega que en las siguientes semanas ingresarán ocho personas más para una línea de empaque de pimiento, por lo que el trabajo será arduo.
Porfirio vive en San Juan del Río y cuando llegó a La Lira le sorprendía que los trabajadores se conformaran con un sueldo bajo, pero él les dijo que habría tiempo extra, por lo que los salarios comenzaron a ser más altos, en beneficio de sus familias.
El hombre asegura que la mejor mano de obra de la región es la de La Lira, y pese a que de vez en cuando contrata a gente de San Juan del Río, prefiere a la Pedro Escobedo.
Indica que antes trabajaba en una empresa de textiles, y desde hace cinco años la vida del cambio, y le invitaron a trabajar al campo.
Puntualiza que pasó 25 años “encerrado” en la empresa donde trabajaba, por lo que ahora trabajar en la empacadora es un regalo para él. Reconoce que el cambio fue radical, no sabía nada de inocuidad, pero cuando llegó le comenzaron a enseñar, logrando unos niveles de calidad de excelencia y un buen ambiente de trabajo, imprimiendo su sello personal, gracias a lo que aprendió en la empresa donde labora.