María Paula García agradece las bendiciones recibidas a lo largo de sus 78 años de vida, a pesar de que no fue sencillo, ya que quedó viuda hace más de 40 años, con 11 hijos que le dieron 33 nietos y 12 bisnietos.
María Paula vende periódico afuera del mercado Hidalgo, trabajo que junto con un empleo en una fábrica por las tardes, le permitió sacar adelante a toda su familia.
“Quedé viuda hace cuarenta y tantos años, pero mis niños ya estaban grandes y un periódico ponía a los niños a venderlo, para que se ganaran unos centavitos y eso ayudó. Yo llegué a trabajar en una fábrica y vendiendo mi periódico. El patrón sabía que vendía y me dio el segundo turno, para que en la mañana me viniera a vender mi periódico”, señala.
Apunta que tuvo la dicha, a pesar del fallecimiento de su esposo, de tener 11 hijos, todos con salud. Sólo una de sus hijas murió hace unos años, dejando dos hijos.
“Es muy bonito para nosotros, como mamás, darle gracias a Dios de que nos da licencia de ver hijos, nietos y lo demás que nos dé licencia de ver, porque mientras Dios nos permita un día más y caminar, ya la hicimos”, apunta.
Indica que criar a 11 hijos si bien no fue una tarea sencilla, las cosas eran un poco más fáciles que en la actualidad, por ejemplo, en las escuelas, en una ocasión a cuatro de sus hijos los inscribió pagando 20 pesos. Incluso llegó a meter a la escuela a dos hijos y tres nietos al mismo tiempo en la escuela.
Las necesidades en aquella época, dice, eran menos. Los maestros y directores eran más comprensivos con los padres, pues aconsejaban que los niños cuidaran de sus uniformes, para que gastaran lo menos posible en los mismos.
Además, agrega, en aquella época no era uniforme obligatorio, los niños mientras fueran limpios podían acudir a la escuela con su ropa de diario.
María Paula comenta que antes la vida era más sencilla, más tranquila, no había tanta necesidad de dinero, incluso para estudiar no se tenía que pagar tanto como ahora, que sin dinero es más complicado acceder a la educación.
Como abuela recomienda a sus nietos a que estudien, que trabajen también, que hagan las dos cosas a la vez, pues no es difícil cuando se quieren hacer las cosas.
“En una ocasión le dije a uno de mis nietos: no, hijo, estudia y trabaja. Me respondió: ‘¡ay, abuelita!, se te hace fácil decir, pero es bien pesado’. Tengo una nieta que, gracias a Dios, hizo solita su carrera en la universidad, estudió Administración de Empresas. Solita, trabajando y estudiando, pero tenía ganas. El chiste es que el niño o jovencito tenga ganas de estudiar, sin ayuda de los papás que lo estén obligando. El bien es para ellos. Uno de madre, de abuela o de lo que sea, nos conformamos con que nos den un abrazo, un beso. Felicidades abuelita, felicidades, madre, lo que sea. Con cariño, no hay necesidad de que nos regalen nada”, subraya.
María Paula ríe. Dice que aún no ha recibido ninguna felicitación de sus hijos, nietos y bisnietos, pero que a lo mejor más tarde las recibiría, luego de terminar con su jornada laboral, a eso de las tres o cuatro de la tarde.
En cambio, las personas que la conocen, quienes a diario compran el periódico, ya la han felicitado por el Día del Abuelo y el Adulto Mayor.
Incluso, algunos otros de sus conocidos, también adultos mayores, pasan frente a Paula y la felicitan. Ella responde con un “igualmente”, mientras sonríe.
La mujer recuerda lo que le decía su bisabuela: “Mira hija, con una tortillita que haya para tres, cuatro, que les toque de a pedacito, con aquel amor… nos llenamos y damos a los demás. Una sopita luego alcanza para tres, cuatro o más, o sí piden otro poquito, echándole un poquito más de agua”.
Paula recuerda que su bisabuela murió a los 105 años de edad, hace alrededor de 58 años, mientras que una de sus tías abuelas murió de más de 90 años. Narra que la mujer se fue a vivir a Monterrey, Nuevo León, y que un día les hablaron para avisarles que se había caído, que la operarían, pero no sabían los médicos si aguantaría la operación, cuando contaba con 70 años. No sólo la aguantó, sino que vivió más de 20 años más.
“Decía uno que era de madera fina, pero la verdad es que todo lo comíamos más sano. Frijoles, sopa, verduras, ahora nada más nos inflan, todo está inflado, antes teníamos gallinitas ponedoras y teníamos huevitos diario, ahora las pobres gallinas cuánto producto dan”, subraya. También dice que un buen pulque es muy sano, “hasta chapeado se pone uno”.
Recuerda que tiempo atrás en la Alameda había amapolas sembradas, y nadie pensaba que de la flor se pudiera sacar droga y con el tiempo fuera ilegal la siembra de la misma.
De vez en cuando, se detiene algún automovilista para comprar su periódico y saludar a María Paula, quien responde de manera amable a sus clientes. Uno de los hijos de la mujer se acerca. También vende periódicos, y apoya a su madre.
María Paula dice que siempre está de buen ánimo, no se amarga la vida. Es optimista y desea que todos los abuelos puedan estar cerca de sus nietos, al igual que con sus hijos, para que disfruten de su compañía.
Agrega que para que hoy los abuelos puedan estar felices, les basta que su familia esté cerca, que no los dejen olvidados.
“No queremos que nos llenen de regalos, lo que más nos gusta, es que nuestros nietos, nuestros hijos, pasen a la casa, que estén ahí con nosotros a la hora de la comida, que nos platiquen, y quizá el único regalo que les pedimos es un te quiero”, dijo.
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