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Don Mauro Balderas Bárcenas se encuentra sentado junto a cinco jóvenes que están a punto de irse a un partido de futbol. No completan la alineación de los 11 jugadores y se comienzan a dispersar entre las calles de la comunidad de San Miguelito, en la delegación de Santa Rosa Jáuregui.
Porta con orgullo una playera de los Gallos Blancos de Querétaro y don Mauro afirma que los balones que fabrica son los que se utilizan al menos en la comunidad, para practicar futbol debido a que cuentan con las medidas oficiales.
Desde hace 30 años Mauro se dedica a fabricar balones de futbol de forma manual. La comunidad de San Miguelito era famosa por la fabricación de los balones, pues en el lugar se cuenta que hubo hasta 20 talleres de manufactura balonera.
Entre los años 70 y 80 fue el auge de la comunidad en la fabricación de balones, ya que muchos habitantes se empleaban en esta labor. Sin embargo, la competencia con empresas transnacionales que fabrican los balones a mayor velocidad ha mermado el negocio, por lo que ya son contados quienes se dedican a fabricar y coser los balones.
Incluso el tema de la producción queda en segundo plano, según don Mauro. El precio desleal genera que muchos de sus clientes en los mercados o tiendas donde venden indumentaria deportiva se inclinen por comprar productos más baratos.
Mientras que los balones de don Mauro cuestan 110 pesos por pieza, hay balones asiáticos que son vendidos hasta en 35 pesos.
“Por ejemplo, un balón para pagarlo bien y la calidad que lleva, más o menos se necesitaría aproximadamente de unos 300 pesos por balón para que alcance, ahorita lo más caro que nos pagan el balón es a 110 pesos y es una joda hacer un balón, es una labor titánica”, dice.
Desahuciada tradición
Pese a esta situación, don Mauro parado en una mesa que llega a la altura del pecho, con sus herramientas entre las que sobresalen agujas, hilos, los hexágonos de piel sintética reforzada y algunos rollos que adquiere en León, Guanajuato, explica que junto con otros hombres de la comunidad se han empeñado en mantener la tradición de coser el balón a mano.
Según cuenta don Mauro, su abuelo junto con otras personas emigraron a la Ciudad de México donde aprendieron el oficio; regresaron a la comunidad escondida entre los límites de Querétaro y Guanajuato para enseñar a los habitantes que ahí radicaban. Pronto, coser balones se convirtió en una de las actividades más productivas.
“En una ocasión no había trabajo en el rancho, emigraron a México, allá aprendieron todo esto, vinieron a enseñar a varias comunidades, pero a ninguna le interesó como aquí. Se enseñaron allá y enseñaron aquí a bastante gente. Primero fue mi abuelo y después le heredó al papá y luego a nosotros”, recuerda.
En los mejores tiempos cosían hasta mil balones por semana; su vecino 600, y el que menos producía llegaba hasta los 500 balones. Los distribuían en Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas, en general en el Bajío. La actualidad de don Mauro es distinta, ya que ahora produce 80 balones por semana.
“Antes, todos vivíamos de esto y nos iba bien, pero ahorita, por ejemplo, tengo muchos pedidos de balón y estoy sacando 80 balones a la semana, antes sacaba mil, está bajando mucho la producción. También el pago por coser un balón es muy bajo, por ejemplo, del balón con acabado hexagonal por mucho lo que puedes hacer son tres balones al día, que viene siendo 120 pesos lo que ganan y pues mejor se van porque no hay prestaciones”.
Aquellos quienes maquilaban y cosían el balón encontraron mejores opciones de empleo, por lo que comenzó el declive de la tradición en la comunidad. Las industrias que llegaron a instalarse en las inmediaciones de Santa Rosa Jáuregui provocó esa migración laboral hacia esos espacios, quedando desahuciada la tradición de coser balones.
“Está llegando la industria cerquita de nosotros y nos está afectando, pero está dando muchas fuentes de empleo a la comunidad entonces si se termina, pues ya que podemos hacer; lo más factible es que esto se va terminar”.
Desaparece interés por el oficio
Don Mauro enseña algunos de los balones que ha fabricado. Saca un balón de origen asiático y muestra las diferencias. Dice que las diferencias en los balones es la costura. La costura hecha a máquina, dice, es realizada con un hilo muy delgado, mientras que los balones que se cosen a mano, aparte del forro sintético enseña que el hilo tiene más grosor y más pegadas las costuras.
El libre comercio terminó afectando a quienes cosen balones a mano, expresa don Mauro, pues en la época de mayor bonanza la actividad daba para cubrir las necesidades básicas en el hogar, además de pagar bien a quienes laboraban en los talleres.
“Estamos batallando desde hace unos cinco años, pero de que nos empezó afectar más fue desde el libre comercio, porque nuestros productos estaban bien evaluados en los mercados, estaba bien posicionado en calidad y precio, o sea cosiendo balones nos daba para todo lo que se ocupaba en la casa, pero ahora cosiendo balones no sale para nada por eso es que la gente se está yendo”.
Pese a esto, dice don Mauro, el balón manufacturado a mano se ha impuesto a los asiáticos por su calidad. Ahora el problema que se enfrenta este oficio, es que ya no hay muchos que quieran dedicarse a coser manualmente cada pedazo del balón. Los jóvenes ya no se interesan y los que han continuado la tradición no encuentran quien se decline por el oficio.
“Hasta ahorita se están dando cuenta que el balón que entra de Asia no sirve, empiezan a venir de vuelta pero ya nadie se quiere enseñar a coser. Hay gente de mi edad que cose balones, pero un joven ya no lo hace. Los que saben son los de arriba de 30, entonces creo que esto se va terminar”, comenta.
Don Mauro, reflexiona sobre el futuro de la tradición que se enraizó en la comunidad de San Miguelito, alejada de los grandes desarrollos inmobiliarios en Juriquilla, y considera que para darles competencia a los balones asiáticos se tiene que mejorar la forma de coser balones. La dedicación y el detalle tiene que permear para competir con los esféricos que llegan en volumen a un precio muy bajo, aunque sea una actividad laboriosa.
“Unos clientes nuevos que he visto me preguntan de dónde soy, les digo que de San Miguelito y ya no nos quieren comprar. Hasta que nos dan la oportunidad se dan cuenta, pero la gente valora la calidad, hay balones también bien hechos aquí, hay que buscarle la manera para darles competencia a los asiáticos”, finalizó.