José Juan Piña probó el cigarro por primera vez cuando sólo tenía cuatro años. Sus papás -también fumadores- le permitían prender sus cigarros e incluso lo dejaban cargar consigo una cajetilla; era un juego común, un motivo curioso que causaba risa entre sus familiares: “mira al niño tan chiquillo y ya quiere traer sus cigarros”, decían.
Cuando José Juan cumplió 30 años, el juego de niño se iba convirtiendo en una pesadilla, los primeros problemas respiratorios comenzaron a manifestarse y Flor, en aquel momento su novia, le advirtió que no se casarían hasta que superara su adicción al tabaco.
“Ya en la prepa fue cuando comencé a fumar en forma, con un grupo de amigos, todos fumaban, en ese entonces yo me echaba ya una cajetilla y media al día, o sea alrededor de 30 cigarros, aunque yo hacía mucho ejercicio, iba al gimnasio, hacía bicicleta. El cigarro se convirtió en un compañero que siempre estaba en las buenas y en las malas, en la universidad se convirtió en mi compañero de lectura, leía mucho, hacía mis ensayos mientras fumaba. Llegué al punto en que me daba cuenta de que tenía un cigarro en el cenicero y ya había prendido otro, era algo ya muy automático.
“Después comencé a tener problemas respiratorios, cuando quería hacer actividad física comenzaba a toser mucho y eso aún no se me quita completamente”.
Se acercó al Consejo Estatal Contra las Adicciones, consiguió ayuda y comenzó su desintoxicación, el periodo más horrible de todos, comparte. Los primeros síntomas de abstinencia se manifestaron con insomnio, estreñimiento, cambios de humor, dolores de cabeza e incluso su voz cambió, sonaba metalizada, como la de un robot.
“Dejé de fumar no tanto por salud, no estaba yo consciente de eso, lo hice porque la que ahora es mi esposa no le gustaba que fumara, si apestaba a cigarro no le gustaba que la abrazara, me puso como condición que el cigarro o ella”.
Al día de hoy, José Juan lleva 13 años sin fumar, aunque reconoce que ha caído algunas veces en la tentación, son situaciones inusuales en las que su cerebro le dice “quiero fumar”, por eso la terapia es constante, como cualquier otra adicción a las drogas ilegales.
“Ese es el problema de la adicción al tabaco -dice José Juan- esta adicción aparentem ente no te afecta y no modifica tu comportamiento, por eso las personas no reconocen que son adictas y muchas veces los familiares tampoco lo notan”.
José Juan afirma que el tabaco es un asesino silencioso, lo ha experimentado en carne propia con la muerte de su madre, que no pudo recuperarse de una operación por ser una persona fumadora, y dos de sus tías han muerto por cáncer pulmonar.
A las personas adictas al tabaco les pide no tener miedo y buscar ayuda. Reconoce que las campañas de los últimos años para disminuir el consumo de esta sustancia han funcionado, aunque el verdadero cambio proviene de uno mismo, no de una imagen de un rata muerta en la caja de cigarrillos. “El que es adicto, es adicto”, señala.
“Después de dejar de fumar subí 20 kilos porque por la ansiedad comencé a comer más, pero ahora puedo dormir mejor, ya no estoy amarrado al cigarro, mi vida ha mejorado mucho, ya no apesto, aunque cuando sudo mucho todavía huelo a cigarro, es porque mi cuerpo todavía se sigue desintoxicando.
“El problema es que el tabaco no te afecta la conducta, no es como el alcohol que cuando alguien es adicto es muy evidente, una persona adicta al tabaco pareciera completamente normal, creo que por eso no se le ha dado la importancia que merece. Espero haber actuado a tiempo, aún puede darme cáncer o un ataque, son 15 años mas o menos para estar completamente libre de peligro, completamente desintoxicado”, señala.
La Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016-2017 (Encodat), reporta que Querétaro ocupa el octavo lugar a nivel nacional en la prevalencia de tabaquismo en población de 12 a 65 años. La encuesta señala que 282 mil queretanos son fumadores actuales, de los cuales 127 mil fuman diariamente y 155 mil fuman de forma ocasional. Querétaro es la sexta entidad con la prevalencia más alta de exposición al humo de tabaco de segunda mano en el hogar y en el trabajo.
Según el coordinador de Programas Médicos de la División de Medicina Familiar del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Jesús Maya Mondragón, en el país se registran seis muertes diarias por padecimientos asociados al tabaquismo, como males cardíacos, enfermedad pulmonar, cáncer de pulmón, derrame cerebral y neumonía.
Sólo en 2017 se detectaron más de 310 mil nuevos casos de padecimientos pulmonares, cardíacos, de tipo vascular-cerebral y diversos cánceres en pulmón, estómago, páncreas, hígado, colon y vejiga.
Según el IMSS, si una persona consume de uno a cinco cigarros al día se considera tabaquismo leve; entre seis y 15 cigarros, moderado, y 16 o más cigarros ya es tabaquismo severo.
GR