“Para ser consumidor de arte hay que tener mucho amor propio y mucho respeto por lo que nos gusta, sentirnos merecedores de comprar una pintura o una escultura”, dice José Antonio Vázquez, escultor originario de Guanajuato que vende sus obras de arte en El Pueblito, municipio de Corregidora.
En sus más de dos décadas de trayectoria, José Antonio ha aprendido que el mejor cliente para el arte mexicano es el turista extranjero, pues ellos sí tienen la cultura de comprar una pieza que les guste, incluso, aunque no la comprendan del todo.
“Los turistas sienten una conexión con la pieza y la compran porque se quieren dar ese gusto, aunque a ninguno de sus amigos les guste; y aquí, sí una pareja de amigos o de novios mexicanos ve una de mis obras generalmente no la compra, porque a su acompañante no le convenció, eso no debería ser así, tenemos mucho por cambiar para ser un digno consumidor de arte”, destacó.
José Antonio Vázquez, también conocido como Abuelo Jan, por su forma de firmar sus obras, puede tardar días, e incluso semanas completas, en realizar una escultura y tardar meses en que esa escultura se venda; el valor de cada obra equivale no sólo a los centímetros cúbicos del material que se utiliza, sino al nivel de complejidad y detalles que posee cada obra. En su mismo taller tiene esculturas desde 3 mil hasta de 90 mil pesos.
Aunque ha trabajado con distintos materiales para esculpir, durante los últimos años se ha enfocado en trabajar con madera; dice que estas esculturas tienen un doble valor, pues no sólo se rescata la madera de los árboles talados, sino que también se rescatan signos y deidades ancestrales, “también se rescata la cultura de nuestro país”, comparte el escultor originario de Guanajuato.
“Si consumir cultura es difícil, comprar una escultura que no se entiende del todo es aún más difícil. Elegimos comprar lo convencional, lo que ya conocemos, por ejemplo, yo en mis esculturas plasmo una historia, un concepto ancestral, por eso utilizo muchos signos y códigos, pero en general la gente que visita mi taller se detiene a mirar las esculturas que tienen, por ejemplo, un águila, ¿por qué? Porque es algo que conocemos, que está en nuestro día a día, lo mismo si tengo la escultura de un caballo, la gente se interesa sólo por eso, sin darse cuenta que hay muchas otras esculturas en el mismo taller, con una simbología muy profunda, pero no nos interesa”, explica
“El arte me da para sobrevivir, no para vivir como debería. Puede pasar un mes y no vender ninguna escultura o puedo vender tres esculturas en un mes, es completamente variante e impredecible. Yo soy de Guanajuato y me mudé a Querétaro hace más de 10 años porque me dijeron que aquí se tenía una mayor difusión y apreciación del arte, así lo creí porque es una ciudad más grande, importante, pero no fue así. Desde que estoy en Querétaro el panorama ha sido el mismo, no ha mejorado mucho, esa es la realidad en todo el país”.
Aunque el panorama es adverso para el escultor Abuelo Jan, asegura que el arte está en sus venas y no piensa abandonar su pasión por la escultura, no le importan las dificultades del día a día. Dice con orgullo que él es escultor y no artesano, ¿Cuál es la diferencia? Que un artesano produce en serie, mientras un escultor crea piezas únicas, con espíritu y personalidad propia, casi como si fueran miembros de su familia, dice.
“Cuando compras una artesanía sabes que no tiene un mensaje en específico y que esa misma persona creó varias piezas iguales; en cambio, con un escultor estás comprando algo único, una pieza con un significado, una historia, muchas horas de trabajo. Además, si el escultor está avalado por instituciones importantes, como en mi caso, pues sabes que estás comprando algo de calidad”, destacó.
“Yo lo veo todos los días, se crea una conexión especial entre la persona y la escultura, algo inexplicable que los deja unidos, y si la persona no la compra en ese momento, tal vez se va a su casa y después vuelve porque dice ‘esto es para mí’. Es maravilloso porque veo que yo hago la escultura pensando en una historia, en un significado, pero cada persona la entiende de distinta manera, esa es la magia”, comenta.
Actualmente, la obra de José Antonio está presente en 27 países, ha montado 118 exposiciones individuales y en 15 ciudades poseen esculturas de su autoría, mismas que son parte del patrimonio cultural de cada ciudad. El escultor cuenta orgulloso que su formación es como médico veterinario, y se siente afortunado de la manera en que la escultura llegó a su vida, casi a los 40 años de edad.
“Tuve la inquietud de crear mi primer escultura, un corazón con un trozo de madera vieja, fue así de simple como el amor por la escultura llegó a mi vida y desde entonces no he dejado de hacerlo”, finaliza.
arq