Estefanía Reyes saca con precaución a los pequeños peces de un acuario. Con una red, los toma con delicadeza y los coloca, de manera temporal, en una bolsa que otro empleado sostiene.
La joven afirma que tener estos animales como mascota resulta relajante para muchas personas, pues los buscan como una forma de pasar el tiempo y una terapia que ayuda a la tranquilidad mental.
Nacido bajo la pandemia, el acuario de Estefanía ofrece diversas especies de peces, así como los accesorios para que los aficionados doten a sus mascotas de las mejores condiciones.
“Escuchar el agua es relajante. Escuchar su sonido por la bomba te calma”, dice Estefanía, mientras hace su trabajo.
Administradora de empresas de profesión, dice que le gusta más el comercio, por lo que terminó por instalar un negocio. “Con el negocio de mascotas tengo 10 años y con el acuario tengo apenas cinco meses. Más que atención, es la demanda [de los peces]. Tengo clientes que me piden peces, a pesar de que los mando con un conocido que tiene un acuario cerca, siempre me piden pez, decidí abrir el acuario, por lo mismo de la demanda”, comenta.
Agrega que la demanda de peces la registraba desde años atrás, pero durante la pandemia decidió venderlos, pues debido a la emergencia sanitaria le ofrecieron bajar la renta de un local a mitad de precio.
En las peceras las distintas especies nadan con tranquilidad. Los ejemplares cuestan desde 14 pesos hasta 45; aunque algunas especies pueden rebasar por mucho estos costos.
La apuesta es arriesgada, pues instalar un local de este tipo requiere de una inversión importante, aunque Estefanía se muestra segura de que el negocio prosperará.
Los peces, dice, los proveen criadores profesionales de Morelos y Guanajuato, entre otros estados. Además, se tiene que tener mucho cuidado con los animales, pues al final de cuentas, son seres vivos que requieren un tratamiento especial.
Comenta que para quienes desean incursionar en la posesión de peces, necesitan alrededor de mil pesos. Las peceras de 20 litros, totalmente equipadas, rondan los 800 pesos, más los peces y los accesorios de decoración.
“He notado que la mayoría de mis clientes son hombres. Pocas son las mujeres, y los niños. El cliente compra por el hijo y el papá termina por querer tener más peces. Es bien chistoso porque llegan queriendo un Betta, pero luego ya quieren una pecera más grande porque quieren meter más peces. Todos los clientes empiezan con peceras chiquitas. Ya después empiezan a ampliar su pecera. Luego ya vienen por una de 40 litros, luego la 50. Con el tiempo le van gustando más los peces. Termina siendo el pasatiempo del papá”, comenta, al tiempo que explica que la afición por los acuarios es grande en Querétaro.
La joven emprendedora explica que son varios quienes se dedican a comercializar peces. Sin embargo, resalta que en esta comunidad no pueden compartir el contacto de sus proveedores a cualquier persona, a menos que tengan un local y manden fotografías del lugar donde venderán a los animales. Ello, por el propio bienestar de los peces.
“Si es un cliente inicial que nos está preguntando cuánto invierte, no podemos pasar el contacto. Si ya tienen el acuario bien establecido, entonces ya se pasan los contactos. No es así de vamos a pasar el contacto, porque no venden al menudeo, sólo a mayoristas”, comenta.
Dice que la especie de pez que se vende más es la Guppy. Dependiendo de la especie de pez, la esperanza de vida va de los dos a seis años, dependiendo también el cuidado que se le tenga a la mascota.
Pone como ejemplo el caso de los peces Betta, a los cuales muchas personas suelen tener en peceras de “bolita”, algo que es muy malo para el animal, pues necesita más espacio para nadar con cierta libertad.
“Siento feo por los peces. Hay mucha gente que es compradora del momento y quieren un pez barato, lo más pequeño”, añade. La mayoría de los clientes, abunda, no gastan más de mil pesos en peces.
Estefanía explica, por otro lado, que la experiencia con los peces le ayuda a ubicar a los ejemplares enfermos. Reconocer ciertos signos, como las aletas rotas o bajas, así como puntos o que nadan de lado. Agrega que tiene conocidos que saben identificar bien cuando un pez está enfermo. A ella aún le cuesta un poco de trabajo, pero aprende día a día.
Al acuario entra una pareja de adultos mayores con un niño de aproximadamente dos años. El menor se muestra fascinado con los peces, mientras el hombre mayor lucha por contenerlo. La mujer mayor comenta algo sobre el gusto del pequeño por los peces.
El menor “arrastra” alrededor de las peceras al hombre, que por la paciencia, sin duda es su abuelo, quien le da gusto al pequeño que se deleita con el colorido y la forma relajada de nadar de los animales.
Estefanía precisa que espera que su acuario crezca, con el favor de los clientes, además de las ganas que “tiene uno de vender”.