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Los ojos de Armando Zamora Pinzón se humedecen mientras recuerda las experiencias que vivió a lo largo de 26 años en la Librería Rulfo, la primera a nivel nacional e internacional en llevar ese nombre a manera de homenaje para el escritor de Pedro Páramo y cuya viuda asistió a la inauguración, y que el próximo 27 de enero cerrará sus puertas, dejando a Tequisquiapan sin librerías, pues es el único local establecido con este giro en ese Pueblo Mágico.
Delgado de cabello cano y trato amable, Armando se define a sí mismo como promotor de la cultura, librero, intérprete de la poesía. Narra que hace 28 años llegaron, él y su familia, a vivir a Tequisquiapan, y tras dos años de explorar opciones, se dio la oportunidad de abrir una librería.
“Invitamos a la señora Clara Aparicio, viuda de Juan Rulfo, a Eraclio Zepeda, a la inauguración y otras personalidades, como José Antonio McGregor, que cuando supo que venía Eraclio Zepeda estuvo puestísimo.
Iniciamos como un proyecto de vida, mi esposa (Cristina), mis hijos, y pues nos costó mucho trabajo acostumbrar a la gente, acreditar la librería, pero siempre con un intención de servicio y de promover la lectura, no sólo desde el punto de vista comercial, sino de calidad de vida, al venir nosotros a vivir a Tequisquiapan”, indica.
Son las primeras horas de la mañana. Fernanda y Ana Karen, empleadas en la librería se disponen a atender a los clientes que acuden el último lunes que permanecerá abierta la Librería Rulfo. Los rayos solares de la mañana caen sobre el suelo de los portales del local, cuyo paredes amarillas, con sus grandes rótulos que anuncian la librería, así como el aviso de que el 27 de enero cerrará.
Las dos jóvenes acomodan en mesas que instalan pegadas a los muros exteriores libros de diferentes géneros y para todas las edades. La gente se acerca, observa los títulos, lee que cerrarán y, cuando van acompañados, hacen algunos comentarios el evento.
Dentro de la librería, hay varias fotografías del escritor originario de Sayula, Jalisco. Una de ellas, regalo de Elena Poniatowska, donde aparece al lado del autor de “El llano en llamas”.
Los pasillos de la librería son angostos. Las mesas con los libros ocupan la mayor parte del espacio. Entran clientes, ven las pilas de libros, salen. Otros más entran y se repite el proceso. Algunos compran, otros sólo miran.
Desde hace tres años
Comenta que hace tres años, después de más de veinte de dedicarle tiempo completo a la librería, pues abrían todos los días de la semana (recién empezaron a cerrar un día a la semana), “vimos que a los hijos no les interesaba continuar con el negocio, con la propuesta. Cada uno ha hecho su carrera, y finalmente comencé a traspasarla. Hablar con los interesados, editores, amigos, clientes y todos decían que les interesaba, pero que no podían, ya sea económicamente, o por el concepto que he impuesto.
Esta librería ha tenido el reconocimiento de El mejor librero del año, es reconocida nacional e internacionalmente porque promovimos los festivales literarios. Una librería de pueblo, de una ciudad pequeña necesita de mucha creatividad para impulsar y para poder vivir de ella. Nosotros hemos podido vivir de ella estos 26 años, pero hace tres comencé a promoverla. Hace un año ya la comenzamos a promover al exterior, con letreros, con anuncios. Ya en lo personal, he decidido cerrar este ciclo. Se llega el momento en el cual no hay respuesta, entonces se cierra”, abunda.
La parte de arriba de la librería alberga un pequeño foro, donde se llevaban a cabo eventos culturales. Unas sillas y unas mesas blancas ocupan parte del espacio. En las paredes hay pinturas que le han regalado a Armando a través de los años. Algunos también ya están a la venta.
Ahí, en una silla blanca, de plástico, con un cojín azul, el librero, quien viste pantalón de mezclilla, una sudadera negra con la Piedra del Sol y un chaleco de lana, dice que hay interés económico por la librería, pero la mayoría de las propuestas quieren saber cuál es el margen de utilidad, quieren convertir un local en otra cosa, nadie ve lo que significa una librería en cualquier lugar, ya sea pueblo, ciudad, capital.
Recuerda también que con otros compañeros suyos participó en la fundación de la Asociación de Libreros de Querétaro, se inscribieron en congresos nacionales, y organizaron uno en tierras queretanas.
“Yo les decía: qué fácil. Ustedes son 50 librerías en Querétaro, pero en los municipios sólo hay una compañera en San Juan del Río y otra en el municipio de Jalpan porque fue auspiciada por el municipio”, precisa.
Asunto personal
Dice que el motivo del cierre es meramente personal, al tiempo que enfatiza que está muy agradecido con la comunidad, tanto de Tequisquiapan, como visitantes.
Agrega que en el mismo foro donde conversa se tuvo la oportunidad de impulsar a artistas plásticos, músicos, cantantes, hubo presentaciones de libros, se llevaron a cabo talleres de creatividad y de lectura.
Ello, lleva a otra de las actividades de Armando, que es ser cuentacuentos, así como colaborador en Radio Querétaro, por lo que el retiro de las actividades intelectuales está descartado. Es cerrar un ciclo.
En el pasado, Armando fue director en dos ocasiones de la Casa de la Cultura, y el trienio pasado al Centro Cultural de Tequisquiapan le pusieron su nombre, como reconocimiento a su trabajo en pro de la cultura, como los 14 festivales literarios en los cuales se han impulsado actividades artísticas y culturales, con la presencia de personajes como Elena Poniatowska, Felipe Garrido, Catón, Jorge F. Hernández, Ema Cárdenas. Como atractivo, han invitado a Mario Iván Martínez, buscando que quienes no leen o quienes no acostumbran leer, también tuvieran acceso a un espacio de lectura.
Recuerda que la señora Clara, cuando se inauguró la librería y en el primer aniversario, dijo que era la primera librería en el mundo con el nombre de Juan Rulfo. Después se abrió una del Fondo de Cultura, hay otra en otro país, pero hace 26 años era la primera en México y en mundo.
“Otro orgullo es que es la primera librería establecida desde la fundación de Tequisquiapan. Después aquí estuvo otra librería cinco años, hubo otra librería de temas religiosos. Yo no la considero sólo como librería (a la Rulfo), la considero como un espacio alternativo cultural, para diferentes manifestaciones".
Satisfecho por el deber cumplido
"En este momento diría que estoy satisfecho por haberlo hecho 26 años como librero. Lo sigo haciendo como promotor cultural, como intérprete”, añade Armando que también habla de su faceta como cuentacuentos, como el Armanduendín, convencido de que las personas deben seguir trabajando y promoviendo la oralidad, porque es cálida, es afectuosa, y puede ser defectuosa, según como se vea, pero si no se transmiten las leyendas, las historias de siempre, las obras tal como se escribieron, no se sabe cuántas imaginaciones se pueden despertar en la sociedad.
Muchos de esos niños que escucharon a Armanduendín, que tuvieron contacto con la Librería Rulfo, hoy son actores o escritores.
“Lo que hacemos es lo que cuenta, no lo que pensamos. En los festivales siempre decía una cosa dándole las gracias al público asistente: Una hora que dedicamos al ensayo, a la lectura, a la expresión, es una hora que le quitamos a la violencia, al ocio, y a la soledad. Últimamente manejo: Vive el libro, el libro vive.
Si nosotros nos aislamos del mundo con un audífono, si nosotros creemos que sabemos porque vemos lo que hace otro, nos estamos perdiendo lo que somos nosotros. Me siento satisfecho por lo que he hecho. Me da pena que ni bajando los costos, lo que es el traspaso de una imagen, no estaba traspasando sólo una franquicia, no haya quienes se interesen por esto, sino que se interesen por negocios que tampoco conocen, pero que les parecen más lucrativos. Nos movemos en un mundo materialista”, subraya.
Agrega que no entiende cómo no se apoya algo que ayuda a la familia y a la sociedad, y se vende lo que crea violencia, daños físicos, biológicos y no se da cuenta. “Yo no voy a cerrar una librería para abrir un negocio que me deje más, pero que le hace daño a la gente. Seguiré promoviendo la lectura”,
En menos de una semana Tequisquiapan, Pueblo Mágico, que recibe a los visitantes con grandes letreros de micheladas en cartulinas de colores chillantes, se quedará sin su única librería.
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