La música suena con compases lentos. Las parejas se mueven a ese ritmo. Ellas llevan elegantes vestidos y algunos peinados “de salón”. Ellos, trajes y sombreros, algunos con una pluma, muy al estilo de los pachucos de aquellos tiempos.
Se graba el programa “Hey familia”, de Radio y Televisión Querétaro (RTQ), en el Centro Cultural Manuel Gómez Morín.
Alrededor de 20 parejas participan en el baile, que se lleva a cabo en uno de los costados del patio central del Gómez Morín. La banda de música del estado de Querétaro, bajo la batuta del director Fernando Ramírez, se encarga de poner las notas musicales a la tarde, que para los adultos mayores se llena de recuerdos de otros tiempos.
Se hace una pausa, como buen programa en vivo. En ese momento, las parejas aprovechan para tomar asiento. Platican entre ellos, se saludan, preguntan por la familia, hacen vida social, pero apenas se escuchan las primeras notas del siguiente danzón se levantan.
La mayoría aprendieron este baile en su juventud. Cuando termina la canción las parejas permanecen en su sitio. Se toman de las manos.
Casi no intercambian miradas, pero cuando la música suena se convierten en uno. Por cada tanda se interpretan dos o tres danzones, así que mientras Carmen Martínez Ángeles, conductora del programa, comenta o manda saludos al auditorio, las y los bailarines reposan, al igual que los músicos, muchos de los cuales provienen de familias dedicadas por varias generaciones a la música.
Tres mujeres forman parte de la banda. Son pioneras, pues la gran mayoría de los integrantes son hombres. La música retumba en el pecho, que sirve como caja de resonancia natural y en donde las notas llegan a las vísceras, donde los románticos dicen que está el alma.
Cuando se detiene la banda de música vuelven a sentarse, descansan unos minutos, luego de bailar danzón, ritmo originario de Cuba, pero que se adopta como mexicano desde hace mucho tiempo.
Se anuncia “El barbero de Sevilla” y las parejas brincan nuevamente a la pista de baile. El arreglo de danzón es único. Luego tocan “Blanca Estela”, una melodía un poco más rítmica y movida que hace que las parejas se muevan un poco más rápido.
También las guayaberas elegantes hacen acto de presencia, acompañadas de pantalones blancos o negros, zapatos de charol y sombreros.
Suenan otros danzones clásicos, como “Zacatlán”, o “Salón México”, de Tomás Ponce, que animan a los presentes que lucen sus mejores pasos y sus más elegantes vestidos y trajes para la ocasión. No todos optan por la elegancia de tiempos pasados. Una pareja muy cool prefiere usar, él, camisa de manga corta y jeans; ella, un vestido arriba de la rodilla.
Rolando Navarro dice que él y su esposa María de Lourdes no aprendieron a bailar en ningún lugar, “todo fue a lo lírico”. Dice que tienen bailando 57 años, desde la época en la que vivían en la Ciudad de México, donde radicaron 50 años, aunque son del Estado de México, del municipio de Tenango del Valle.
Rolando, de charla amena y fluida, comenta que tienen 16 años viviendo en Querétaro, donde continuaron con su tradición de bailar danzón y otros ritmos, pero principalmente éste.
Indica que le gusta también el chachachá, el mambo, el baile en general, “es una especie de hobbie”.
María de Lourdes relata que desde los cuatro años descubrió el baile, actividad que es muy buena para combatir la depresión y las enfermedades, asegura.
Dice que cuando escucha los danzones, los pensamientos que llegan a su mente son los de su niñez, el sonido de las casas de donde salían las notas musicales que la acompañaban en esos años. La pareja interrumpe la charla. La música está por reanudarse y para eso acuden al Gómez Morín, para bailar, disfrutar de la música y encontrarse con otros compañeros de generación.
Detrás de cámaras se vive otra historia. Muchos de los asistentes son los familiares de los bailarines, que deciden acompañarlos para verlos en acción y conocer cómo se hace un programa de televisión.
Algunos no prestan mucha atención, principalmente los más jóvenes, quienes escuchan su música con sus dispositivos móviles mientras frente a ellos toca una banda en vivo. Algunas parejas se animan a bailar tras bambalinas, prefieren estar lejos de las cámaras y disfrutar de más espacio para ejecutar sus mejores pasos de baile.
Otros de los asistentes al Gómez Morín se acercan. Los atrae la música de la banda, pero sólo permanecen unos minutos.
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