Alicia Morales Olguín, policía de la Guardia Municipal, vio recompensado su esfuerzo. Fue reconocida como una de las mejores oficiales del estado. No ha sido sencillo, pues tiene que combinar su actividad profesional, ser madre y ama de casa.
Alicia y Sayra Janet Pérez Ramírez son las únicas mujeres galardonadas en el Premio al Policía 2018, organizado por la Canaco. Sayra Janet, de la Policía Municipal de Arroyo Seco, y Alicia, de la Guardia Municipal.
La joven oficial de la Guardia Municipal, con grado de policía primero, de 31 años de edad, y 13 de carrera en la corporación, luce contenta con el reconocimiento que se le hace. No es para menos, pues el premio es un coche.
Tras la ceremonia protocolaria, y las fotografías junto al coche que se ganó, así como con los representes de las empresas que apoyan la iniciativa de reconocer a los uniformados que destacan en su desempeño. Es buscada para las fotografías; sonríe para las imágenes. Con buen humor recibe las felicitaciones.
Dice que desde niña le interesó ser policía, “como a todos los niños y niñas. Veíamos la tele [las series policiacas] y salíamos a jugar a agarrar al malo. Entonces, eso a mí me gustaba mucho, el ámbito de la seguridad, me gustaba mucho la policía, lo militar, todo eso. Cuando se dio la convocatoria me metí”, explica.
Dice que antes de casarse y ser madre su trabajo se le hacía más sencillo. Cuando era soltera se le hacía más fácil, porque además el trabajo le gusta. Cuando tuvo a sus hijas fue más complicado porque tuvo que cumplir con el rol de mamá, pues obviamente se adquieren más responsabilidades.
“Mi familia me apoya muchísimo. Mi mamá, mi papá, mis hermanas. Mi esposo, primeramente, que al final de cuentas nos rolamos. Él es policía también y nos turnamos. Cuando se nos cruzan los horarios es cuando entra en apoyo mi familia. Mi mamá más que nada”, abunda.
Agrega que estar casada con un policía facilita incluso la relación, pues se comprenden mutuamente en la actividad que realizan, los horarios que tienen y las experiencias que tienen en el día a día en las calles.
Sin embargo, Alicia tuvo que enfrentar en el pasado la discriminación por ser mujer, pues no faltó quien le dijera que las mujeres son para el hogar. Pero la vida da vueltas, y en un carrera le ganó y nunca le volvió a decir nada. Subraya que con trabajo y dedicación ella y otras mujeres en la policía se van ganando sus lugares, pese a las resistencias de algunos sectores.
Alicia es una profesional, pero eso no impide que sea más sensible a ciertos casos que se le presentan en su actividad diaria. Dice que uno de ellos son los casos donde están involucrados niños, que le pasaba desde antes de ser mamá. Los casos de violencia familiar o abuso hacia menores siempre se le hacen difíciles, emocionalmente muy complicados.
Sobre las situaciones de riesgo, Alicia explica que quizá antes, de soltera, no se daba cuenta de los peligros que corría, pero ahora que es madre es más consciente de los peligros que vive en la calle.
Narra que hace poco tuvo que hacer frente a un sujeto que portaba un arma larga, cuyas características no alcanzaba a ver, pero sin importar eso tuvo que hacer el trabajo.
Cerca de Alicia está su marido, Javier Hernández Villegas, policía tercero, quien se dice orgulloso de su cónyuge, a quien califica como una persona muy emprendedora.
“Le reconozco que es una persona que se ha enfrentado a muchas cosas y que ha salido adelante, y nos sentimos muy orgullosos de lo que siempre se plantea lo cumple”, enfatiza.
Alicia agrega que el apoyo de su esposo es invaluable para el desarrollo profesional, tanto de uno como del otro.
Alicia y Sergio se dirigen hacia el automóvil que acaban de recibir. En el asiento de atrás las hijas de la pareja ya se adueñaron de su espacio. Alicia sube al auto, arranca el motor y conduce la unidad hacia la calle. Javier le quita en moño dorado del parabrisas, intercambia algunas miradas y sonrisas con su esposa, quien contenta saca el coche a la calle, donde una pick up de la Policía Municipal está estacionada.
Sus compañeros la felicitan, pues además del auto, recibe una beca para estudiar una carrera en una de las universidades que apoya esta iniciativa. Todos los oficiales reciben estos apoyos.
Poco a poco la sede de la Canaco se queda vacía. Los invitados y funcionarios se retiran, mientras los uniformados aguardan un poco en el lugar. Algunos de los ganadores siguen recibiendo felicitaciones. Se toman fotografías con los familiares que los acompañan, y disfrutan del momento.
Al otro día o quizá en unas horas tienen que regresar a cumplir con su deber, a patrullar y preservar el orden, y a enorgullecer a sus familias.
bft