Han pasado casi dos años de la pandemia por Covid-19, un periodo que enmarca uno de los momentos más complejos que han vivido los trabajadores del sector salud en el estado.
Un periodo que acentuó la insuficiencia presupuestal con la que opera el sector salud, refiere María Magdalena Cruz Gaytán, maestra en Administración de Hospitales y Servicios de Salud, por la Universidad Cuauhtémoc, quien desde hace 25 años labora en la Secretaría de Salud del estado.
Toda su formación ha sido en el sector salud público, desde que comenzó como pasante, al estudiar la carrera de enfermería, en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).
Tras cumplir 24 meses de la contingencia sanitaria, Magdalena recuerda la transformación que el virus SARS-CoV-2 trajo a su centro de trabajo, al ahora Hospital Covid, antiguo Hospital General de Querétaro.
“La verdad sí fue complicado porque, primero, era un virus que no conocíamos, cuando ya conoces una enfermedad sabes qué tienes que hacer por protocolo [pero] cuando llega este virus sí es una situación muy difícil porque no sabes a qué te estás enfrentando.
“Segundo, hay que hacer un equipo adentro, con el paciente. Nosotros trabajábamos con el uniforme, sin gorro, sin cubrebocas, usábamos del cubreboca delgado, pero ahora con goggles, con tres guantes (…)”.
El trabajo de enfermería, expone, conlleva palpar al paciente, una actividad cotidiana que se convirtió en un reto y el desarrollo de una nueva habilidad para aprender a palpar a través de tres capas de guantes.
“Con tres guantes era difícil hasta para palpar una vena. Era aprender a trabajar con ese equipo, pero aprender sobre nada, más que con lo que escuchabas, con lo que investigábamos y con lo que llegaba de países europeos, que ya habían pasado por eso. Aprendiendo conforme iba avanzando”.
Recibir los primeros pacientes generó sentimientos encontrados, desde miedo hasta soledad. “Fueron sentimientos encontrados: miedo, hasta cierto punto de soledad, porque todos estábamos igual, no había alguien que dijera ‘ya lo viví’. Era estar al borde del precipicio.
“Eran muchas sensaciones del miedo, todo era nuevo; los cambios causan todo ese tipo de conflictos, porque también era el miedo no sólo de estar aquí, sino de irte con la familia y decir: ‘no me vaya yo a llevar algo’”.
El proceso de adaptación a lo largo de dos años ha sido difícil. Pero ahora es posible hacer una comparación del curso de la pandemia por el estado, del impacto que cada repunte de contagios y la presión que ha ejercido sobre los servicios del sector salud, sobre las trabajadores y los trabajadores que sí están en primera línea de atención.
Sin dudarlo, Magdalena recuerda a la segunda ola -la que ocurrió entre finales del 2020 y permeó hasta el primer bimestre del 2021- como la más compleja, la que asemeja a un escenario de guerra: los espacios para colocar pacientes eran insuficientes, el ingreso de enfermos no cesaba, cualquier superficie con espacio servía para instalar un paciente.
La segunda ola fue enfrentarse a un entorno para el cual no había condiciones de infraestructura, de personal, dice.
“La segunda creo que ha sido la ola más fea. Decías: ‘ya pasé esto y va a ser más tranquilo’.
“La segunda ola creo que fue más fatal, fue como una zona de guerra, porque nuevamente te vuelves a enfrentar a algo para lo que no estás preparado, ni en infraestructura, ni en personal, ni en absolutamente nada, sin embargo, creo que hicimos lo que pudimos con lo que tuvimos, creo que todo el personal dimos el mil por ciento, creo que crecimos mucho, a dar lo mejor de sí, independientemente de la situación”, rememora.
Las carencias que han vivido para enfrentar la pandemia, refiere Magdalena, los motivaron a brindar sus servicios más allá de sus capacidades, a generar nuevas habilidades, a establecer nuevos protocolos, a hacer un equipo con los pacientes.
“Sacar fuerza de tu interior y tú necesitabas prepararte psicológicamente, porque estuvimos rebasados en absolutamente todo, porque los pacientes llegaban y llegaban. Siempre buscando solucionar y dar lo mejor de sí, sacando fuerzas del interior. Se adaptó todo el hospital, cualquier rincón que se pudo”.
Durante la cuarta ola de contagios que comenzó a observarse en los últimos días del 2021, pero que se apreció más en el arranque del 2022, ha sido evidente el impacto de las vacunas contra Covid-19.
“No sabes cuánto nos ha ayudado la vacunación, la gente no mide la dimensión de cómo nos ha ayudado la vacuna, de hecho, esta cuarta ola es prácticamente pura gente no vacunada o sin esquema completo. Gente ya vacunada ha habido muy pocas, les da muy leve y salen rapidísimo, eso nos ayuda mucho”.
En este contexto, trabajadores del sector salud levantan la voz y piden ser escuchados por las autoridades locales, para conocer desde su testimonio los retos, los rezagos con los que laboran. Los pendientes en el sector salud, expone, siempre han existido, pero la pandemia los evidenció aún más.
“El llamado es que vengan y constaten. La semana pasada tuvimos una supervisión, ellos ni siquiera habían visto en qué condiciones estábamos trabajando. En la Secretaría de Salud siempre ha tenido una deficiencia, esto no es nuevo para nosotros, siempre hemos trabajado con deficiencias, si no hay un medicamento hay otros, si no hay un material para curación, así hemos estado siempre, claro que ahorita mermó más porque es una contingencia mundial”.
El déficit, explica, se centra tanto en insumos como en personal, en infraestructura, en equipamiento y tecnología.
“Si yo [fuera] autoridad me dedicaría a constatar si hay camas, medicamento, insumos, si hay personal médico, porque batallamos tanto con insumos como con material, con personal. Es infraestructura de hace 60 años, es obsoleta, se adaptó pero no hay dinero que alcance, imagínate la magnitud de una contingencia de atender a 10 [y luego a] 100 o 200 pacientes”.
Tras dos años de pandemia, al hacer una retrospectiva, refiere, se queda con la fuerza que demostraron los trabajadores del sector salud.