Un columpio maldito en un balneario, sonidos extraños en un edificio del centro de Querétaro y luces que se prenden y apagan en los baños del inmueble donde se cometió un asesinato, son algunas de las historias, antiguas y modernas, de la ciudad y que ya se convirtieron en parte del folclore y en leyendas urbanas.
La historia cuenta que en el balneario El Piojito, en La Cañada, un grupo de personas de la diversidad sexual instaló un columpio a principios del siglo 19.
Estas personas provenían de Veracruz y usaban el tren como medio de transporte. Aprovechando la estación que se encontraba en La Cañada hacían el viaje y se quedaban ahí.
Los habitantes de La Cañada, escandalizados por el comportamiento de los visitantes, decidieron no recibirlos y pedirles que se marcharan. Ante la hostilidad, los paseantes se marcharon, pero uno de ellos que, dicen, era de Catemaco, pueblo conocido por sus practicantes de magia, “echó” una maldición sobre el columpio que instalaron, diciendo que cualquiera que osara columpiarse moriría al poco tiempo.
Los años pasaron y la maldición quedó en el olvido.
Durante la etapa revolucionaria y años posteriores, El Piojito era frecuentado por Venustiano Carranza, quien disfrutaba del buen clima, trato amable y hospitalidad de La Cañada.
Cierto día, visitando el balneario, a Carranza se le ocurrió usar el columpio. Quienes conocían la maldición, se alarmaron de verlo columpiarse de manera divertida. Tiempo después Venustiano Carranza fue asesinado en Puebla.
En la calle 5 de Mayo, esquina con Pasteur, se encontraba hasta hace unos años la sede del Congreso de Querétaro. Ahí, en enero de 2004, un vigilante asesinó a una mujer y arrojó su cuerpo a la cisterna del inmueble.
A las pocas semanas un olor extraño comenzó a registrarse en el lugar y muchas personas empezaron a notar un aspecto diferente en el agua.
Rastreando el olor llegaron hasta la cisterna, donde encontraron el cadáver de la mujer asesinada. En un principio el vigilante, último en ver a la joven con vida, negó cualquier vínculo, pero tiempo después aceptó su culpa y narró su crimen.
Con el tiempo la historia cayó en el olvido, pero las mujeres que acudían al sanitario de damas, arriba de unas escaleras, dicen que ocurren cosas extrañas.
Una de ellas, “Estela”, dice que en una ocasión que fue a ese baño, el interruptor de la luz se apagó, no pudo encenderlo, a pesar de que lo intentó en varias ocasiones. “Era como si alguien lo estuviera presionando para que no lo pudiera prender. Al final sí la pude encender, enseguida la apagué y me salí. Fue muy extraño”, comenta. Luego de varios intentos pudo encenderlo y luego se retiró del baño, confundida por la experiencia.
Actualmente, el edificio es usado sólo en fechas importantes y no recibe a tantas personas como en el pasado.
Personal que laboró años atrás en Radio y Televisión Querétaro (RTQ) narra que en ocasiones no los dejaban grabar sus programas, pues se escuchaban que golpeaban en los muros, como si estuvieran haciendo trabajos de remodelación en las casas aledañas, aunque por el tamaño y grosor de sus muros es imposible que se escuche lo que los vecinos hacen en sus inmuebles.
Explican que en los estudios de grabación, situados al fondo del edificio, se escuchaban sonidos extraños cuando acudían a preparar su trabajo del día, haciendo que se retrasen en sus tareas diarias.
No todas las apariciones paranormales se presentan en los edificios antiguos del centro de Querétaro. Las construcciones modernas también son escenario de fenómenos paranormales.
La presencia de fantasmas de niñas es recurrente. Alberto, empleado en una empresa que tiene sus instalaciones en la zona de Centro Sur, narra que una ocasión experimentó una aparición en su trabajo.
Recuerda que una ocasión se quedó a laborar horas extras, junto con otros dos compañeros, hasta entrada la noche. El edificio donde se ubicaban sus oficinas era nuevo y apenas había otras dos empresas establecidas ahí, por lo que había muy poco movimiento en las instalaciones después de las 18:00 horas.
Ese día, Alberto terminó antes y dejó a sus dos compañeros en las oficinas. Él se dirigía a la puerta de las oficinas, cuyos muros eran cristales con una especie de microperforado que sólo permitía ver siluetas a través de los mismos.
Dice que ya en varias ocasiones, cuando alguien se acercaba a la puerta, se podía ver la silueta de los visitantes, pero esa noche la silueta era pequeña y vio que corrió hacia el cubo de las escaleras, en donde también se ubicaba el elevador.
Cuando abrió la puerta de las oficinas no escuchó ruido de alguien bajando por las escaleras, y cuando llamó al elevador, éste estaba en su piso, por lo que nadie lo había usado. Todo pasó muy rápido. Entre el momento en el que vio la silueta infantil y salió al pasillo no pasó ni medio minuto, tiempo insuficiente para que alguien bajara rápidamente las escaleras.
Al día siguiente, añade, se los comentó a sus compañeros, y fueron ellos quienes le dijeron que no era la primera ocasión que pasaba eso, que a ellos ya les había ocurrido una vez. No todos los fantasmas y las apariciones prefieren los edificios coloniales.