Comienza a llover en Santa María Magdalena. María Margarita, Maggie, para sus vecinos, observa el charco del agua que dejaron las últimas precipitaciones y que aún no termina de secarse.

La mujer, vendedora de ropa en su domicilio, ubicado entre Santa María Magdalena y La Aurora, señala que todos los años son iguales en la zona. Apenas comienza a llover y las aguas se quedan en las calles, en las casas, en sus vidas. No hay drenaje, dice Maggie, por eso las aguas no salen de las calles. Y esto ocurre todos los años.

Maggie puso frente a su domicilio un dique improvisado con tabiques. Para entrar a la vivienda hay que pasar por unas tablas que están húmedas por las recientes lluvias, las de apenas un día antes.

Un joven camina en la acera de enfrente, mientras un vehículo pasa lento por el charco de agua de la calle.

“Llovió mucho. Le he hablado a Nava, a todos los gobernadores. Si no fuera por esto que hice (el dique improvisado) se mete el agua. Es que no hay drenaje aquí. Desde dos cuadras, sobre la avenida Morelos y Ecuador se ve la tierra mojada. A la gente ni como ayudarla. Les pongo algo para que puedan cruzar para allá, pero no hay drenaje. Hasta que se consume”, indica.

Señala que teme a las lluvias. Pide a las autoridades, como Protección Civil, que les den unos costales de arena para ponerlos en la entrada de su casa, pero no le han hecho caso.

“Esto no es de ahorita. Tiene años. Tengo pruebas de como está anegada toda la calle. No es posible. Yo soy sola con mis hijas y con mis nietos.

“Una vez, hace tres años, llovió y estaba sola con una de mis hijas que tiene cáncer, y estábamos jalando el agua. ¿Cuándo íbamos a terminar? Nos tienen bien olvidados. No sé a quién pedir ayuda”, enfatiza la mujer.

Las calles de Santa María Magdalena y de la colonia La Aurora y Jardines del Valle muestran las huellas de las recientes lluvias. Las calles permanecen anegadas, con charcos por todos lados hasta pasadas las 14:00 horas. El cielo nublado, lleno de nubes grises, no augura que las condiciones cambien. De hecho, mientras Maggie habla, comienza una ligera llovizna que en minutos se convierte en una lluvia intensa que convierte las calles en grandes lagunas. Los coches transitan despacio por los encharcamientos. Algunos automovilistas desprevenidos pasan a toda velocidad, salpicando a los transeúntes que apuran el paso para llegar pronto a sus destinos.

Algunos más se refugian en las tiendas, verdulerías, farmacias, negocios locales, del barrio, cuyos encargados ven cómo la lluvia no deja de caer y amenaza con entrar hasta los locales.

Un vecino de La Aurora explica que hace algunos años se construyó un cárcamo en la zona, lo que ha evitado que esa colonia sufra inundaciones. No es el mismo caso para Santa María Magdalena, que por estar más abajo siempre sufre de inundaciones.

Recuerda que hace unos años eran comunes las inundaciones en La Aurora. Ahora ya no suceden, gracias a la obra hídrica que se hizo, aunque lamenta que sus vecinos de Santa María no corran con la misma suerte. Bastan unos minutos de lluvia intensa para que las calles queden inundadas. Muchas son empedradas, lo que complica que el agua fluya. Se queda ahí. La tarde amenaza con más lluvias que dejarán aun más agua.

Maggie dice que todos los años es lo mismo. “Siempre es lo mismo. Nos dicen ‘tienen luz, tienen agua’. Sí, está bien, pero vean las calles. Desde el fraccionamiento que hicieron en la otra calle hasta acá no tenemos pavimento. A quién le decimos. Que vengan a ver”, subraya.

No sólo la lluvia es un problema para Santa María Magdalena. La inseguridad también afecta a la población. Comenta que por la cercanía de las vías del tren hay muchas personas (no señala que sean migrantes) que deambulan por la zona, robando en las viviendas.

Muestra la malla ciclónica de su vivienda que muestra señales de haber sido violada. Unas láminas en la otra hoja de la puerta fueron colocadas para que a los delincuentes les cueste más trabajo entrar. Incluso, destaca Maggie, hace un año le robaron su cámara de vigilancia colocada frente a su casa.

Agrega que en la misma calle de Ecuador, hace un tiempo, las autoridades arreglaron un tramo de la vía, pero actualmente permanece nuevamente anegado. El cuidado debe ser constante, para que se conserve en buen estado.

Un joven estudiante intenta cruzar la calle de Maggie. No puede. El charco es demasiado grande y sus tenis lo van a resentir. Rodea el charco. Tiene que bajar de la acera y caminar sobre el arroyo vehicular. Es peligroso por los automóviles que pasan por la avenida.

Una calle antes de Ecuador, en Estrella del Norte, también el charco que dejaron las lluvias de la víspera comienza a crecer con las lluvias de ayer por la tarde.

“No ha llovido mucho tiempo, pero esto ya se está inundando”, dice un hombre que visita a un conocido en Santa María Magdalena. Prefiere subir a su vehículo y emprender el regreso al centro de Querétaro, antes de ser atrapado por una posible inundación.

La lluvia no dura más de media hora, pero deja suficiente agua en las calles para impedir el libre tránsito vehicular. En las colonias cercanas, como Galidas, el agua alcanza la misma altura que banquetas y guarniciones. Los conductores avanzan lento, ante posibles baches en la calle y que permanecen ocultos bajo el agua. Las lluvias apenas inician.

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