El negocio dedicado a las impresiones se aferra a no desaparecer. Con sus pocas herramientas lucha por subsistir en una era digital, donde lo mismo facturas que invitaciones para eventos hacen uso de las nuevas tecnologías.
Su futuro no parece muy prometedor: los clientes cada vez son menos e incluso en los últimos años el sector ha visto un desplome que les tiene a punto de la quiebra. Sin embargo, el cariño a su oficio prevalece.
Jorge Morales Fonseca es uno de estos pocos impresores que perviven en el tiempo, pues desde hace más de 30 años se dedica a esta labor. Inició como empleado y ahora sigue como empresario con su propio taller. Luego de mejores tiempos, reconoce que el giro comercial ha dejado de ser rentable y que se trabaja solo por amor al arte, pues hay ocasiones que ni siquiera alcanza para el sueldo.
Al frente de su imprenta, ubicada en el Centro Histórico de Querétaro, habla de las dificultades que diario enfrenta, como la escasez de trabajo y los compromisos de pagos por cumplir que no se detienen.
El sector ha sido golpeado severamente no solo por la pandemia, la agonía viene de años atrás con la digitalización de facturas por parte del Servicio de Administración Tributaria (SAT), y ahora las tecnologías le arrebatan el mercado de las invitaciones de eventos sociales.
“La tecnología, si bien ayuda y es importante, le vino a dar en la torre a lo convencional”, lamenta Jorge. Dice que estos cambios han provocado una caída de la actividad de hasta el 75%, lo que ha llevado a tener que prescindir de su personal, aunado a los altos incrementos en los precios de insumos.
“Antes de la pandemia ya había afectaciones por los cambios del fisco, porque todo mundo se compró su impresora para hacer su factura y antes se imprimían físicamente. A raíz de eso bajó mucho el trabajo, porque se fueron notas, facturas y todo lo que se imprimía para cualquier comercio.
“También a partir de la pandemia las invitaciones dejaron de hacerse, porque fueron dos años que ni siquiera había fiestas y cuando empezaron a abrirse, los salones lo hicieron con muy poca gente”, explica.
Recuerda que en los mejores tiempos se manejaban por cientos la impresión de invitaciones ya sea para bodas, quince años, bautizos o cualquier evento social multitudinario. En la actualidad se hacen sólo entre 10 y 30 invitaciones por evento, y el resto se hacen de forma digital.
Con estas nuevas condiciones, el mercado se viene abajo, aparte los materiales subieron tres veces más, como es el caso de la tinta, papel y solventes.
“Todo subió bastante a partir de la pandemia y esos incrementos no se pueden reflejar en el costo final del consumidor. A los clientes ya se les habían dado cotizaciones y luego de esperar te dirían ‘usted me había dicho tal precio y ahora es dos a tres veces más’, entonces prefieren hacer y enviar invitaciones digitales”, afirma.
En entrevista destaca que son personas principalmente de comunidades aledañas a la ciudad quienes siguen prefiriendo la impresión de invitaciones, pero también quienes acuden por algún recuerdo luctuoso para un ser querido.
“Las personas tradicionales sí siguen queriendo sus invitaciones físicas, e incluso lo que se siguió haciendo es el tema luctuoso, y que por aniversario quieren un recuerdito, como por ejemplo un separador. Creo que he hecho más de esos que de bodas y quince años”, reconoce.
Asimismo, y ante el avance de las tecnologías y la lucha por seguir con el taller abierto, Jorge Morales ha sumado a la oferta del trabajo de serigrafía la impresión digital, además de diversificar su actividad con el giro de papelería y souvenirs de eventos sociales e incluso ropa con los mismos fines.
“Tiene uno que variar para subsistir, pues se dejaron de hacer facturas, notas e invitaciones y para compensar se tienen los souvenirs de bodas, quince años y bautizos. Porque lo tradicional de calendarios y tarjetas ya no se vende tampoco”, precisa el impresor.
Las necesidades de hoy en día son distintas y el giro de impresión ha dejado de ser negocio al dedicarse sólo a ello, lo que muestran los pocos establecimientos de este giro que subsisten en el centro de la capital. Además de registrar un 25% de sus anteriores ventas, deben solventar el pago de rentas que no resultan económicas.
Para el empresario local el panorama económico “no pinta nadie bien”, no hay recuperación de trabajo, se arrastran deudas y los programas de apoyo que en su momento se implementaron por el gobierno federal y estatal, por impactos de la pandemia, simplemente no llegaron a quienes realmente lo necesitaban, acusa.
“La situación sí está muy complicada. Por ejemplo, cuando dieron los apoyos tenían ya sus listas, su gente. Nos mandaron con cajas de ahorro y bancos para recibir los créditos, pero no era seguro recibirlos; te pedían muchas condiciones y avales porque ya era todo directamente con las instituciones”, dice.
Mientras que en los apoyos del gobierno federal aseguraban que para la selección beneficiados se había realizado un censo, “pero por aquí, en la zona del centro de la ciudad, nunca pasaron”, refiere.