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Ángel Ceferino Reséndiz sueña con ser médico. Con 14 años de edad, estudia el segundo grado de secundaria. Ayer no fue a la escuela, pues acudió a recibir una beca para continuar sus estudios.
Él busca lo que escribió en unas grandes mamparas que se ubican en el lobby del auditorio Josefa Ortiz de Domínguez. Ahí se pueden leer los propósitos de los jóvenes que solicitaron una beca y la obtuvieron.
“Tener mi propia empresa”, “Viajar”, “Ser doctor”, se puedan leer, algunas con buena caligrafía, otras con apenas unos garabatos comprensibles. Pero todos son sueños y anhelos que tienen los chicos que desde secundaria hasta licenciatura, acuden por una beca.
La cita fue desde las 7:00 horas, dice Ángel. Son casi las 14:00 horas y sale junto con su familia, que lo acompañó, como a muchos otros chicos cuyos padres esperan, unos con ansiedad, otros con emoción, y muchos con impaciencia, la salida de sus hijos del auditorio.
Para aguantar el tiempo dentro del lugar, a la salida les brinda un refrigerio. Algunos de los muchachos, molestos por la larga espera, lo rechazan. La mayoría lo toma, pues ya hace hambre.
Ángel, estudia en la Secundaria Técnica 22, dice que se enteró de las becas por internet. Una ocasión buscaba información y supo de este programa, se inscribió y fue aceptado para recibir una beca. Dice que el proceso fue rápido, no tardó mucho.
El joven explica que le gustaría ser doctor, profesión que le llama la atención desde pequeño.
A pesar de que la entrega de becas fue desde temprano, después del mediodía, los jóvenes, muchos acompañados de familiares o de amigos, permanecen en las inmediaciones del auditorio.
Se quedan a platicar, esperan a sus amigos, aclaran sus dudas o acuden a los puestos de frituras y golosinas que se instalan alrededor del auditorio.
Al interior, la espera de la gente se hace pesada. Al auditorio sólo entran los jóvenes. Sus acompañantes, sus padres, en la mayoría de los casos, esperan afuera. Ven con ansiedad la puerta de salida, esperan ver a sus vástagos para poder retirarse del recinto, volver a la rutina del lunes, a sus trabajos, o regresar a casa a descansar y comer algo.
Pero vale la pena. Los jóvenes, cuando salen, lo hacen con una sonrisa en el rostro. Tendrán un apoyo para libros, pasajes, para lo que un estudiante necesita para su actividad, y que son necesarios.
Ángel explica que de su grupo sólo seis de sus compañeros acudieron a solicitar la beca. El resto dijo no necesitarla, que así estaban bien.
Una gran ayuda
Muchos sí respondieron al llamado. Saben que pueden ayudar a sus padres con sus estudios, que lo que reciban puede ser la diferencia entre seguir en la escuela y empezar a trabajar.
Ángel explica que esta beca le ayudará a comprar libros y algunos otros útiles escolares que necesita en la secundaria.
Sin embargo, dice que la entrega de los apoyos debería ser un poco más rápida, porque “estuvo tardado”. Dentro del auditorio —narra— los sentaron, hubo un espectáculo, luego los discursos, después un comediante, para posteriormente comenzar a llamar a los beneficiarios.
Para este fin tuvieron que llegar desde las 7:00 horas. Le dieron un justificante para su escuela, y no le contarán la falta.
Desde su punto de vista el país marcha bien, está en buenas manos. y el futuro para él y su generación es prometedor. “Está prosperando mucho México”, dice.
Indica que el principal riesgo para ellos como jóvenes son “las malas compañías” que los invitan a probar alcohol o algunas otras sustancias tóxicas, pero para eso deben de ser fuertes y abstenerse de todo vicio.
Isabel Soldara, madre de Ángel, dice que este tipo de apoyos los alienta para salir adelante, para continuar con sus estudios y con buenas calificaciones. Además, añade, como padres de familia es un apoyo, porque a veces se tienen que hacer gastos de último momento o imprevistos que no se tienen contemplados.
“De repente no contemplas cosas, y gracias a este apoyo es una ayuda importante que los motiva a seguir y decir que seguirán con el mismo promedio para el siguiente año y tener la beca”, añade.
Ángel, quien además de su madre es acompañado por su padre y su hermana, se retiran del auditorio. El joven va contento, y sus padres también lucen igual porque el esfuerzo y dedicación de su hijo rinde frutos.
Están a punto de terminar la entrega de apoyos. El estacionamiento del auditorio paulatinamente se queda vacío. Algunos, antes de irse, aprovechan las escaleras del Josefa para comer el refrigerio que les entregaron a la salida en bolsas de papel, luego de recibir su beca.
Ya pasaron horas de la ceremonia oficial, pero los jóvenes y sus padres siguen ahí. Algunos les hablan a sus hijos, para saber “¿cómo van?”. Otros esperan pacientemente a sus hijos salgan con el beneficio, otorgado en un tiempo en el cual los distintos órdenes de gobierno suelen dar apoyos en efectivo a diferentes sectores de la población.