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Cuando Fátima sube al colchón la tierra se detiene, el ruido en las gradas deja de escucharse, su visión se centra en su oponente y no se detiene hasta derribarla. La lucha olímpica llegó a su vida cuando tenía 13 años, tuvo que desarrollarse en esta disciplina debido al bullying que sufría en la escuela y hoy, 8 años después, es medallista centroamericana.
“Siempre he sido femenina y estudiosa, y siempre había tenido problemas de bullying, yo no sabía que mi papá había practicado lucha, un día tuve un problema con una compañera y mi papá les contó a mis tíos, ellos también habían practicado lucha y me dijeron que tenían que enseñarme a luchar. Mi familia hizo un equipo y al final mis hermanos y yo somos los que nos quedamos”, explica la atleta.
Rita Fátima Rojas Chávez es originaria del Estado de México, compite en la división de 53 kilogramos, y pese a su origen representa al estado de Querétaro en las competencias nacionales.
“Ningún otro estado me ha querido apoyar. Inicié en la UNAM, pero al fallecer nuestro entrenador hubo muchos problemas, de ahí nadie quería adoptarme, y aquí en Querétaro, Alexis Olvera me invitó, hablé con la federación y me integré”, afirma.
Actualmente estudia la licenciatura en Dirección de Cultura Física y Deporte, a través de una plataforma en línea con la universidad de Sonora, a la par entrena todos los días, ya que sus aspiraciones, dice, son muchas.
“Creo que soy una mujer con muchas aspiraciones, pero por lo mismo me presiono (ríe) en lo deportivo quiero unos Juegos Olímpicos y una medalla, una medalla mundial. En cuanto a la escuela, empezaré con unos cursos de inglés y quiero estudiar idiomas también, quiero ser entrenadora personal, tengo algunos proyectos para ir empezando”, explicó.
Una guerrera
Comenzó, como casi todos los deportistas élite, en una Olimpiada Nacional en 2014, donde obtuvo la medalla de bronce. Para 2015 fue campeona panamericana en la categoría cadete, y para el 2018, pese a ser juvenil, Fátima asistió a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, donde obtuvo la medalla de bronce, hecho que le valió para estar nominada al Premio Estatal del Deporte.
“Significó demasiado, hay veces que las cosas emocionales se conjugan, siempre he tenido la mentalidad de que cuando pierdo es para levantarme más fuerte, una de mis metas fue llegar a Centroamericanos, y ahora estoy en lo mismo, pero para Panamericanos”, comenta.
Fátima no tiene un cuerpo convencional, los músculos sobresalen entre su ropa deportiva, es un físico disciplinado, fuerte, y con hambre de triunfo. Ella es un poco bajita de estatura, pero bien dicen que la altura se mide de la cabeza hacia arriba.
“Lo primero es la seguridad conmigo misma, sentirme bien y a gusto, ya de ahí no importa lo que la gente me diga. He tenido compañeras que me han dicho que estoy muy fuerte, y yo bromeo y les digo que ese es el chiste. Me siento a gusto con mi cuerpo y es lo principal”, explica.
El camino ha sido difícil para la atleta, desde encontrar quien la quisiera apoyar en su deporte, lidiar contra envidias, acoplarse a una tierra ajena a donde ella creció, y adaptarse a trabajar sola, donde su familia es su único equipo, tanto en la vida como en lo deportivo.
“Ha sido difícil por los apoyos, al principio no los tuve, y también ha sido difícil porque la gente me critica por mi físico y piensan que soy payasa, aunque no me conozcan soy súper tranquila, pero hay mucha cizaña dentro de mi deporte. Pero creo que lo más importante es trabajar duro, si lo haces nadie te va a ganar, si te caes tienes que levantarte más fuerte”, menciona.
Ser mujer en este deporte de contacto también ha representado un gran reto, el papel de la mujer sigue cambiando en la sociedad y eso lo ha sabido aprovechar.
“Es un punto muy padre porque una de mis metas como persona es poder ayudar a las mujeres en esos aspectos. A mí me gusta ser luchadora porque me han dicho que tengo aspecto fuerte, y yo creo que todas las mujeres debemos ser fuertes en conjunto con nuestra feminidad”, afirma Fátima.
Sangre de campeona
La fortaleza es lo que la define , una mujer decidida, con disciplina y ganas de salir adelante.
“Todas las mujeres debemos valorarnos, querernos como personas antes que deportista, y acomodar las prioridades, con base en eso empezar a trabajar, ser campeonas en todos los aspectos de la vida”, explica.
Su núcleo familiar representa su apoyo principal en este camino rumbo al éxito, Fátima no solamente lucha por su objetivo, derriba a sus oponentes para honrar el trabajo de quienes están con ella haciendo sacrificios.
“Mis papás [Víctor Aarón Rojas y Rita Chávez], ellos nunca me dejan caer, mi papá siempre está conmigo, él es con quien trabajo a diario. Mi mamá me prepara la comida, me ayuda cuando estoy cansada, me da masajes, ella es todo. Mis hermanas [Daniela y Victoria] y mis compañeras de entrenamiento son más pequeñas, pero son grandes luchadoras. Alexis es una de las personas que me motiva mucho. Todo el equipo Rojas son mi apoyo”, argumenta.
A pregunta expresa sobre qué le diría a la lucha si esta fuera una persona, responde: “Le daría gracias por todo lo que me ha dado, por cambiarme como persona, tanto mentalmente como físicamente, por cada día que hace que me supere, que, aunque a veces odie lo que hago o aunque me duela, me hace más grande, le diría gracias por hacerme mejor persona cada día”.