Carlos Alfredo nunca había montado un caballo. Lo hizo por primera vez y se nota feliz. El joven, de 23 años, encuentra en esta actividad una forma de tener su mente ocupada en otras cosas, pues no sólo es montar al animal, también es ser responsable del mismo, cuidarlo, darle agua y limpiarlo.
Ricardo Servín González, responsable de un centro de rehabilitación en El Marqués, dice que la terapia con animales es muy positiva con las personas que buscan dejar atrás una adicción, pues “los hace más humanos, más tiernos y los tiene ocupados en otras cosas”.
Explica que en el centro de rehabilitación, que acaba de cumplir cinco años el pasado 3 de febrero, brinda ayuda a personas con alcoholismo y drogadicción. Explica que tiene alrededor de 100 personas, entre internos y externos, a quienes ha ayudado a salir de las adicciones. El tratamiento es de tres meses.
Comenta que él también fue adicto, hasta que su familia lo internó en un centro de rehabilitación, pues su madre no sabía qué hacer. Lo único que le pidió, en ese entonces, fue estar en un lugar donde no lo golpearan.
“Vivir en la calle, en las adicciones, es un infierno. Yo venía muy rebelde, muy beligerante y lo único que pedía era que no me golpearan, que no hubiera maltratos, y buscó [su madre] el mejor lugar, en Candiles. Me internó tres meses y recobre mi vida, mi integridad, con un trato digno. Decidí quedarme ahí y tiempo después, abrir mi propio centro”, narra.
En tanto, Alfredo da una vuelta al potrero donde aprende a montar; el caballo, de pelaje café y crines negras, es dócil, cabalga con suavidad, aunque ya lleva un tiempo siendo montado y comienza a sudar.
El instructor le dice a Alfredo que lo deje descansar, pero que no le dé agua de inmediato, pues está muy caliente y le puede hacer daño el líquido. Alfredo obedece la instrucción y le da un par de vueltas al animal, ya con la silla floja. Luego, lo saca del potrero y lo lleva a la caballeriza, donde le quita la silla y lo deja descansar.
Alfredo dice que estar junto a los caballos es un pasatiempo, “para no perder el tiempo afuera en la calle. Aquí me entretengo, me distraigo también con los caballos y dejo de pensar cosas malas”.
El joven vive en San Pedro Mártir, en la capital queretana, pero recorre de lado a lado la zona metropolitana para acudir al centro de rehabilitación y montar.
Alfredo confiesa que era adicto a la cocaína en piedra y a la marihuana: “Hubo un momento en el que no me importaba ya nada en mi vida. Hasta que llegué a este centro de rehabilitación, conocí al padrino Ricardo y me salvó la vida. Empecé a quedarme por un tiempo, como interno. Hasta ahora he decidido quedarme con él, ‘de media luz’. Así ha pasado el tiempo”, indica.
El joven se muestra entusiasmado con la idea de trabajar, pues siente gusto por los animales y para no pensar en cosas malas, mejor ocupa su tiempo y mente en algo productivo. Sonríe cuando recuerda su primera experiencia montando a caballo.
“Se siente bonito, nunca había montado a caballo. De hecho, me daban miedo, pero lo he perdido”, abunda.
Su familia lo apoya, le dicen que si es su decisión que lo haga y se empeñe en hacerlo bien. Alfredo estudió hasta el primer grado de secundaria, pero le gustaría retomar sus estudios.
“Todos necesitamos del apoyo de nuestros familiares, todos lo necesitamos, porque hay algunos a los que no nos hacen ni caso, y nos hace más daño, caemos más en la drogadicción”, señala.
Confiesa que comenzó a consumir sustancias a los 14 años, una edad muy temprana, que cada vez es más común entre niños y adolescentes. “Yo quería que me apoyara mi familia, pero como mi padre es un alcohólico también, nunca tuve consejos de él; de mi madre sí... Eso le diría a las familias: que apoyen a sus hijos, que les den un consejo, que no los dejen solos. Es lo peor que pueden hacer, dejarlos solos, porque cae uno más”, enfatiza el joven ahora rehabilitado.
El padrino Ricardo comenta que la idea de usar animales en la terapia de rehabilitación de los jóvenes con adicciones se le ocurrió luego de tener a un grupo de muchachos provenientes de Hidalgo, a quienes les gustaba montar toros y caballos, por lo que comenzó a estudiar los beneficios de tratar con animales, cómo el procurar y proteger a otro ser vivo hace a las personas más sensibles y tiernas, lo que ayuda en mucho a su rehabilitación.
Agrega que no sólo es el tratamiento para rehabilitar a los muchachos de sus adicciones. Se trata de reincorporarlos a la sociedad, que tengan oportunidades de empleo y desarrollo.
Alfredo deja al caballo en la caballeriza, pero de inmediato se acerca a otro animal, de color blanco, a quien acaricia en la cabeza. Éste, al sentir el contacto con el humano, estira el cuello, como una señal de confianza en quien lo acaricia. Alfredo lo mira y en su rostro surge una sonrisa.