Más Información
Los jugadores salen de la cancha, ríen e intercambian comentarios sobre la “cáscara” que acaban de sostener. Son adultos mayores que se reúnen a jugar al cachibol. “Esto nos mantiene activos”, dice Concepción Moreno, con más de dos décadas de practicar este deporte para los mayores y que les permite permanecer activos, reunirse con personas de su generación y hacerse compañía después de más de un año y medio en el encierro.
Aprovechan las canchas que por las mañanas están desocupadas, además de que su deporte no está considerado de contacto. Todos mantienen su sana distancia, y por el grupo de edad, ya todos están vacunados contra el Covid-19.
Los jugadores pasan el balón al equipo rival en esta variante del voleibol, pero en el cual, en lugar de pasar el balón de manera inmediata, lo toman con las manos para pasarlo a otro jugador y evitar que los miembros del equipo rival lo tomen para regresarlo.
Concepción está dentro de la cancha, junto con otros nueve jugadores, de los cuales sólo uno es hombre. La disciplina se divide en varonil y femenil, pero como este es un partido de práctica, se permite al varón tomar parte del mismo.
Los jugadores se sientan en una de las bancas a la orilla de la cancha en donde sostuvieron el encuentro, luego descansan tras el juego. Durante las mañanas las canchas son de ellos, se adueñan de los espacios.
Concepción explica que el cachibol comenzó aproximadamente hace 25 años.
“Yo tenía 51. Venía a hacer ejercicio. Entonces vino una maestra y dijo que un entrenador, Juan, quería apoyo para formar unos grupos de cachibol. Le dijimos ‘¿eso qué es?’ Nos dijeron: ‘Mejor vayan para que ellos les expliquen’. Nos explicaron y desde ese entonces nos gustó mucho”, recuerda.
“Este deporte se hizo para el adulto mayor. Ahorita ve jóvenes, pero la mayoría somos… bueno va por categorías. Fuimos muchos años a los Nacionales. Aquí, allá más allá. Tenemos muchos primeros lugares, bendito sea Dios. Pero ahorita por la pandemia estamos apagadas, nos hemos engordado y todo ha pasado”, indica Concepción con buen humor.
Comenta que su actividad física ha recibido apoyo de las autoridades gubernamentales. Ejemplo de ello, son los arcotechos en muchos espacios deportivos, que ayudan a estos jugadores para no estar a pleno rayo del sol jugando.
Apunta que gracias a este deporte ha logrado visitar varios lugares de Querétaro e incluso del país. Agrega que hay muchos equipos en diferentes zonas e instituciones en el estado. Antes, agrega, había equipos del IMSS, del ISSSTE, Plan Vida, La Cañada, Hércules y del Inapam, y las categorías son de 60-65, 65-70 y más.
Concepción dice tener 78 años, aunque aparenta menos edad. Juega en la categoría de 70 y más. “Nunca he jugado bien, pero me encanta estar aquí”, dice en tono de broma.
Destaca que su estado de salud es óptimo, que no le duele nada. Incluso, dice que la vacuna contra el Covid-19 “no le hizo” ningún tipo de efecto secundario. Es tanto su gusto por este deporte que a donde la inviten a jugar ella va. “Me encanta andar de chile frito. Ese es el vicio de muchas”, agrega.
Luego de año y medio de confinamiento por la emergencia sanitaria, volver a reunirse con sus amigos, con sus compañeros, les ha servido de mucho a los adultos mayores, quienes durante la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2 fueron de los sectores vulnerables.
Ahora llevan dos meses desde que retomaron los juegos, vuelven a su normalidad.
“Yo traía 10 kilos de más y ahora ya sólo son siete. Entonces sí le ayuda a uno. También ayuda a convivir, gritar.
“El problema antes era a dónde acudir para distraerse y jugar, en esos días cómo se desestresa uno; para ir, las únicas que estaban bien eran las canchas en La Alameda, las deportivas no porque estaban cerradas, y los niños en las vecindades ¿qué hacen?, ¿y a los adultos mayores quienes los sacan?, porque hay muchos que no pueden salir, que están encerrados. Por eso hay más enfermedades”.
“Ahorita nos quedamos y nos ponemos a desayunar, nos quedamos a jugar lotería, hasta la tarde. Bendito sea Dios. Ese es nuestro vicio. Ya no tenemos nada qué hacer, y si hay quehacer, allá lo dejamos”, subraya.
En diferentes horarios llegan los equipos de cachibol. Desde temprano los mayores practican esta disciplina, a la cual se pueden integrar de manera espontánea quien así lo desee.
Dice que incluso los sábados, cuando las canchas son ocupadas para torneos de basquetbol de las categorías juveniles, ellos se adueñan de unas bancas separadas, donde desayunan y juegan lotería. Asevera que en el cachibol todo se vale, desde gritar, cantar, jugar.
En su experiencia, dice que jugar este deporte le ha permitido conocer otros lugares del país. Recuerda que cuando jugaba en el Inapam los llevaron en una ocasión a Bucerías, Nayarit, donde jugaron en una ocasión; estuvieron una semana en ese lugar. Indica que se han divertido mucho.
“Son experiencias que uno nunca ha vivido. Yo que no trabajé, que no fui a la escuela, mire, mejor ahora me estoy dando esa oportunidad, y estoy muy agradecida. Aquí me crié, pero por las circunstancias me tocó un padre bien borracho que no tuve para unos huaraches, menos para unos tenis, pero ahora disfruto, voy y vengo, no gasto y me divierto al 100. Son experiencias muy bonitas que uno dice ‘¿cómo te pago ahora todo, Dios?’”, enfatiza.
Las jugadoras descansan y platican en una banca, algunas se despiden y toman el camino a casa, otras, las más, se quedan unos minutos más a disfrutar de la compañía, de la presencia de sus amigos. Son momentos para disfrutar su vida.