Más Información
Janet López dice que en cada proyecto de carpintería, oficio que aprendió desde hace ocho años, va parte de su alma y su esencia. En un principio fue complicado, pues en donde tomaba clases era la única mujer.
Muestra con orgullo un banco. “Fue mi primer trabajo”, dice orgullosa mientras lo toma y explica todo el proceso de elaboración, para lo cual aplicó varias capas de barniz para poder lograr el acabado que quería.
Junto con otros productores locales, Janet Zulema ofrece su trabajo en el mercadito que se instala los fines de semana en el Centro Cultural Manuel Gómez Morín. Alhajeros, mesas para computadora, espejos, portallaves, e incluso un cajón para zapatero, son algunas de las piezas que elabora la joven carpintera.
Narra que se interesó en el oficio de la carpintería porque le gusta jugar con las texturas, con las formas. “Puedes hacer todo lo que quieras con la madera. La misma madera te puede dar diferentes productos, dependiendo de lo que tú quisieras hacer”, indica.
Comenta que al iniciar los estudios de carpintería era la única mujer en toda su generación. Anteriormente había una alumna más, pero desertó.
“Los compañeros estaban muy preocupados en un inicio. Querían sacarme la madera, querían ayudarme a cargar y todo eso. Yo nunca había usado una herramienta en mi vida, pero no era para que me hicieran las cosas. Yo iba a aprender. A las dos o tres semanas se les empezó a olvidar y ya me dejaban sacar mis cosas.
Para mí fue un poco complicado, pero vas aprendiendo. Mi maestro, Gerardo Monroy, buscaba un trato igualitario dentro del salón de clases. Nos regañaba igual a todos (ríe) y nos enseñaba de la misma forma. Había trato similar para los hombres y para mi, nos dejaban trabajar a gusto. Podíamos intercambiar opiniones y sugerencias”, indica.
Janet recuerda que estudió carpintería en la Escuela de Artes y Oficios de Querétaro, donde en el taller no había más alumnas, pero al momento en el que se graduó, la escuela ya contaba con un mayor número de mujeres dentro de su comunidad estudiantil.
La carpintería está en las venas de Janet, pues su abuelo fue carpintero, pero nunca les enseñó a sus hijas, incluida su mamá. “Ya no trabajaba (su abuelo) de carpintero cuando yo nací, pero decían que era muy bueno. Le enseñó a sus tres hijos hombres, pero a sus ocho hijas no les quiso enseñar, era un oficio muy exclusivo de los hombres”, comenta.
Subraya que incluso a la fecha cuando va a alguna ferretería a comprar material o alguna herramienta, le niegan cosas o le inventan cosas de los productos que quieren vender en los negocios, a pesar de que ya hay muchas mujeres que han abrazado este oficio.
Janet realiza sus actividades en un taller que tiene en la casa de una de sus hermanas, donde elabora los productos, compra sus insumos con proveedores locales, para ser más eficiente en su producción.
Asevera que no tiene un tiempo definido para trabajar, pues trabaja por proyecto. Por ejemplo un juego de portavasos —juego de seis vasos— puede hacerlo en un día.
Precisa que hay muchas cosas que le gustaría hacer con la madera. “Hay muchos diseños que te gustaría hacer, pero a tu manera, modificarlo, cambiarlo, o simplemente imitarlo.
Tengo ganas para mí de muchas cosas (ríe). Hay, por ejemplo, un librero que tiene para revistas. Me encantaría tenerlo, pero no tengo espacio, ese sería bueno hacerlo y venderlo. Hacerlo por gusto, pero esto también se tiene que ver por demanda. Si vas a hacer un producto tienes que pensar si alguien lo va a comprar”, enfatiza.
Los visitantes del Gómez Morín caminan entre los puestos, llegan hasta donde están los productos de Janet se detienen, observan, toman los productos que llaman la atención. El cajón de zapatero es de las piezas que más atraen. Los portavasos, por su practicidad, también atraen las miradas de la clientela.
Janet dice que le gustaría que la carpintería fuera un modo de vida, pero incluso su maestro les decía de manera constante que esto no era un modo de vida, pues nadie quiere pagar el producto por lo que realmente vale.
“Tú inviertes en madera, en material, pero le dedicas mucho tiempo. Le dedicas detalles, es una creación, entonces la gente, por lo regular, no lo ve como algo por lo cual debería de pagar mucho dinero No importa si le dedicaste un día o una semana a la creación, lo que importa es ver si alguien te lo va a comprar”, abunda.
La carpintería, recalca, es como un gusto que se da la gente para tratar de hacer lo que le apasiona. Dice que no es como antes, como el caso de su abuelo, que gracias a su trabajo de carpintero, pudo a sacar a su familia adelante, siendo él solo el sustento de su casa.
Actualmente, asevera, hay muchos productos que son de triplay, o de otros materiales que son más desechables, que dan bonita vista, y duran cinco años, ocho si tienen buen trato, cuando los artículos de madera son más durables.
Janet sabe que de la carpintería no se puede vivir. En su caso, es maestra en una universidad y es periodista, pero la carpintería es como una expresión artística para ella. “Es la creatividad que puedes poner en cada una de los piezas”, puntualiza.