El hombre entra a la casa de empeño y se dirige de inmediato a donde están las computadoras. Observa las que están en los anaqueles de metal, junto con pantallas, bocinas, reproductores de DVD y Bluray que personas, en un momento de apremiante necesidad fueron a empeñar, no recuperaron y ahora se rematan al público.
Otro hombre, un adulto mayor, entra con la intención de empeñar una máquina de coser. Los empleados, sin siquiera voltearlo a ver, le dicen que no saben si pueden aceptar el artículo. Luego de una consulta, uno de ellos le dice que necesitan verla, para saber si vale la pena.
En otro espacio de exhibición se muestran los teléfonos celulares. Hay de todas las marcas y las gamas. Desde muy económicos, hasta los muy caros. Los dispositivos móviles son de los objetos que más se exhiben y que más lleva la gente a empeñar.
También destacan las pantallas planas, que se pueden adquirir por sumas módicas que van desde los 2 mil 500 pesos. Las bocinas y los DVD también “acumulan polvo” en espera de los compradores.
Los artículos en exhibición son los que sus dueños ya no fueron a reclamar. La tienda se queda con ellos y para recuperar su dinero los pone a la venta.
Otro hombre ingresa al local. Se dirige a las computadoras. Luego de un par de minutos de verlas sale del negocio. No lo convencen los modelos o los precios. Son pocos los artículos de este tipo que hay a la venta. Muestra que por el sitio en el que se ubica la tienda que son objetos poco usuales. Abundan, eso sí, las bicicletas y los montables para niños.
Llega un hombre al negocio. Saluda a los encargados y les dice que viene a recuperar el artículo empeñado. De uno de sus bolsillos saca un billete arrugado de 50 pesos y lo extiende a uno de los jóvenes empleados. Le dice que espere, que le extenderá un ticket, para que sea el comprobante de que saldó la deuda y que se puede llevar su prenda. Se trata de una bicicleta. El hombre toma el artículo y se retira a toda prisa. Se niega a hablar. Voltea a ver al interior del negocio mientras cruza la calle entre los vehículos particulares y transportes públicos que por ahí circulan.
Adentro, el hombre de la máquina de coser negocia con los encargados, quienes indiferentes esperan el momento de negociar. La boca del hombre se seca. No es fácil acudir a uno de estos sitios que, tradicionalmente, tienen fama de no ser muy justos con los clientes que acuden a dejar sus objetos de valor.
El trato y las formas de negociar no son diferentes. En la mayoría de los casos son similares. Primero un “no sé si me convenga”. Luego un “tiene que estar en buen estado”. Después un “le puedo ofrecer sólo tanto”. El proceso puede demorar unos cuantos minutos hasta más de 20. Depende del ánimo negociador del encargado, como de la ansiedad del pignorante.
Las casas de empeño ubicadas en zonas populares son, por lo regular, las que ofrecen préstamos menos jugosos a la gente que acude a ellos. Por la cercanía y muchas veces por la premura, éstas se convierten en la primera opción para empeñar artículos.
En este temporada de principio de año, luego de las fiestas decembrinas, las reuniones familiares y los gastos de la época, los clientes se multiplican. Acuden a empeñar la pantalla que quizá compraron durante un Buen Fin, o el regalo del año pasado.
No todos acuden por una deuda o para paliar la llamada “cuesta de enero”, pues además de quedar sin dinero, hay que hacer frente a los aumentos de precios que se registran cada inicio de año.
El lugar favorito por muchos años de los mexicanos para empeñar sus pertenencias era el Nacional Monte de Piedad. En Querétaro se ubica en el primer cuadro de la ciudad. Este sitio lo usan en su mayoría para el empeño de joyas. Mientras que las casas de empeño menos famosas son usadas para el resto de los artículos. Todo lo que se pueda empeñar.
En avenida Zaragoza una casa de empeño tiene movimiento todo el tiempo. Antes del mediodía ya pasó por ella una decena de clientes que fueron a pagar intereses de sus préstamos o refrendar su prenda para no perderla y que termine siendo vendida.
A diferencia de la otra casa de empeño, en esta abundan las computadoras, tabletas, móviles y cámaras fotográficas. También hay joyería, pantallas y otros electrodomésticos; incluso, hay instrumentos musicales.
El perfil y la calidad de los productos es diferente, aunque la negociación es similar. El número de empleados es mayor y el proceso para empeñar está más sistematizado. Todo se hace a través de una base de datos.
Los precios aquí aumentan. Mientras en la casa de empeño ubicada en un barrio tradicional de Querétaro los artículos son más baratos y se ven en algunos casos de menor calidad, en el local de Zaragoza todo luce más ordenada, más limpio y de calidad.
Los pasillos para “echar un ojo” a los artículos son más amplios, el lugar está bien iluminado y el trato de los empleados es más cortés. Sin embargo, los clientes son los mismos.
Entran con cierta pena, sus labios se secan y sudan de nervios. Esperan obtener una buena suma por alguna joya, un artículo electrodoméstico o un celular. Suma que los saque de un apuro o que les permita llegar a la quincena.