“Es una enfermedad muy rara. Muy rara”, dice Carolina sobre el Covid-19. En su familia, tres de sus integrantes ya se contagiaron de este padecimiento, menos ella, quien recientemente se hizo la prueba en un laboratorio particular y, contra todo pronóstico, dio negativo.

La visión que tenía de la pandemia cambió para Carolina, de 27 años de edad, cuando sus familiares enfermaron.

Ya no eran números de contagios, de muertos. Ahora su familia era parte de esta estadística. “Ya no sólamente es ver los números, tú te conviertes en un número, en una cifra. Para mí ha sido de mucho aprendizaje. De por sí sentía coraje por la forma tan irresponsable de la gente de salir sin cubrebocas en la calle. El virus llegó en un momento a casa”.

Todo inició para Carolina y su familia en los últimos días de octubre. El 23 de ese mes su hermano menor comenzó a sentir una sensación extraña, un aroma como a peróxido. Ya en la noche de ese mismo día comenzó a empeorar, que sentía frío, no podía respirar bien y comenzaba a sentir cerrada la garganta.

Su padre, al ver los síntomas de su hijo, llamó a la línea Covid, donde le comentaron que los síntomas eran sospechosos, por lo que le recomendaron que al otro día acudiera a hacer la prueba para detectar la presencia del virus SARS-CoV-2.

Así lo hizo. Tres días después se confirmó el resultado positivo. Al conocer la noticia, su padre comenzó a preocuparse sobre la salud y evolución de su hijo. También le dijeron que al estar en contacto con el paciente, lo más seguro es que todos en la familia fueran positivos, por lo que no era necesario que se hicieran la prueba. Les pidieron aislarse de 14 a 15 días, sin salir de casa, pedir medicamentos a domicilio, al igual que los víveres.

A los pocos días, su madre comenzó con algunos de los síntomas: malestar generalizado, escurrimiento nasal, tos seca de manera esporádica, además de diarrea. Luego, su padre comenzó a experimentar el cuerpo cortado, como si fuera una gripa. En el caso de ella, sentía algunas molestias durante la tarde-noche. Por las mañanas se sentía ya bien.

Cuando sus padres comenzaron a perder el olfato y el gusto, las sospechas se hicieron realidad. Tenían Covid-19. Carolina dice que nunca perdió el olfato y el gusto, así como el apetito. Sus padres y su hermano sí presentaron los síntomas de manera más severa, como cansancio, dolor de cabeza y malestar generalizado.

Su padre se empezó a sentir peor durante la primera semana de aislamiento domiciliario. Eran dolores de cabeza constantes, que no se quitaban con nada. Después perdió el apetito, los alimentos no tenían sabor. El no comer bien y tomar muchos medicamentos le provocaron reflujo gástrico. Después comenzó a tener problemas de oxigenación.

Con ayuda de un oxímetro y con la asesoría del personal de la Línea Covid les decían cuándo era peligrosa la falta de oxigenación. Además de que su temperatura subía y bajaba.

El 2 de noviembre su hermano comenzó a sentirse mal. Buscaron opciones de hospitalización. Acudieron al seguro de gastos médicos mayores que tiene la familia y seleccionaron una opción, aunque en ese lapso su padre comenzó a sentirse muy mal, por lo que entonces no sólo era buscar una opción de hospital, ya eran dos.

Para fortuna de su hermano, sólo había sido un cuadro de ansiedad, algo que presentan los pacientes con Covid-19.

Su padre, en cambio, se quedó internado, debido a que presentaba un cuadro más complicado, por la baja oxigenación, así como por una bacteria “oportunista” que atacó sus pulmones. Estuvo seis días internado, del tres al nueve de noviembre.

Luego de darle el alta en el hospital tuvieron que buscar un tanque de oxígeno, que en estas fechas, por la demanda debido a la emergencia sanitaria, aumentaron de precio, llegando hasta los 50 mil pesos. Optaron por rentar un concentrador de oxígeno durante las dos semanas que necesitaría su padre de oxigenación en casa, 24 horas al día.

Carolina, contrario a todos los pronósticos, cuando se hizo la prueba para detectar el SARS- CoV-2 dio negativo.

Ella no tenía el virus, no se contagió a pesar de que en su casa no tomaron las medidas de distanciamiento para evitar que ella fuera un contagio más.

“Mis papás no quisieron tener aislamiento porque dijeron que mi hermano se iba a sentir como rechazado. Por esta razón mis papás optaron por no hacerlo y convivir todos; yo estuve conviviendo con ellos sin ninguna medida de prevención, sin usar cubrebocas. Con un caso positivo, todos íbamos a ser positivos a Covid. Las medidas de limpieza se siguieron, pero no fueron extremas”, apunta.

Sin embargo, los síntomas aunque leves, sí los tuvo. Cuando le dieron la respuesta de sus resultados se sorprendió porque tuvo siempre mucho contacto con sus familiares.

Carolina agrega que algo muy importante durante el aislamiento fue no perder el ánimo. En su familia siempre estuvieron juntos, siguiendo sus actividades diarias, haciendo bromas para no “caerse” moralmente.

Actualmente, están a una semana de dar de alta a su padre. La madre y el hermano de Carolina superaron la pandemia. Su padre está a punto de hacerlo. Sentir en carne propia el “golpe” del SARS- CoV-2 los cambió a todos.

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