Juan Manuel Granados se siente orgulloso de su labor. Además de brindar empleo a varias personas, ayuda con el reciclado de materiales a conservar el medio ambiente, así como a mitigar el impacto de la actividad humana, separando desechos que pueden volver a ser usados.
Ubicado en La Pradera, en El Marqués, La Chatarrera recibe casi cualquier material que se pueda reciclar. “Plomo, no”, dice Juan Manuel, pues es un material que requiere de mayor cuidado para su manejo.
En la parte alta del local una decena de bolsas con botellas de PET y costales con latas de aluminio esperan para ser transportadas a otras empresas que disponen del material.
Explica que llevan tres años en la zona. Reciben aluminio, fierro, bronce, cobre, PET cristal, entre otros materiales se pueden reutilizar y son valiosos para la industria. “La gente llega, se le pesa el producto, y vemos el material. También recibimos cartón, el PET cristal, que trae un triángulo con un número uno.
Explica que otros tipos de PET también los reciclaban cuando estaban dentro de un programa con una empresa que les daba a cambio de este material productos de limpieza, pero dejó de funcionar.
Juan Manuel se disculpa. Dice que el lugar está desordenado, pero en realidad todo guarda un orden para el ojo conocedor. Le pide a uno de los trabajadores, a Don Chema, que le pase unas pinzas de presión. Sin tardanza, el hombre busca en un montón de material la herramienta.
En la báscula los resortes de un colchón son pesados para conocer su valor. En costales, separados de acuerdo a su tipo, están aluminio, bronce, cobre (dividido también por su calidad) y fierro. Más al fondo, hay una bodega de cartón. “Esa la acabamos de vaciar en la mañana. Sacamos el cartón sábado y lunes”, dice.
El encargado del centro explica que para reciclar y vender los materiales se requiere de un proceso. Tienen que desarmar las piezas o los artículos para poder dividir los subproductos.
“Los tenemos que desbaratar, para poderles sacar lo que traigan, que puede ser fierro, plástico, cobre. Hacemos la separación. Los juntamos en una cantidad más grande y los llevamos a otras recicladoras”, abunda.
Dice que tiene varios lugares a donde vender ese material, ubicados en diferentes partes de la ciudad. El fierro, bronce, cobre y aluminio, se vende cada semana. De PET se venden de dos a tres toneladas mensuales.
En el suelo hay un motor de automóvil que espera ser cortado. Muchas de las piezas ya se quitaron. Indica que los materiales deben ser cortados en pedazos pequeños, pues de otra manera no lo reciben en los centros de reciclado.
Añade que al día llegan entre 50 y 100 personas a vender sus materiales. La mayoría son latas de aluminio y PET. Sus clientes, dice, son de todos los estatus sociales. Llegan clientes de El Campanario, de la Universidad Anáhuac, gente que se dedica a recolectar de casa en casa los productos.
Destaca que la preocupación por conservar los recursos y evitar mayor daño al medio ambiente provoca que mucha gente no llegue a vender los materiales, los llegan a dejar, sin pedir compensación económica.
“Hay gente que no viene y lo vende. Viene y lo dona, por hacer algo por la Tierra. No lo ven como negocio, lo ven sólo como reciclar. Hay gente que dice que sólo con el hecho de cumplir con reciclaje se dan por pagados”, refiere.
Juan Manuel muestra un mini congelador de cerveza, como los que existían hace un par de décadas en las tiendas, donde las caguamas se enfriaban con hielo en los refrigeradores de lámina que se colocaban al alcance de los compradores.
Explica que el congelador lo reparó de la parte de abajo, pues estaba “picado” el metal. Lo arregló colocando una placa de metal. Aún falta por terminar y detallar, añade, pero piensa terminarlo.
También muestra un reloj que alguien fue a dejar como desperdicio y que se puede usar. La gente desecha muy pronto sus cosas.
Manuel Granados comenta que para evitar problemas con los vecinos siempre trata de tener ordenado tanto el frente como el interior del local, para que no dé mal aspecto o se puedan generar malos olores. Asegura que están adaptando el centro de reciclaje para hacerlo más amigable y que los trabajadores tengan mejores condiciones laborales.
Uno de los trabajadores muestra cómo separa el cobre del fierro en una pieza mecánica. Uno a uno saca los cables de cobre y los separa del fierro. Juan Manuel explica que es sencillo identificar cada material aunque estén pintados. El fierro es magnético. Aluminio, bronce, cobre y otros, no. Los imanes en su negocio son parte de la materia prima.
Precisa que el negocio es como cualquiera. Hay días buenos y hay días malos, pero en términos generales el trabajo siempre es constante y genera empleo para varias personas que le ayudan.
El trabajo es arduo y pesado, pero para los hombres que trabajan separando los residuos es satisfactorio. Con su labor ayudan a salvar al planeta, reducen el impacto de las actividades humanas en la Madre Tierra, además de “ganarse una lana” durante el proceso.