El niño, de unos cuatro años, extiende el brazo izquierdo descubierto a la enfermera, quien aguja en mano se acerca para aplicar la vacuna contra la influenza. Valiente, el menor que dice llamarse Arturo, soporta estoico el momento en el que la jeringa entra en su músculo. Son apenas unos segundos, y la gente, en su mayoría adultos mayores que esperan su turno para vacunarse contra esa enfermedad, aplauden al menor, quien se coloca a un costado, donde masculla un “sí duele”.
La gente se agolpa en el módulo de vacunación. La ciudadanía responde a la convocatoria para vacunarse contra la influenza. Los adultos mayores acuden en compañía. Algunos acuden en pareja. Otros, con algún familiar o vecino.
Desde temprana hora, de acuerdo con una de las encargadas de atender el módulo de vacunación, la gente llega para inmunizarse, contrario a otros años, en los cuales los ciudadanos no solían acudir en masa a estos sitios, dejando “para después” el proceso.
Este año, con la emergencia por el virus SARS-CoV-2, nadie quiere dejarlo pasar.
Sin embargo, dice la trabajadora de la Ssa, sólo vacunarán las primeras dos semanas a adultos mayores, niños menores de cinco años, personas con enfermedades crónico-degenerativas, como diabetes, hipertensión, cáncer, VIH, obesidad mórbida, así como a personal sanitario.
Pese a ello, llegan otras personas que no pertenecen a este sector de la población. “Como trabajadores de la Salud no podemos negarles la atención, aunque les expliquemos que dentro de dos semanas podremos vacunar a toda la población. Si nos negamos a vacunarlos dirán que no queremos hacerlo”, explica, al tiempo que pide comprensión y empatía a la ciudadanía. “Hay que pensar en quienes más lo necesitan. Hay que pensar en quienes están en mayor riesgo”, remata.
La mujer se ve estresada. Muchas personas llegan a preguntarle a partir de qué hora están vacunando, qué días y quienes pueden acudir al módulo. Explica, mientras llena los comprobantes de quienes ya se vacunaron o de quienes llevan su cartilla de salud.
“Imagina cuando ya sea la vacuna del Covid-19. Sería un milagro y habría más gente”, señala, al tiempo que saca un cigarrillo de la cajetilla y se retira un poco para fumar. No hay mucho tiempo para descansar. La enfermera que está a cargo de vacunar apenas tiene tiempo para decir que el jueves, primer día de la campaña de vacunación, acudieron cerca de 300 personas a inmunizarse. El viernes, antes de las 14:00 horas, cuando en teoría ya deben de parar actividades, ya llevan 280 personas y en la fila todavía hay al menos 70 esperando su turno.
El proceso lleva menos de tres minutos, desde que la enfermera se desinfecta las manos, toma la jeringa, la abre, toma un frasco con la vacuna, llena la jeringa, limpia con algodón húmedo en alcohol el brazo del paciente, clava la aguja de la jeringa en el brazo, inocula el biológico, saca la aguja, coloca el algodón en la punción y da las buenas tardes.
“Es muy eficiente”, dice David Ramírez, hombre que fue a vacunarse la mañana del viernes, pero que el mismo día por la tarde lleva a su esposa para que se inmunice. No pudo acudir en la mañana porque se está recuperando de una operación en la cadera, dice el hombre, quien espera el turno de su mujer, y observa a la dedicada enfermera que no para un minuto.
La escena de unos minutos antes, cuando los presentes ovacionaron a un menor que no lloró cuando fue vacunado, se repite. En esta ocasión, una niña se descubre el brazo para ser inmunizada. Apenas si su pequeño cuerpo brinca al sentir la aguja, pero resiste, mientras los adultos mayores, en una especie de instinto colectivo de abuelo, aplauden y lanzan “urras” a la pequeña que, valiente, pasó por el piquete.
En tanto, David explica que lo motivó a vacunarse la edad (67 años), y el riesgo que hay en estas fechas por el Covid 19.
Agrega que es importante que los ciudadanos hagan lo que está en sus manos para cuidarse, como usar cubrebocas, no salir más que para lo necesario, guardar la sana distancia y evitar las reuniones, pues de nada sirven todas las campañas de gobierno si la ciudadanía no sigue las recomendaciones.
La esposa de David es vacunada y camina hacia él. La mujer saluda amablemente y se acerca a su esposo. El hombre dice sin dudarlo: “Sí, cuando haya vacuna contra el Covid me la pondré”. Si la pregunta se hiciera a todos los presentes, esa sería la respuesta de la gran mayoría. Todos esperan una vacuna contra el Covid, con la esperanza de que no sea tarde para nadie.