Claudio Tadeo Becerra Silva recuerda el 29 de diciembre de 2018 como el día que marcó un antes y un después en su vida. Esa noche, tras salir de trabajar como mesero en un bar, un conductor en estado de ebriedad impactó su vehículo en Avenida de la Luz, al norponiente de la capital queretana. El accidente fue devastador: múltiples fracturas, lesiones graves en el rostro y una experiencia cercana a la muerte; pero de ese momento oscuro surgió una vocación transformadora.
“Desperté en el hospital sin saber cómo había llegado ahí. Al principio, la confusión y el dolor se mezclaron con una profunda depresión. Me preguntaba por qué había sobrevivido si todo lo que había construido se vino abajo: mis estudios, mi trabajo, mi música. Incluso llegué a reprocharle a mis padres por no haberme dejado morir”, relata Claudio.
El accidente también lo obligó a pasar el Año Nuevo en cama y enfrentarse a semanas de recuperación dolorosa, en las que perdió no solo su estabilidad física, sino también la oportunidad de titularse como ingeniero; a pesar de ello un pensamiento germinó: si había sobrevivido, debía haber una razón.
El inicio de un camino altruista
Entre terapias psicológicas y reflexiones, Claudio decidió convertir el sufrimiento en acción. Inspirado por su experiencia inició una misión con su familia: dar cenas y apoyo a quienes enfrentan situaciones difíciles, especialmente en fechas como Navidad y Año Nuevo.
“La primera vez preparamos tamales, los llevamos a los hospitales y las calles. Con el tiempo este movimiento ha crecido, y ahora más personas se suman, amigos, conocidos y hasta motoclubes nos apoyan. Organizamos cenas en familia y repartimos juguetes y alimentos para quienes lo necesitan. Es nuestra manera de decirle a la gente que no están solos”, comparte.
El motoclub Abismos, por ejemplo, ha sido clave en estos esfuerzos; el año pasado escoltaron la camioneta familiar mientras repartían cenas calientes en el Hospital General, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Hospital del Niño y la Mujer, antes de trasladarse al centro de Querétaro para apoyar a personas en situación de calle.
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Claudio recuerda un momento particularmente emotivo: “Le dejé una torta a una persona que dormía en la calle y, mientras caminaba, me abrazó por detrás y agradeció. Empecé a llorar de alegría. Te hacen ver lo valioso que es compartir con los demás”.
La experiencia no solo es especial para Claudio, sino también para su familia. Ángeles Silva, su madre, rememora el difícil momento en que su hijo estuvo al borde de la muerte y cómo eso la llevó a comprometerse con esta causa.
Aunque su hijo era quien enfrentaba la batalla médica, ella y sus familiares descubrieron que la vida fuera del hospital presentaba enormes retos.
Entre días sin dormir y preocupaciones constantes, se encontró con una dura realidad que afecta a muchas familias: la falta de recursos básicos.
Cuando su hijo estaba internado ella recibió empatía de desconocidos que se acercaron para dar comida. Ese acto marcó en ella el propósito de devolver el apoyo que algún día recibió. Desde entonces dedica su tiempo y esfuerzo a ofrecer comida y acompañamiento a quienes sufren situaciones similares.
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La frustración de no poder ir más allá
A pesar del impacto positivo de su labor, no todo ha sido fácil. Claudio rememora una ocasión en la que, durante la entrega de regalos, un niño quedó sin juguetes. “Se me hizo un nudo en la garganta. Fue la única vez que me sentí insuficiente. Pero me motivó a esforzarme para que eso no volviera a suceder”.
Hoy, después de seis años, el movimiento encabezado por Claudio, su mamá y su abuela se mantiene vivo, apoyado por la generosidad de quienes se unen espontáneamente. Todo, desde los alimentos hasta juguetes, es resultado de donaciones o dinero de su bolsillo. No esperan que los demás colaboren, pero se emociona al ver solidaridad.
Para Claudio, las cenas no son solo una forma de alimentar a quienes más lo necesitan, sino de compartir esperanza y aliviar momentos de angustia. “Sé lo difícil que es esperar afuera de un hospital. Si al menos podemos quitarles una preocupación, como no tener qué comer, hemos hecho algo bueno”.
Claudio demuestra que en los momentos más oscuros es posible encontrar luz. Su historia de resiliencia y compasión es una lección de cómo convertir la adversidad en una oportunidad para hacer el bien.