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Parece una escena de dos años atrás: la gente pasea por el primer cuadro queretano. Las familias caminan juntas, los turistas se toman selfies con las Catrinas instaladas en la calle Madero, otros más compran guajolotes y buñuelos en los puestos instalados en las inmediaciones del jardín Zenea, pero algo recuerda que nada es igual: todos llevan cubrebocas; al menos, la mayoría. La sociedad aún lucha contra el Covid-19, pero quiere salir a conmemorar las festividades de Día de Muertos.
El movimiento, tanto en el jardín Guerrero, donde se instala el tianguis de Día de Muertos, como en la calle de Madero, donde se colocaron Catrinas entre las calles de Allende y Juárez, es copioso.
Luego de que el año pasado no se pudieran instalar, este año los comerciantes esperan tener buenas ventas. En el jardín Guerrero algunos dicen que sólo les permitieron instalarse la mitad de los días, para dar oportunidad a otros vendedores de instalarse. No todos los puestos están abiertos al público.
“Ya es algo, ojalá podamos vender”, dice una mujer proveniente de Celaya, Guanajuato, quien vende muñecas y esqueletos de cartón, así como otros juguetes tradicionales.
Las tradiciones mexicanas se mezclan con las extranjeras, que en ocasiones ya parecen propias. Junto con las típicas calaveras de azúcar, se encuentran las máscaras para los disfraces de Halloween.
Los vendedores de estos artículos tienen una respuesta unánime cuando se les pregunta cuál es el disfraz más vendido: el del Juego del Calamar. “Se han vendido bien”, comenta uno de los vendedores, quien agrega que ahora las máscaras de actores políticos no están presentes, como en otros años. “Yo respeto a mi Presidente”, agrega cuando se le pregunta por máscaras del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Las personas también se detienen a observar el altar instalado frente al antiguo palacio municipal, dedicado este año al cronista Andrés Garrido del Toral, fallecido en meses pasados. Las fotos de propios y extraños no se hacen esperar e inmortalizan el homenaje al historiador, que se prolonga a la calle de Madero, donde hay Catrinas con imágenes del cronista.
Sobre el mismo andador, pero frente a la Fuente de Neptuno, más puestos ofrecen calaveritas de azúcar, pan de muerto y maquillaje para pintar los rostros de Catrinas o catrines, según sea el caso.
No sólo se benefician los comercios ambulantes. Los establecimientos fijos también tienen expectativas grandes de ventas. La cantidad de personas que son atraídas por la ofrenda y los adornos colocados en Madero. También, atraídos por la gente, llegan artesanos indígenas, quienes sentados en los costados de los locales fijos ofrecen sus trabajos a los visitantes.
Ahí, un grupo de turistas extranjeros aprovechan para tomarse algunas selfies. No llevan cubrebocas. Luego de tomarse las fotos se marchan divertidos, y sin cubrebocas. Quienes los ven avanzar hacia ellos “les dan la vuelta”, tratan de mantener distancia. Prefieren las precauciones.
Al llegar al jardín Zenea, la parada en los puestos de comida es obligada. La oferta es variada, aunque se nota que la pandemia sigue presente, pues los puestos no están tan juntos como en años anteriores. Entre puesto y puesto hay un par de metros de distancia, por cuestiones sanitarias. Como en el caso de los vendedores instalados en el jardín Guerrero, los del Zenea comentan que las ventas no han sido las de años anteriores, pero no han sido tan malas.
El olor a los antojitos recién hechos vuelve al centro de la ciudad, al igual que los turistas y locales que salen de su encierros, que confían en que las vacunas los van a salvar en caso de contraer el virus SARS-CoV-2.
Incluso, en algunos lugares se olvida la sana distancia, como es el caso de los clientes de los bancos, que esperan en filas “cerradas”, para evitar que algún “distraído” ingrese antes que ellos al banco o al cajero.
El tránsito en el centro, ya de por sí complicado, se vuelve aún más. El cierre de Madero y 16 de Septiembre, entre las avenidas Juárez y Corregidora, propicia que el avance sea lento, además de los cientos de peatones que distraídos cruzan las calles sin notar que vienen automóviles por el arroyo.
El movimiento no se limita a los jardines. Sobre avenida Corregidora la música de los altavoces de las diferentes tiendas es una mezcla de sonidos y géneros musicales. Por un lado se escucha reggaetón y muy cerca banda. Es una lucha por atraer a los clientes que congestionan las aceras de la avenida.
Del otro lado, sobre Juárez, la escena es parecida. Por ambas avenidas llegan decenas de personas al primer cuadro. Los agentes de Movilidad tratan de dar fluidez a la circulación, dando el paso a los vehículos como a los peatones que cruzan a uno y otro lado de las vialidades.
En el andador 5 de Mayo continúa la decoración por Día de Muertos. Unas vallas metálicas limitan los accesos y tratan de dividir la circulación por el lugar. A los costados, al igual que en Madero, los artesanos indígenas ofrecen sus mercancías, esperando que un poco de la derrama económica que se estima dejen las celebraciones de Día de Muertos también les alcance a ellos, en una ciudad y un estado que parece haber dejado atrás al Covid-19 y su emergencia, una población que sale a las calles, pero que pronto olvida las medidas sanitarias y se deja llevar por las atracciones.