Más Información
Afuera del templo de la Santa Muerte algunas familias almuerzan y escuchan música. Al interior, un sacerdote oficia misa para los fieles que acuden a la festividad más importante del año en el templo, ubicado en el municipio de Pedro Escobedo.
La presencia de fieles no es tan numerosa. La mayoría llegó la noche del pasado 31 de octubre, pero aún así el flujo de gente es constante.
Dentro del templo la temperatura es más elevada que en el exterior. La cantidad de veladoras encendidas frente a las esculturas que llenan el templo provocan que el calor sea intenso. Muchos fieles sólo permanecen unos minutos dentro y salen.
Un joven, de unos 20 años de edad, entra con una veladora roja en la mano. Avanza hasta donde están tres esculturas de la Santa Muerte, se persigna con la veladora, dice alguna oración y utiliza otra de las cientos de veladoras encendidas para prender la propia. La deja junto a las demás, se levanta, escucha unos momentos la misa y se retira.
Una familia ingresa al templo. La pareja lleva a un bebé en una carreola que dejan a un costado. Mientras la joven mujer toma asiento en una de las bancas, él, con una vela en la mano, se dirige también hacia donde están las tres esculturas de la Santa Muerte. Se arrodilla, coloca una veladora encendida junto a las demás, se pone en pie y regresa junto a su esposa, quien carga al bebé que no debe de tener más de seis meses de nacido.
Dentro de la iglesia hay un recordatorio de quién edificó el santuario de la Santa Muerte en Pedro Escobedo.
Se trata de Teodoro Reyes Díaz, quien falleció en 2011. A pesar de haber muerto, su legado, lo que comenzó y sus creencias prevalecen hasta la fecha.
El camino al templo es una calle de terracería llena de baches junto a un canal de aguas negras. Si uno se acerca a la orilla, es fácil percibir el olor pestilente que emana del drenaje.
Creencia familiar
Adriana Góngora se retira del templo en compañía de sus dos hijos, el mayor de ellos no tiene más de 14 años.
La mujer, y uno de los menores llevan una pequeña imagen de la Santa Muerte en las manos.
Mientras Adriana platica, fuma un cigarrillo. En la otra mano sostiene a la Santa Muerte. Comenta que trabaja en una fábrica de cartón, y que es devota desde hace siete años.
Su esposo, dice, lleva más tiempo creyendo en la Santa Muerte. Él la introdujo a la veneración de la imagen: “Tiene más tiempo de veneración a la santa y es más devoto que nosotros”, asegura.
Señala que llegaron el 31 de octubre en la tarde-noche, pues como muchos fieles salió a pie desde el estadio Corregidora hasta Pedro Escobedo.
Adriana comenta que tiene razones para dar gracias a la Santa Muerte: “A mí ya me pasó un caso. El año pasado me iba a operar. Nosotros ya veníamos, no prometíamos nada, sólo veníamos por gusto a darle gracias a ella, por lo que nos da.
“Me iban a operar y ese día prometí llegar con mis hijos y con mi esposo caminando. Lo hicimos. En diciembre, luego de ese episodio, me dicen los doctores que ya no me iban a operar, que ya estaba bien. Me iban a quitar la matriz. Les dije a mis hijos ‘vámonos caminando porque lo prometí’. Por eso estamos aquí, no pedimos mucho, sólo salud y trabajo y que estemos bien en la familia. No pedimos más”, abunda.
Su esposo se quedó todo el 1 de noviembre en el recinto.
Señala que el 1 de noviembre pasaron buena parte del día en el templo. Durmieron ahí, por la mañana acudieron a misa y les dieron de comer, pues hay gente de Pedro Escobedo que les proporciona alimentos durante su estancia provisional.
Adriana y sus hijos siguen su camino de regreso a la ciudad de Querétaro, contentos de haber cumplido con su manda a la Santa Muerte: “Vamos a descansar ahora sí”, dice mientras sonríe.
Las ofrendas
María de Lourdes Ortiz ha visto crecer el culto a la Santa Muerte. Vende imágenes de la misma afuera del santuario desde hace 22 años, más o menos, casi desde que se edificó el templo.
Señala que en esta época del año es cuando más devotos acuden al lugar y sus ventas aumentan, pero durante el resto del año los fieles acuden a dar gracias.
En el puesto de María de Lourdes no sólo se venden esculturas, cuadros, rosarios, escapularios y velas de la Santa Muerte; también, está presente San Malverde (igual que al interior del templo), San Judas Tadeo, y “de cualquier santo que pidan”, señala la mujer originaria de Iztapalapa, Ciudad de México.
Apunta que en estas más de dos décadas ha visto crecer el culto pues, desde su punto de vista, los escándalos en la iglesia católica alejan del culto tradicional a los fieles, que buscan el consuelo espiritual en otro lugar, encontrándolo en la Santa Muerte.
“Ahorita en la iglesia ya la gente no confía tanto en los padres, y necesitan creer en algo más fuerte, y para mucha gente la Santa Muerte es mejor. La iglesia es puro dinero. La gente se acerca a ella [a la Santa Muerte] porque necesitan que alguien los ayude, porque ha apoyado a mucha gente a salir del vicio, ha ayudado a muchos enfermos a que se vuelva a levantar”, precisa la comerciante.
bft