El panteón de La Cañada se llena de colores, música y recuerdos de aquellos que como cada año acuden a visitar el lugar de reposo eterno de sus seres queridos. Lo hacen en familia, o en solitario, pero el sentimiento es el mismo: amor, nostalgia y en algunos casos dolor por la pérdida reciente.
Alrededor del panteón, que durante 1 y 2 de noviembre permanecerá abierto las 24 horas del día, el dispositivo de seguridad montado por las autoridades de El Marqués es notorio. Camionetas de Protección Civil y patrullas de la Policía Municipal se aprecian en las inmediaciones y elementos de ambas corporaciones están atentos ante cualquier incidente.
Los visitantes tienen que usar el estacionamiento habilitado en un terreno al pie del Cerro del Bautisterio. Los encargados hacen su agosto en noviembre. La entrada al lugar cuesta 50 pesos. “Es la tarifa que nos dieron”, dice uno de los encargados al cliente que se sorprende por lo elevado de la tarifa. En mantas, se señala que lo recabado del estacionamiento será para las fiestas patronales. Algunos lo dudan.
Pasado este filtro, los visitantes pueden comprar flores en los puestos instalados afuera del camposanto. Además, se ofrecen algunos alimentos y bebidas a los visitantes. Las macetas de cempasúchil cuestan menos que el estacionamiento: 40 pesos. Hay otros arreglos florales más elaborados, pero con costos más elevados.
Las familias se reúnen alrededor de las tumbas de sus parientes que ya se han ido de esta existencia. Entre todos las limpian y decoran para fiesta de los Fieles Difuntos. Llaman la atención las tumbas decoradas para los difuntos niños. Hay juguetes y globos en las mismas.
También hay música para los fieles difuntos. Un grupo de hombres llevan una bocina donde reproducen música desde un teléfono celular. Uno de ellos, micrófono en mano, canta al pie de una tumba. Las canciones pasan una tras otra. Cada vez que se termina una canción todos los presentes aplauden.
El ir y venir de personas no se detiene. Cuando una familia se marcha llega otra a limpiar la tumba de más seres queridos que descansan para la eternidad juntos.
En este panteón, a diferencia de los cementerios del municipio de Querétaro, los mausoleos o capillas son escasas. Es un camposanto más tradicional, como se esperaría que corresponde a La Cañada.
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En solitario
Teresa Pérez Valencia permanece sentada a un lado de una tumba rodeada de flores de cempásuchil y limpia. Los ojos de la mujer están rojos y húmedos. Está sola junto a la tumba de su hermano, fallecido el 4 de agosto.
Con voz entrecortada, Teresa narra que su hermano Gerardo, de 47 años de edad, murió de depresión, murió de tristeza. “Tenía diabetes y presión alta (hipertensión). Era soltero. Ahorita vine sola. Luego viene toda la familia”, señala.
Teresa permanece en silencio junto a la tumba. Solloza mientras observa la tumba de su hermano. La imagen de la mujer sola es rara, pues la mayoría acuden acompañados.
De los más antiguos
Desde la carretera 200 se puede observar el panteón, de los más antiguos de Querétaro. Ese honor es del cementerio de la iglesia chiquita, ubicado en el centro de La Cañada y que en la remodelación de este templo quedó bajo una plancha de cemento.
El historiador Gustavo Pérez Lara Hernández narró hay tumbas muy antiguas. Hay lápidas con el año 1876, que permanecen ocultas bajo un barda que rodea al panteón.