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Después de una ceremonia y ofrenda otomí, Eduardo Ruiz y Santiago Savi comenzaron a pintar en el acceso principal del Centro Educativo y Cultural Manuel Gómez Morín un mural inspirado en un relato de la tradición oral de San Ildefonso Tultepec, municipio de Amealco, Querétaro; la historia se lee en el libro “Cosmovisión otomí”, una forma de mirar, sentir y contar el mundo, coordinado por Ewald Hekking y Aurelio Núñez.
Con este mural cierran las actividades del Festival de Lengua, Arte y Cultura Otomí (FLACO) 2019. En entrevista con EL UNIVERSAL Querétaro, Aurelio Núñez, organizador de dicho festín, dijo que por medio del arte se puede revitalizar la identidad de los pueblos indígenas.
“El arte nos puede ayudar a visibilizar la cultura de los pueblos y justamente el objetivo del FLACO es demostrar que los indígenas hacen arte en toda la expresión de la palabra y no solamente artesanías, como mencionan; a través del arte se pueden revitalizar las lenguas y fortalecer la identidad y cultura de los pueblos, porque cuando se abandona la lengua se pierde la identidad. Los muros también hablan, ese es el gran mensaje de este proyecto”, explicó Núñez.
Con el mural, inspirado en el relato “El origen del hombre, del fuego y del color”, suman tres obras de gran formato que son parte del programa de Rescate y revitalización de la lengua hñäñho de Querétaro, que inició Ewald Hekking a través de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).
El relato cuenta que la tierra estaba poblada por enanos frágiles, aunque de almas buenas, que no podían ni construir una casa decente, y Jwä (El Creador, Dios) propagó una terrible enfermedad que dio fin a los hombrecillos. Después creó a unos gigantes, de pesados cuerpos, que fueron exterminados por un diluvio. El agua inundó la superficie, más tarde Jwä envió unas aves para ver cómo estaba la tierra, y según sus habilidades para cumplir la misión las condenó o premió. También creó un nuevo ser: el humano.
“El cuento habla de los pájaros como mensajeros de Dios; y Jwä, Eduardo lo representa como un hombre pero con un sombrero de pastora, que está cargado de misticismo, en la práctica ritual de las mujeres —no nada más otomíes sino mazahuas—, tienen su sombrero lleno de flores, eso representa la milpa y el campo; y los pajaritos tienen una función, Dios los premió cuando hicieron su tarea bien, pero al zopilote lo castigó porque le había dicho que no aceptara comida del hombre y desobedeció, aceptó un taco, y de castigo le dijo que iba a comer carroña toda su vida”, platicó Aurelio.
Eduardo Ruiz es quien ilustra los relatos del libro “Cosmovisión otomí”, y ahora con este mural está llevando al gran formato su obra.
“Apenas voy incursionando en el mural, realicé algunos en el Aula Forense de la UAQ, y en Amealco, recién hice uno en el Estado de México, son pocos, soy más artista de caballete. Hacer mural es como un regalo a la sociedad, porque al estar pintando en la calle la gente se interesa, tiene más cercanía, es una oportunidad de llegar a la gente de una manera sencilla y muy práctica, es sacar el arte de los museos y galerías; y el mural sí tiene como un fin lo social”, explicó el pintor.
Acompañando a Eduardo, está Santiago Savi, pintor ñuu savi mixteco, originario de un pueblo migrante de Veracruz, quien platicó que comenzó a pintar huipiles, flores y temas relacionados a su tradición y cultura, en esta mural que realiza en Querétaro, siguió la idea del relato otomí, pero con su propio estilo.
“Hice una interpretación de los cuentos y la idea era de que entre Eduardo y yo, hiciéramos un boceto con ambos estilos, y en la parte donde yo contribuí fue plasmar los mensajes que tuvieron en la creación de la humanidad, por ejemplo, la historia del maíz —dice el cuento—, que fue traído por los ratones a los humanos; un día un cuervo le pidió regalado un maíz al ratón y el ratón dijo sí, con la condición de que lo llevara al mundo de los humanos, entonces el cuervo se lo trajo cargando en el lomo y el ratoncito traía la mazorca, llegando el maíz quedó en manos de los hombre, y de vez en cuando el ratoncito se roba unas cuantas mazorcas, porque originalmente él lo trajo, y en el mural plasmo un ratoncito, un maíz y algunas otras aves que se relatan en los cuentos”, detalló Savi.
A pesar de los rayos del sol, Eduardo y Santiago seguirán pintando, la convivencia con la gente que pasa les ha dejado gratas experiencias; el mural estará listo la próxima semana, fecha en la que también se espera su inauguración.