Las cosas vuelven poco a poco a la normalidad en el hogar de la familia Martínez Reyes, luego de que el Covid-19 entrara a sus vidas de manera directa, cuando a inicios de este año, a Olmo Martínez, el padre, dio positivo a una prueba para detectar el virus SARS CoV-2.
“Estamos aún en las labores de limpieza”, dice Geovana Carolina Reyes, esposa de Olmo, mientras abraza a Leonardo, el más joven de la familia con menos de dos años.
El 4 de enero pasado, a Olmo, trabajador independiente, le dieron el resultado de su prueba Covid-19 y el resultado fue positivo.
“La prueba positiva, la prueba de antígenos, [me la realizaron] el 4 de enero, [fue] una manera muy diferente de empezar el año. De hecho, no tenía síntomas. En el lugar para el que estoy trabajando realizaron pruebas para todos porque salieron compañeros positivos un día antes [el lunes 3 de enero]. Yo no tenía ningún tipo de síntomas, pero salí positivo y a aislarse.
“Ligeramente me las olía, porque la persona que nos avisó que había salido positivo un día antes, prácticamente convivía con él toda la jornada de trabajo, desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde. Ahí incluímos la comida. Si bien teníamos las medidas, como el uso de cubrebocas, en la comida no podemos más que quitarnos el cubrebocas para comer.
“La mente es muy fuerte y tienes que tranquilizarte, la mente te va a venir a decir muchas cosas, que si ya contagiaste a tus papás que son mayores, que si ya contagiaste a más gente, que si los niños se pueden contagiar y todo lo que hemos visto en los dos últimos años y sí, te da temor”, comenta.
Luego de conocer el resultado, las autoridades de Salud se pusieron en contacto con él para hacerle recomendaciones para paliar la enfermedad, como el aislamiento y si presentaba algún síntoma debía tomar paracetamol; además y si los malestares como el dolor de cabeza, eran muy fuertes, tomar ibuprofeno, pero principalmente necesitaba el oxímetro y tomarse la temperatura.
Luego de regresar del trabajo, fue la incertidumbre con su familia. Un día antes ya se había aislado, aún antes de saber el resultado de la prueba, pero cuando supo que tenía Covid-19, fue más estricto. Cambiaron cosas de una habitación a otra, llevó varias mudas de ropa a la habitación donde pasaría los días de la enfermedad.
“Afortunadamente, no me dio tan fuerte. No necesité medicamento, no tomé nada. Tuve síntomas el día dos y el día tres, que fue congestionamiento nasal y un ligero dolor de cabeza, casi imperceptible”, abunda.
Dice que su esposa se atemorizó más, pues dos días antes de saber el resultado de su prueba había tenido dolor de cabeza. Fue al médico, la revisó y le dijo que tenía una infección en la garganta. Le recetó inyecciones. El médico le comentó que esperara a ver su evolución con el medicamento. Al tercer día de finalizado su tratamiento se hizo la prueba y dio positivo a Covid-19.
“Fue hasta cierto punto más llevadero porque ya pude salir del aislamiento total. Desde el primer día la pediatra de nuestros hijos nos empezó a dar seguimiento, adicional a otra doctora que también nos ayudó. Era salir, pero usando cubrebocas casi todo el tiempo”, narra.
Agrega que la primera semana de su enfermedad ninguno de sus dos hijos, Leo y Azul, su hija mayor, presentaron síntomas, no tenían temperatura y estaban oxigenando bien.
Una vez que Geovana dio positivo, Leo empezó con temperatura. La pediatra les comentó que no era necesaria una prueba para los niños, pues eran muy invasivas o pueden generar un trauma por la forma de aplicarse, que mejor dieran como un hecho que Leo tenía Covid.
Olmo cree que la lactancia materna le ayudó a su pequeño hijo a superar mejor la enfermedad, pues la pediatra les dijo que de prevalecer los síntomas lo medicarían, cosa que no ocurrió porque sólo fue una noche la que pasaron mal, en cuanto a la temperatura. A la tercera noche, como por arte de magia, desaparecieron las molestias.
Al estar todos aislados, Olmo comenta que la familia recurrió a las aplicaciones para la compra de alimentos, mientras que los medicamentos se los llevaba su padre, quien los dejaba afuera de la casa, y solamente salían cuando ya se había retirado.
Recuerda que en Año Nuevo convivieron con su suegra, pero su prueba Covid resultó negativa, al igual que sus padres.
El aislamiento de la familia fue de semana y media. Ocho días fueron de encierro total, sin ni siquiera salir al parque. Luego del noveno día, la doctora les dijo que podían retomar sus actividades de manera paulatina, con cubrebocas y sin hacer esfuerzos físicos intensos.
Añade que su preocupación principal al principio era contagiar a los niños, “era hacer mucha conciencia de que al final de cuentas nosotros no estábamos con cuadros más fuertes o con hospitalizaciones por las vacunas que ya nos habíamos puesto, pero hacer conciencia de que los niños no estaban vacunados y que iban a ser un poco más vulnerables”.
La familia retoma sus actividades. Olmo se reintegra desde casa a su trabajo. Sigue con sus actividades. Carolina recuerda que el encierro obligado por la enfermedad ha unido a la familia. De hecho, Leo nació en mayo de 2020, en pleno confinamiento sanitario.
Olmo recomienda, después de pasar por la enfermedad junto con su familia, conservar la calma, no apanicarse, y sobre todo informarse, pues es lo mejor para evitar mayores problemas y complicaciones, tanto físicas como mentales.
Olmo hace un sándwich de crema de avellana para Azul, mientras Caro carga a Leo. Lucen tranquilos. Superaron la enfermedad.