Aldo López Domínguez, comerciante del Centro Histórico, acomoda un vestido para niña. Es de una princesa de película, motivos que a pesar de los tiempos siguen gustando a las pequeñas.

Principalmente para fiestas, los vestidos que vende Aldo en estos tiempos de emergencia sanitaria pasaron a segundo plano. A pesar de ello, el joven comerciante es optimista y espera que las ventas con el Escenario A aumenten.

El negocio, ubicado en la calle de Juárez, espera a la clientela. Han sido meses complicados, al igual que para la mayoría de los locatarios del primer cuadro queretano, cuyas cortinas tuvieron que permanecer cerradas por meses debido a la emergencia sanitaria, tiempo en el cual las deudas crecieron y las ventas se paralizaron.

Abierto desde hace año y medio, del cual permaneció cerrado cuatro meses, Aldo cuenta: “Llevaba tres meses abierto y luego luego le tocó encierro [al negocio]. Básicamente a las niñas que nos visitan les gusta aún la temática de las princesas, los vestidos de las princesas.

“Ahorita está baja la venta por lo mismo de la pandemia. Con lo que estamos pasando, con el cambio de Escenario A, apenas estamos viendo más movimiento de gente”, comenta.

Las princesas de Disney siguen siendo populares entre las niñas. Los vestidos de Cenicienta, Blanca Nieves, para todas las tallas y para todos los gustos, están en sus ganchos. Aunque uno de los vestidos que más llaman la atención de las menores de edad no tiene nada que ver con chicas de la realeza.

“Actualmente hay una temática que se está usando mucho, que es la de unicornio, pero a las nenas les gustan los vestidos de Elsa, de Ana, Blanca Nieves. Todas las princesas son las tradicionales”, abunda.

Sin embargo, algo que llama la atención de Aldo es que en alguna ocasión una clienta llegó buscando un traje del Hombre Araña y no lo tenían, por lo cual tuvieron que mandarlo a hacer. Ahora ya forma parte del surtido de la tienda.

También, vestidos para fiestas, primeras comuniones y confirmaciones. Todo lo que se suspendió durante un año por la emergencia sanitaria derivada de la presencia del Covid-19.

Este pasado Día del Niño las ventas fueron relativamente normales. No notó ningún aumento en las mismas, en parte, considera, porque el cambio de la pandemia fue muy próximo a la fecha y porque en las escuelas, sin clases, no se llevan a cabo fiestas.

Aldo explica que no puede decir con certeza cuánto han subido o bajada las ventas, pues fue muy próximo a la apertura del negocio que llegó el confinamiento. En la puerta del local el comerciante tiene colocado un tapete sanitizante y gel antibacterial, además de un cartel en el que indica que sólo pueden pasar dos personas por familia, una nueva disposición de esta etapa de la pandemia.

Los negocios cercanos también indican eso a los clientes potenciales que se acercan a los aparadores.

Las calles del centro de Querétaro retoman de manera paulatina su antiguo aspecto, al de antes de la pandemia, cuando la gente salía a las calles a pasear, a hacer compras al centro, comer en algún sitio, así como distraerse en familia.

Ahora, las familias salen tímidamente, poco a poco, a las calles. Aún se ve a muchas personas saliendo solas a hacer compras, a trabajar.

El temor a la pandemia prevalece en muchos, y más cuando ven las cifras de contagios al día, cercanas a los 200 nuevos casos diarios, o como el viernes, cuando se superó esa cifra.

Esas personas en la calle son las que animan a Aldo. Espera que la mayor movilidad y la autorización para hacer reuniones con mayor número de asistentes sean un tanque de oxígeno para su negocio.

Dice que los clientes, cuando entran al negocio, es porque ya tienen bien claro qué van a comprar o la temática de su fiesta. Tienen un objetivo.

También, indica, venden vestidos para graduaciones, aunque también esas se suspendieron. Todos los productos que ofrece Aldo en su tienda han tenido que esperar un año.

Aldo narra que la idea de crear el negocio, junto con su esposa, fue ofrecer variedad de ropa y accesorios para las niñas, además de que él es padre de una menor, de siete años, y conoce los gustos de ella.

En esta temporada de encierro, confinamiento y clases a distancia. En tiempos en los que todo se detuvo, que no se llevaron a cabo fiestas, reuniones o celebraciones, cuando soplarle a las velas de un pastel es una acción peligrosa, la ilusión de las niñas de ser princesas vuelve a la vida.

Aldo y su esposa, además de su hija, esperan que pronto las ventas se recuperen, que los cumpleaños y las fiestas se vuelvan a celebrar, que los clientes regresen para poder pagar las facturas, las deudas que se juntan, concretar así todos los planes suspendidos.

Aldo se da tiempo de acomodar los vestidos en los ganchos. Los toma con precaución.

“Este viene hasta acolchonado de las mangas”, dice sorprendido, pues al parecer no lo había notado. Con paciencia espera la llegada de clientes.

Espera que la nueva normalidad, después de la pandemia, haga prosperar el negocio que vende sueños de princesas, de esas princesas que han estado encerradas en sus castillos por más de un año.

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