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Querétaro, Qro.
Wilfredo Javier Escobar vende banderas durante septiembre desde que era niño. Este año se ubicó en la esquina que forman las calles Juárez y Madero, en el Centro Histórico de Querétaro.
Este fue un año diferente, pues sus ventas cayeron 70%, debido a la emergencia sanitaria por el Covid-19 y las restricciones para salir a festejar la Independencia de México.
Originario de Toluca, Estado de México, señala que viene desde allá a ofrecer las banderas que se hacen en aquella entidad y que ya son reconocidas a nivel nacional por su calidad y manufactura.
Sin embargo, de poco valieron este año esas credenciales, pues las ventas del último mes, tiempo que pasa Wilfredo en Querétaro, no fueron las que esperaban.
“Para todos es pareja la crisis. Nos ha ido mal. No se ha vendido bien. Esperábamos una venta más o menos buena, pero no. Las ventas bajaron como un 70%, comparado con el año pasado”, precisa.
Explica que las autoridades les comentaron que sólo podían vender hasta las seis de la tarde del 15 de septiembre.
Apunta que entre lo más vendido en este año se encuentran las guías para adornar las casas y banderas pequeñas, porque blusas y vestidos no se vendieron.
Estos últimos productos se consumen más porque en la escuela les piden ir con esos atuendos a los niños.
Wilfredo y sus compañeros llegaron el pasado 27 de agosto para prepararse para la venta del 15 de septiembre.
Durante este tiempo deben rentar una casa y proveerse de comida para todos. Son gastos que deben de salir de las banderas, y además deben guardar algo de utilidad. Sin embargo, este año no será así. “Estuvieron bien bajas las ventas”, enfatiza.
Señala que mucha gente le dice que sólo compra lo necesario para decorar la casa, porque no hay mucho dinero, que no llevan muchas cosas porque el dinero escasea.
Entre los productos que venden con símbolos patrios, hay unos que son de primera necesidad: los cubrebocas. Los diseños mexicanos destacan entre los demás.
Con Wilfredo se encuentra otro joven, quien atiende a una mujer que pregunta por los adornos para la casa y por otros productos. La clienta da vuelta al puesto mientras el joven la sigue de cerca. Después de unos minutos, se lleva un par de productos. La venta sólo fue de 100 pesos.
Así son las cosas para la gran mayoría de los vendedores de banderas, quienes en estos días, estaban en cada esquina.
En las calles no hay júbilo
Las calles y las casas no lucen como en otros años en el primer cuadro queretano. Las banderas y las guías no se presumen como en otras ocasiones.
Una tienda, a lo mucho, tiene un arco hecho de globos verdes, blancos y rojos. La mayoría de los locales tendrán que cerrar a las seis de la tarde, de acuerdo con las órdenes emitidas por la autoridad, para evitar que por la noche la gente se junte a dar El Grito.
Algunas jardineras y bancas están rodeadas de cinta, para evitar las concentraciones o que la gente se siente a convivir ahí.
En el caso de Plaza de Armas, al mediodía se afinaban los detalles para la ceremonia del Grito. Técnicos probaban la grúa con la cámara, mientras otros revisaban el buen funcionamiento de las pantallas instaladas.
“¿Pantallas?”, pregunta una mujer a su acompañante. Presumiblemente no habría nadie presente en el sitio, pues autoridades estatales invitaron a la gente a permanecer en casa.
Por las calles queretanas se observa a gran cantidad de personas que caminan mientras ven los negocios que anuncian sus ofertas.
Se aprecian blusas tradicionales, con bordados en los colores patrios; algunos aparadores con banderas decorativas y muchas artesanas indígenas que ofrecen sus productos a los paseantes, quienes apenas y las voltean a ver.
Los restaurantes de la Plaza de Armas no pierden la costumbre y su decoración es patriótica. Las banderas, las guías, los globos, los uniformes, todo es diferente para la ocasión. En uno de ellos, el tradicional atuendo negro de la hostess deja paso a un vestido guinda. Los cubrebocas de los meseros son tricolores.
En las mesas, por seguridad y respeto a las medidas sanitarias, se observan algunas parejas que se disponen a comer o tomar un café con una rebanada de pastel. Pero el movimiento no es el de antes.
Algunos turistas se toman fotografías frente a la Casa de la Corregidora, decorada para la ocasión con pendones tricolores. Los balcones permanecen abiertos para que las autoridades estatales den El Grito que será en solitario, con la mayoría de la gente en su casa.
Mientras la hora de bajar las cortinas y de volver al confinamiento llega, cientos de queretanos y paseantes disfrutan de las calles del centro. La mayoría usa cubrebocas, pues nunca faltan aquellos que no hacen caso a las recomendaciones. Horas después, el centro queda en silencio.