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Desde hace 26 años, la familia Villaseñor Hernández prepara en su hogar un monumental altar de muertos con el que recuerdan a sus familiares y amigos.
Se trata de un enorme altar tradicional, con siete niveles que simbolizan los siete pecados capitales, en el que Martín, Rosario y su hija María José colocan al menos 30 retratos de familiares y amigos que se adelantaron al más allá.
Colocan también calaveritas, pan de muerto, flores de cempasúchil y muchas veladoras, pues siempre buscan que cada aspecto de esta tradicional fiesta por el Día de Muertos, esté representado en la ofrenda a los difuntos.
Es una tradición que se ha heredado durante tres generaciones, pues ahora los nietos de Martín y Rosario, también se involucran en la instalación del altar de muertos.
La tradición de instalar este altar surgió hace más de 20 años, el objetivo principal era recordar a los abuelos de la familia, Pedro Hernández Ibarra y José Villaseñor Bustamante; la familia comenzó a crear un pequeño altar cada año para recordar a ambos abuelos, con el paso de los años, los pequeños altares fueron creciendo no sólo en tamaño, sino también en el número de ofrendas colocadas y de retratos; así que la familia decidió hacer un enorme altar en donde todos los familiares y amigos tuvieran un espacio para ser honrados durante estas fechas.
Así fue como la familia decidió construir una base desmontable hecha de madera y metal, para que sostuviera con firmeza las flores, calaveras, retratos y comidas típicas para los difuntos.
Debido al gran tamaño del altar, la familia comienza a armarlo y decorarlo desde una semana antes de la celebración del Día de Muertos; es una tarea exhaustiva y minuciosa en la que participan las tres generaciones.
De hecho, tanto Martín Villaseñor como Rosario Hernández, coinciden en que lo más importante de colocar el altar es transmitir a sus hijos y nietos el amor por las tradiciones, y hasta ahora dicha actividad ha rendido frutos, pues los más pequeños de la familia esperan dicha fecha con emoción y siempre ayudan a colocar retratos y demás objetos en el altar.
“Esto es algo que queremos dejar a nuestros hijos y nuestros nietos, que ellos sientan amor por estas tradiciones y que cuando nosotros ya no estemos, ellos tengan el gusto por seguir poniendo un altar, recordando a sus antepasados”, comenta Martín.
Para Rosario, la costumbre de crear un altar de muertos surgió a raíz de la muerte de su papá, pero ahora ve con gusto que sus nietos también se interesan en el tema.
“Me da mucho gusto cuando mis nietos preguntan cuándo pondremos el altar, ver que nos ayudan a colocar las flores, los retratos, de eso se trata esto, de convivir en familia”.
Al colocar los retratos familiares en la ofrenda, los más pequeños de la casa preguntan por los bisabuelos o amigos que nunca conocieron, es ahí cuando se vive la verdadera tradición mexicana, el momento en que los mayores explican a las generaciones más jóvenes quiénes eran sus ancestros.
Y de hecho, la tradición de colocar el típico altar no abarca sólo a las tres generaciones de la familia Villaseñor Hernández, sino que se ha convertido también en un motivo de fiesta y celebración en la colonia, pues los vecinos también se han sumado a la fiesta mexicana para recordar a los difuntos
Cada año, en 2 de noviembre, la familia inicia la celebración del Día de los Muertos con una misa, que es oficiada en su casa y frente al altar; en esta actividad participan amigos, familiares y vecinos de la zona, para después compartir una cena llena de antojitos mexicanos.
Sin embargo, este año debido a la contingencia sanitaria por Covid-19, la familia Villaseñor Hernández ha decidido omitir la celebración de la misa así como invitar a vecinos de la colonia; en lugar de eso, optaron por celebrar en familia, para evitar contagios y aglomeraciones.
“Este ha sido un año muy difícil para todos, todas las familias han perdido a alguien por muchas causas, sobre todo por esta enfermedad, y por eso mismo debemos seguir cuidándonos, celebraremos esta tradición en familia, a puerta cerrada”, comenta Rosario.
Como parte de las celebraciones por el Día de Muertos, la familia usa también un obituario, en el que ya tienen escritos casi un centenar de nombres de difuntos, y aunque no se colocan sus retratos en el altar, sí se mencionan sus nombres en voz alta, al momento de rezar un rosario.
Esta costumbre surgió a raíz del interés de los vecinos que participan en esta fiesta, quienes pidieron agregar el nombre de sus familiares fallecidos para pedir por ellos en la misa o en las oraciones.
La familia Villaseñor Hernández, orgullosa del legado que ha construido en torno a esta celebración, pide a los queretanos realizar altares de muertos y mantener viva una de las tradiciones más queridas por los mexicanos.