“Es un orgullo ser docente, esto es lo mío, es lo que me apasiona, pero también soy una docente que quiere dejar huella positiva en la vida de los alumnos”, puntualiza Dinorah Vega Alejandre, maestra de tercer grado de preescolar.
Trabaja desde hace ocho años como maestra, ahora labora en el Jardín de Niños Francisco Eusebio Kino que se localiza en Amazcala, una población rural del municipio de El Marqués que está a más de una hora del primer cuadro de la capital del estado y a casi hora y media del domicilio de Dinorah que vive en el municipio de Corregidora, casi en la zona limítrofe con Guanajuato.
Para llegar puntual todos los días a dar sus clases, Dinorah se levanta 5:30 de la mañana para prepararse y salir 6:45 de su casa, en Corregidora, para trasladarse al municipio de Querétaro.
En la capital del estado, en donde se encuentran los Arcos —emblemático monumento de la ciudad— toma su camión de transporte público a las 7:15 rumbo a Amazcala, lugar al que tarda una hora en llegar para iniciar sus clases a las 8:30 horas.
El salón en el que trabaja Dinorah se percibe un ambiente de alegría que se conjuga con el colorido de las mesas y sillas que utilizan los niños para tomar sus clases, junto con el pizarrón, los casilleros de los niños, el horario de clases en tamaño mural, libros y otras herramientas didácticas creadas por esta joven maestra para facilitar el proceso de aprendizaje de los pequeñines.
Una de las herramientas pedagógicas que más piden los niños son unos muñecos, a los cuales Dinorah les da un uso como si fueran marionetas o títeres para interactuar y platicar con los pequeños, quienes sensiblemente emocionados no despegan su mirada a esta dinámica que se coloca como una de las preferidas de los alumnos, quienes no dejan de reír.
“Me considero una maestra amorosa, pero en esta pandemia he tenido que aprender a no abrazar a mis niños, aunque también soy una maestra que le gusta la disciplina”, dice Dinorah.
En el marco del Día del Maestro, le cuenta a EL UNIVERSAL Querétaro con nostalgia que estas son sus últimas semanas en el Jardín de Niños Francisco Eusebio Kino debido que ya le pidió a la Unidad de Servicios para la Educación Básica en el Estado de Querétaro (Usebeq) su cambio para una escuela que esté más cerca de donde vive.
Dinorah explica que ser maestra es algo innato que trae en su vocación y desde que era niña anhelaba con dedicarse a esta actividad, “desde que era niña me recuerdo jugando con mis primos y mi hermano a quienes les enseñaba y les decía que yo era su maestra y les macaba tiempos cuando hacíamos cosas”.
Narra que fue creciendo con la idea de ser maestra o dedicarse a una actividad que tenga que ver con niños “y cuando empecé a estudiar la carrera dije de aquí soy, esto es lo mío, es lo que me apasiona”.
Refiere que estudio en el Instituto La Paz, una escuela particular en Querétaro, ahí egresó de la licenciatura en Educación Preescolar, además que también curso la maestría en Educación Especial: “mis estudios permiten también que me actualice todos los días, sobre todo que los niños han cambiado mucho”.
Hoy en día los alumnos, desde pequeños, explica, utilizan la tecnología constantemente, “desde muy temprana edad saben manejar los dispositivos, como es la tableta o un teléfono, esto lo hicieron mucho más durante la pandemia, en ese periodo se convirtieron en expertos”.
“En este nivel educativo se fomenta mucho la efectividad y la socialización entre los niños”, situación por lo cual dice Dinorah que ha sido muy emocionante regresar al aula, después de que estuvieron suspendidas las clases presenciales y todo se hacía de manera virtual.
Pese a que se tardó en regresar al salón de clases, recuerda con emoción a sus alumnos, cuando se comunicaba con ellos a través de la tecnología, pues le enviaban corazones y le decían “cuando te vamos a ver, por eso ahora que regresé al salón, con las debidas precauciones sanitarias, ha sido difícil el no poder abrazarlos y tocarles sus hombros y sus cabecitas”.
La nueva realidad que se vive en los salones de clases, explica, ha sido difícil para sus alumnos debido a que tienen que estar permanentemente lavándose las manos y con uso del cubrebocas “y eso no me permite verles sus sonrisas”, además de que tampoco pueden compartir sus materiales, “ellos me dan mucha alegría”.
Confiesa que es muy emocionante encontrar a sus exalumnos y que le digan maestra, “eso de dejar huella es para mí es muy importante porque podemos impactar de manera positiva en la vida de las personas, por eso yo me dedico con mucha pasión en la formación de los niños”.
En un futuro, a Dinorah le gustaría que se le recuerde como una profesora que enseñó “con amor y alegría, pero que también les hizo pasar un rato agradable en la escuela, porque muchos niños vienen violentados o tienen falta de mamá o papá, pues aquí es una comunidad que los padres suelen irse al extranjero (Estados Unidos) a trabajar, por lo que son niños que requieren este sostén emocional que se les da en la escuela”
“Sentiría mucha emoción de que independientemente (mis exalumnos) pudieran ejercer una carrera profesional que fueran mujer y hombres de bien, pero que también me recuerden como alguien que les escuchó, les comprendió, les dio un abrazo y les transmití lo que sé”.
El motivo por el cual decidió ser profesora de preescolar es porque le gusta el buen humor y la inocencia de los pequeños, “lo que los hace ocurrentes, ellos nacen sin maldad, pero además son unas esponjitas que absorben conocimiento. El preescolar sienta las bases de todos los niveles educativos, por eso es importante lo que hacemos aquí”.