Cuando a Fernando Enrique Espinoza Ávila le dijeron que tenía insuficiencia renal, todo su mundo se vino abajo. Tenía apenas 29 años de edad, y de repente todos sus sueños y planes a futuro se veían truncados. “¿Cómo voy a decirle a mi familia?” pensaba.
Para no angustiar a su madre, Fernando pasó todo un año esperando citas médicas y anhelando que la terrible noticia fuera un error, pero cuando la realidad se hizo inminente y la debilidad comenzó a manifestarse en su cuerpo, tuvo que hablar con su madre y sus hermanos.
“No dejes que te dialicen, dicen que los dializados inmediatamente se mueren. Mejor vamos a probar con remedios naturales”. Las opiniones fueron variadas entre los miembros de su familia; la desinformación era la constante.
Fernando permaneció varios meses intentando de todo, medicina alternativa, tés de diversas plantas, pero todo eso, lejos de mejorarlo, sólo producía sustancias que su cuerpo no podía filtrar.
“Un día me sentí tan débil que ni siquiera podía levantarme de la cama, entonces entendí que la única alternativa que tenía frente a mí era comenzar con las diálisis”.
Así fue como Fernando comenzó un largo y agotador camino, pues durante los próximos meses tendría que dializarse día y noche cada cuatro horas, hasta que posteriormente pudo realizar las diálisis de manera electrónica y únicamente por las noches.
Asumir que dependía de las diálisis y medicamentos para mantenerse en pie cambió por completo la vida de Fernando, cayó en depresión, dejó de trabajar y se aisló de sus amigos y familiares, “sentía mucho coraje con la vida, no sabía por qué esto me pasaba a mí”.
Pero como un rayo de luz en medio de penumbras, Fernando se casó con Estivalis Nieto, quien era su amiga de la infancia, y con quien se reencontró durante sus consultas en el IMSS Querétaro, pues ella es enfermera en esa institución. En medio de la crisis emocional y de salud en la que Fernando se encontraba, nació su hijo, quien fue su principal motor durante los años venideros.
“Había días en que estaba harto de todo, cansado, deprimido, molesto, pero mi hijo me daba ánimos para seguir adelante”, confiesa.
Pasados varios meses desde que Fernando comenzó a dializarse, uno de los médicos tocó por primera vez el tema del trasplante de riñón, algo que Fernando ni siquiera había contemplado; entonces habló con sus familiares sobre la posibilidad de que alguno de ellos se convirtiera en su donador; el único que cumplía con todos los requisitos era su hermano menor, quien aseguró que con gusto donaría uno de sus órganos; sin embargo, cuando estaban a punto de realizar los estudios de compatibilidad cambió de opinión, “tengo dos hijas, no puedo arriesgarme, además yo vi en internet que esa enfermedad renal no es tan grave, no necesitas un trasplante”, comentó.
Esta situación, lejos de deprimir a Fernando, lo motivó aún más. La posibilidad de recibir un trasplante lo alentaba, aunque sabía que los donantes eran pocos, y los necesitados eran miles.
Se inscribió en la lista de espera para recibir un riñón; pasaron años antes de que la noticia tan esperada, llegara a sus oídos.
“Cada día que pasaba yo me sentía más desanimado, pensaba que jamás recibiría un trasplante, la lista de espera era muy larga y yo cada día me sentía peor, mi salud se deterioraba mucho. Una noche me sentí particularmente triste, me levanté a llorar en la madrugada, le dije a Dios que me ponía en sus manos, porque ya no sabía que hacer; me fui a dormir y a la mañana siguiente dos de mis sobrinos llegaron a mi casa y en medio de gritos me decían ¡Ya van a darte un riñón! ¡Van a darte un riñón! Yo no lo podía creer, pensé que era un sueño”.
Cuando el personal del Centro Médico Siglo XXI se comunicó con la familia de Fernando eran casi las tres de la tarde, dijeron que él debía estar presente en el hospital antes de las seis; por eso Fernando y su familia salieron casi disparados hacia el centro médico, no podían dejar pasar la oportunidad.
“Me fui hasta en sandalias, no pude cambiarme de ropa, no pude preparar maleta, nada, iba con el corazón a mil por hora porque era la noticia que había esperado durante años. Cuando llegué al hospital eran las 6:15 de la tarde y me di cuenta que no era el único al que habían citado, éramos cinco personas y sólo había dos riñones, afortunadamente fui de los dos seleccionados. Ese día que me trasplantaron, fue como mi segundo nacimiento, volví a nacer, mi vida cambió completamente”.
Fernando está a unos días de cumplir 5 años y 8 meses desde que le realizaron el trasplante de riñón, cada año celebra esta fecha como si fuera su cumpleaños. Con su salud repuesta pudo volver a trabajar y disfrutar al máximo las actividades con su familia. “Mi hijo está a punto de graduarse de la primaria, pensé que jamás me tocaría llegar a ese día”.
“Es una gran experiencia ser receptor de un órgano, en mi caso fue una donación de cadáver y agradezco cada día a la persona que decidió hacerme este regalo, siento una gran responsabilidad de tener una vida saludable y feliz, porque quiero que la donación valga la pena.
“A la gente que aún tiene resistencia para donar sus órganos, yo les digo que esto en verdad cambia la vida de las personas, recibir un riñón cambió mi vida y la de toda mi familia”, comenta.
Según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), delegación Querétaro, mil 600 de sus afiliados son pacientes con insuficiencia renal, de los cuales 119 son candidatos a recibir un riñón y están en lista de espera.
Cualquier persona puede donar un riñón, siempre y cuando tenga entre dos y 65 años de edad, esta donación sería de cadáver; y para donar en vivo dirigido se debe tener entre 18 y 65 años de edad.
La doctora Irene García, responsable del área de trasplantes en IMSS Querétaro, señala que sí ha mejorado la cultura de las donaciones. El año pasado, dice, en Querétaro se realizaron ocho donaciones de riñón.
“Hemos avanzado en el tema de la donación, hasta hace tres años todavía se tenían muchos tabúes. Ahora los pacientes que podrían ser pacientes por lo menos ya tienen una noción o ya han escuchado del tema, cada vez son más las personas que entienden que donar un órgano puede salvar la vida de una persona y que cualquiera de nosotros podría necesitarlo en algún punto de nuestras vidas”, comenta.