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David Quintero se dispone a recoger su equipo. “Ya está dando el sol fuerte aquí, me tengo que mover para seguir trabajando”, dice este mariachi que con violín en mano y acompañado con pistas que lleva en una tableta, llena con sus notas musicales las calles queretanas.
“Si hay una guerra nuclear dicen que las cucarachas van a sobrevivir. Yo creo que los músicos también. Yo no me quedé de brazos cruzados. Me fui a los tianguis. Cuando los tianguis estaban llenos de músicos me fui a los restaurantes, a las taquerías en las noches. Los lunes en una farmacia que ofrece descuentos, ese día me voy afuera de una de sus sucursales.
“Yo creo que el problema con los sectores afectados por la pandemia radica en que muchos quieren que la gente llegue como antes. Nosotros tenemos que ir, tenemos que identificar dónde está circulando el capital. Si estamos esperando que nos lleguen como era antes va a ser muy difícil”, explica.
A su alrededor, en la calle de Allende, frente al Museo de Arte de Querétaro, las personas transitan hacia sus ocupaciones. Personas acuden a las oficinas del SAT, cercanas al lugar en donde se instala el músico.
Apunta que en el caso de los inspectores municipales no hay mucho problema, pues mientras las personas no se quejen de la música o se quejen en algunos locales, él puede tocar de manera tranquila. Incluso, afirma que hay sitios en donde la gente gusta de escuchar música durante su estancia.
Señala que con los tiempos pandémicos hubo días en los que no salía a trabajar, mismos que usaba para prepararse y capacitarse, para tener una oferta musical más amplia.
“Yo trabajo en mi música. Estudié mucho, he estudiado videopartitura. He trabajado de tal manera que se pueda no sólo estar tocando en las calles, que si una persona pide que le amenice una reunión en su casa, que tenga la capacidad para cumplir con el trabajo.
“Muchas veces me tocó llegar con un grupo de mariachis y todos muy poderosos con las mañanitas. La primera hora todo iba de maravilla, porque son las canciones de batalla: Cielo rojo, Tres regalos, Nube viajera… pero después de eso, después de la primera hora, decae el ambiente porque empiezan a pedir canciones más difíciles, ya no es algo de batalla. Hay que tratar de ampliar el repertorio.
“Ese, creo, es el plus que puedo tener actualmente, que no son sólo las canciones de batalla, las canciones de serenata, sino que tengo la capacidad de amenizar una reunión durante cuatro horas sin problemas”, comenta con orgullo.
David camina rumbo a la calle 16 de septiembre en su esquina con la calle Allende. Ahí, junto al aparador de una zapatería se coloca después de las 14:00 horas. En ese lugar se instala, saca de su estuche su violín y coloca en un trípode la tableta con las partituras y su bocina.
Explica que el regreso a casa es hasta la tarde, poco después de las 18:00 horas. La jornada para el músico comienza a las 10:00 horas, todos los días. Por la mañana en algunos lugares; por la tarde, a la hora de la comida, los restaurantes de la calle de Hidalgo son una buena opción. Después, en la tarde, buscará otro sitio, para esperar a la gente que sale de sus empleos.
Dice que las personas se muestran solidarias y lo conscientes. “Lo que falta aquí no es apoyo, no es solidaridad. Lo que falta realmente es preparación. La gente, inclusive los mismos paseantes piden algo. Y si me lo sé, eso crea en ellos gratitud y se puede monetizar, pero por supuesto que nos tratan muy bien, nos consienten.
“No sólo se solidarizan las personas, a veces también me consienten. Al contrario, eso es para mí un aliciente para seguir creando más música”, sostiene el músico.
David explica que de él y su música dependen económicamente cinco personas: su esposa, tres hijos y su madre. De sus vástagos, la mayor es una chica de 14 años, una más de ocho años y un pequeño de tres.
Además de los gastos en casa, también debe pensar en los útiles escolares para el regreso a clases de las mayores.
“Obviamente los demás servicios. Todo genera un costo, entonces hay que trabajar, no podemos descansar, ahora menos, para tratar de sobrellevar un nivel de vida”.
El músico tiene un termómetro de la movilidad en las calles queretanas. Señala que a raíz del cambio al Escenario B de la pandemia por Covid-19, la cantidad de personas que salen disminuyó, en comparación con la que había en el Escenario A.
Precisa además que no se ve tanta gente como cuando el estado se encontraba en otras condiciones sanitarias, pero asegura que hay que adaptarse a las condiciones.
“Hay que echarle un poquito más de agua a los frijoles para que rindan. Es cosa de acomodarnos”, apunta.
Pese a ser optimista con la situación actual, anota que el panorama y el futuro “pintan” difíciles. Cuando se podría pensar que se pudieran abrir nuevas oportunidades, desde su punto de vista, contempla que es al revés, muchas opciones parecen desaparecer.
“Vamos a tener que trabajar más, esforzarnos más, buscar más alternativas. Honestamente, el futuro lo veo totalmente incierto. La única ventaja que puedo tener es que me preparé un poco y puedo hacer un buen papel. Sin embargo, tengo, como muchas personas, miedo de lo que va a pasar en los próximos meses”, enfatiza.
David se instala en su nuevo escenario. Comienza a tocar Caminos de Michoacán y las monedas comienzan a llegar al estuche del violín. De vez en cuando también llega un gracias de los paseantes a quienes las notas musicales de David alegran el día y el alma.