La lucha libre siempre ha sido su pasión, de aficionado pasó a entrenar en parques, luego en gimnasios y hoy tiene 31 años de trayectoria como luchador profesional; no solamente en el ring ha dado sus mejores peleas, también una máquina de coser se ha vuelto su secuaz en su segundo oficio como mascarero, su nombre es El Atómico y esta es su historia.
“Como todo niño veía algo que me apasionaba, siempre me gustó la lucha libre, veía las películas de El Santo, Blue Demon, Mil Máscaras y se me metió en la cabeza entrenar. Nunca pensé en ser luchador, me gustaba y quería practicarla, en algunos lados me dijeron que no podía por mi estatura, pero se abrió la oportunidad de entrenar en la deportiva Truchuelo, y cuando llegué, ya sabía algunas rutinas, porque como no me aceptaban en los gimnasios, yo entrené por mi cuenta en parques, en la tierra y de ahí comenzó todo. Es algo que se me ha metido tan adentro que es con lo que le soy infiel a mi esposa”, afirmó El Atómico.
El arte de las máscaras. La necesidad y la curiosidad lo llevó a convertirse en el artesano detrás de las máscaras de varios luchadores, tales como: Dragones de Oriente, Lobo Lafayete, Soldado Diabólico, Dance Boy, Lince, Guajardo, Kastigador, Vengador, Gremling, entre otros; además de que varios aficionados han buscado su mano de obra para que sus máscaras se conviertan en obsequios que han mandado a países como Japón y Estados Unidos.
“Para mí es un orgullo que la gente aprecie mi trabajo, muchos aficionados me mandan hacer máscaras como tributo a su luchador favorito. Pertenecer al grupo de mascareros es satisfactorio porque mucha gente lo aprecia, todos tenemos la capacidad de hacer una máscara, pero no todos tenemos el cariño por lo que hacemos. Dicen que cuando haces algo, tienes que ponerle algo propio, y yo le pongo mucho corazón a lo que hago”, mencionó.
La confección de máscaras comenzó como necesidad, pues al debutar como profesional necesitaba un trabajo de calidad para ocultar su identidad y las ideas comenzaron a surgir.
“Fue más por necesidad que por gusto, hubo un señor que nos ayudaba a los equipos de lucha, pero eran telas sencillas, el vinil era para tapicero. Un día opté por desbaratar una de mis máscaras, saqué patrones, tenía una máquina antigua de Singer y comencé a coser. Mi primera máscara me quedo al revés, pero poco a poco fui haciendo mis equipos, a mis compañeros les gustó y me preguntaban que quien me los hacía, no me creían hasta que les mostré y me empezaron a pedir que les confeccionara sus máscaras, le agarré gusto y también el dinero que iba entrando a la casa”.
Su trabajo requiere de cinco a seis horas para elaborar una máscara, si se trata de un equipo completo puede variar entre cuatro o cinco días de elaboración, la cual tiene que alternar con su trabajo, donde respaldan su identidad secreta y su amor por la lucha libre. Atómico pone su dedicación en buscar telas de la mejor calidad, la mayoría llegan de León, más que un oficio se ha convertido en amor al arte, pues por este trabajo de elaboración de máscaras gana entre 50 o 60 % de la inversión; pero es que para Atómico la máscara lo es todo, es la identidad en sí misma de quien tiene el valor de subir al ring.
“Para mí es todo, porque a lo largo de 31 años se ha vuelto parte de mí, digo que el día que pierda la máscara es como si me quitaran la cara, es tan importante la máscara porque a la gente le gusta mucho, un luchador que llegue a perderla, el personaje desaparece, hay algunos que la pierden y se van para arriba, pero no todos tienen la misma suerte, por ello creo que es lo más importante y quien la llegue a ganar igual. Para mí significa tanto que me dolería mucho el día que la llegue a perder”, mencionó.
La historia detrás de la máscara. Su afición de niño la sigue llevando, fueron sus compañeros de entrenamiento quienes lo bautizaron como El Atómico pero la idea del personaje fue por un gusto propio que siempre lo persiguió.
“El nombre surgió de una serie de televisión que se llamaba Los Super Amirgos, y había un personaje con nombre de Atómico, yo era muy fanático de esas caricaturas y cuando empecé a entrenar les platicaba que como luchador llevaría ese nombre. Cuando debuté, fue en la lucha tradicional de día de reyes y mi sorpresa fue que mis compañeros me avisaron y ellos me inscribieron como El Atómico”, expresó.
Ya son más de 20 años que el diseño y los colores de su máscara lo identifican como uno de los luchadores que son parte de la historia de la lucha libre queretana; cada una de sus máscaras, salvo la de color rojo que pueden ver en esta publicación, han sido producto de su dedicación.
“Yo he diseñado mis máscaras, hasta esta última que traigo, que fue un obsequio de un gran amigo de la lucha libre El Copete Salazar, pero mi primera máscara fue sencilla: blanca con ojos como con chispas negras y la boca igual, de ahí fui cambiando de diseños y colores, hasta llegar a este diseño con el que ya llevo poco más de 25 años”, dijo.
A pregunta expresa sobre ¿qué le diría a la lucha libre si esta fuera una persona? El Atómico hizo a un lado su rudeza y expresó: “Lo que le diría sería gracias por tantas satisfacciones que me ha dado”, finalizó.