Más Información
A unos 40 kilómetros de la capital queretana, en Apaseo el Grande, Guanajuato, se alberga una escultura monumental tallada en una sola pieza de madera, llamada Cristo desprendido, y que fue hecha por el artista Manuel Centeno para una misa que dio el papa Benedicto XVI en León, Guanajuato, en marzo de 2012.
La escultura se encuentra actualmente en el hotel Don Porfirio, establecimiento propiedad de Adrián Caracheo, quien cuenta que lamentablemente el objetivo final de la obra no se logró, ya que no hubo transporte para trasladarla desde Apaseo el Alto, lugar de origen del artista, hasta la ciudad de León.
La obra de arte mide 10 metros de alto por cinco de ancho y pesa tres toneladas, fue hecha a partir de un sabino seco que yacía en lo que anteriormente era un arroyo. Fue realizada por Centeno y su familia.
“Este Cristo, el día que vino el papa Benedicto en 2012, los artistas se lo quisieron dar como regalo. Ellos lo prepararon para en un momento instalarlo en la misa que fue en el parque Bicentenario (...) Ellos lo prepararon y lo tuvieron en tiempo, y el municipio los iba apoyar con el camión y grúa, pero en ese tiempo fue Semana Santa y salieron de vacaciones; ya no hubo transporte y no lo pudieron llevar”, narra Adrián Caracheo.
Incluso, se pudieron comunicar con las personas a cargo de la logística de la visita del Papa para ver si les apoyaban con el traslado, lamentablemente les dijeron que ya no era posible por falta de tiempo.
Caracheo explica que la obra se llama Cristo desprendido porque el artista quiso capturar el momento en que Jesús se desprende de la vida y de la cruz.
“Está suelto de una mano y la otra también; es el instante que quiso captar el artista. Tiene una expresión de sufrimiento, pero de paz”, afirma.
El cómo la escultura llegó al lobby del hotel, fue porque Caracheo años atrás era presidente del Consejo Regional de Turismo y al acompañar a una reportera de Los Ángeles para que conociera a los artistas de la zona, conoció a Manuel Centeno, artista reconocido a nivel nacional por tallar madera en miniatura.
“Cuando visitamos Apaseo el Alto, la encargada de turismo nos recibió y nos llevó a una exposición de talla de madera que había esa semana. Conocimos al artista, fuimos a su taller; cuando abre su bodega con un portón grande, lo que yo pensaba era encontrar un aparador con muchas miniaturas, pero lo primero que vemos este Cristo, esta escultura impresionante acostada”, cuenta todavía con asombro al recordar la escena.
El artista, dice, se lo quería llevar a Guadalajara a exponer con la posibilidad de venderlo, pero Caracheo hizo lo posible para que permaneciera en Guanajuato y pudiera ser apreciado por muchas personas.
Cuando supo las medidas exactas, sugirió el hotel, sobre todo porque la pared donde ahora está colocado, estaba reservada desde un principio para algo artístico y especial.
“Le hice una propuesta económica, le pedí seis meses; me alargué hasta un año, porque no estaban bien las cosas. A él le interesó mucho porque si hay un lugar adecuado es aquí, porque puede entrar la gente 365 días del año sin molestar a nadie y estamos al pendiente de él; dos veces al año le damos mantenimiento a la madera contra termita, limpieza más seguido porque se llena de polvo”, señala.
Lograr colocarlo al interior del hotel fue una gran odisea; de tres horas que pensaban que se iban a tardar, pasaron ocho días y se tuvo que cortar un brazo al Cristo para que pudiera pasar por la puerta.
“Se hizo un caos en la ciudad porque el hotel está en la calle principal en el centro y la cerraron; hubo tráfico y gente amontonada viendo. Se intentó cualquier posibilidad, incluso pensamos en quitar el techo, pero hay cables de alta tensión que obstruían el paso y al solicitar el corte de luz, nos dijeron que era imposible porque también afectaría a la industria”, cuenta.
Sin embargo, como el hotel está adecuado en una casa catalogada por el INAH, tampoco se podía romper la fachada, por eso se tuvo que sacrificar un brazo que el mismo artista volvió a unir. Cuando se colocó se atornillo y se colocaron placas, pero como el peso era mucho y podría ser un riesgo, se añadieron cadenas que están en armonía con la escultura.
Adrían Caracheo cuenta que un sacerdote lo intentó comprar, pero él ya no accedió después de todo el trabajo que había implicado su colocación; aunque le solicitó que aclararan que no era una figura religiosa, sino meramente artística.
“La gente comenzó a traer flores, dejaban limosnas; se les pedía que no lo dejaran y se quitó todo aquel recipiente donde se pudiera poner dinero, como lo seguían haciendo pensamos en ocupar el dinero para comprar sillas de ruedas o alguna donación, pero otros entraban y se llevaban el dinero”, cuenta con una ligera sonrisa.
Asegura que hay gente del municipio, estado, país e incluso de otras partes del mundo, que sólo llegan a Apaseo y al hotel para conocer la escultura.
“Me tocó atender a personas de Miami que venían sólo a conocer al Cristo, luego una pareja de alemanes que se quedó ocho días, vinieron a conocer el Cristo y de paso a conocer las costumbres mexicanas”, finaliza.