José Carlos Hurtado y Denilson Camargo se mueven rítmicamente con la música. No hay una coreografía establecida, se desarrolla con un concepto e improvisan. Ambos jóvenes desarrollan el baile urbano, que desde su punto de vista, comienza a crecer en Querétaro.
Los jóvenes usan el kiosko del Jardín Zenea para ensayar sus coreografías. Alrededor, algunos peatones se dan cuenta de su actividad y los observan por unos minutos, a veces con extrañeza, otras con curiosidad, pero no pasan desapercibidos.
Ya sea Juan Carlos o Denilson, proponen un tema para la coreografía que el otro deberá continuar, con pasos espontáneos que nacen de la inspiración del tema acordado.
“Lo que estamos haciendo es free style, es improvisar, es un estilo libre donde tú simplemente entras. Por ejemplo, ahorita estamos trabajando por conceptos, pones una idea y bailas con base a esa idea, pero lo que bailamos es una combinación de muchas cosas. Por ejemplo, Denilson tiene bases de técnicas urbanas y danza contemporánea, jazz y danzas urbanas”, sostiene José Carlos, quien dice tener siete años bailando, mientras que su compañero tiene poco más de cinco años.
Denilson explica que se interesó por el baile urbano porque acompañaba a sus amigas de una academia de baile. Cuando se presentaban y salía un chico que bailaba urbano le llamaba la atención y quería hacerlo también. Después se acercó a practicarlo, quedando prendado por este estilo.
José Carlos apunta que el baile urbano está tomando más fuerza en México, a tal grado que el país tiene campeones mundiales en este tipo de baile. Señala que en el aspecto cultural es un nicho importante, y aunque no ha tenido una gran penetración hasta el momento, está en ese proceso, al menos en Querétaro, donde este estilo de baile comienza a crecer.
“Ahorita, por ejemplo, nosotros nos estamos poniendo a prueba, viniendo con las personas. No tenemos mucho tiempo de hacerlo juntos (él y Denilson) pero está cool, y de todos modos nos ven raro, porque somos personas que estamos haciendo lo nuestro.
Como a veces nos metemos mucho en lo nuestro, hay personas que se admiran de lo que hacemos, o hay otras que se les hace extraño, porque los movimientos no son muchas veces visualmente bonitos y a veces bailamos raro, pero lo disfrutamos. No raro en un mal concepto, pero sí diferente”, enfatiza.
Agrega que entre los jóvenes este tipo de baile es aceptado, además de que incursionan en otros estilos de música, como el reggaetón, ya que no son artistas de un solo ritmo, son bailarines y les gusta experimentar con música que tenga bases urbanas y experimentales.
José Carlos explica que urbano es cualquier ritmo que haya nacido en la calle, sin importar que haya evolucionado en otro lado, como estilos musicales como el hip hop, popping, house, breaking, locking, que han nacido en la calle, se han desarrollado y han encontrado su camino, más allá de ser baile y música, pero todo viene de una cultura. “Realmente tiene raíces. Todo es un movimiento cultural en cuanto a ideas y trabajo”, dice.
Apunta que en su caso, todo el tiempo está bailando, aunque en forma ensayan entre dos y tres horas al día.
José Carlos subraya que el baile para él va más allá de un pasatiempo, pues lo ve también como un proyecto de vida, tiene pensadas ideas estructuradas como artista, pero que poco a poco se concretarán.
“La idea es enfocar los tipos de arte que hagas hacia un solo sentido de tu vida, para poder darle forma a lo que estás haciendo”, dice.
Denilson, en tanto, sostiene que “es un trabajo como cualquier otra profesión. Se estudia, se investiga, se sigue preparando, se sigue documentando, y sigue practicando. Más que el solo poder hacer el trabajo al que me dedico, se busca generar movimiento social, crear otro tipo de pensamientos e ideas en el arte, pero también a nivel social”.
Dice que “sería ideal crear una sociedad donde haya una integración completa interdisciplinaria, que puedan ver bien a un chico que baila, que puedan ver bien a un chico que está cantando en la calle, que está haciendo graffiti. Es una profesión, que volteen a ver para acá, porque sin el arte, ¿qué sería de nosotros? Se trata de eso, de proyectar lo que uno quiere y hacerlo con los demás”.
José Carlos añade que por bailar no han sufrido nunca discriminación. A veces este fenómeno se presenta más por la forma en la que viste, pues en ocasiones las playeras que usa son “demasiado XL”, o se coloca un paliacate en la cabeza, y un accesorio así cambia todo su aspecto y la forma en la que lo ven las demás personas.
“La gente que hace danza urbano, generalmente se viste muy urbano, por lo que podría ser que en cierto espacios haya discriminación, pero no siempre”, enfatiza.
José Carlos y Denilson regresan a su ensayo. En un teléfono celular ponen la música que sale de una bocina. Se ponen de acuerdo sobre la temática y comienzan a bailar. Primero lo hace uno y luego lo hace el otro, con pasos lentos, espontáneos, creando su arte, dando su estilo y su toque.