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En 2011 la salud de Luis Ángel Pérez Figueroa comenzó a deteriorarse. Bajó de peso y las diarreas eran constantes, por lo que acudió al médico. Le hicieron todo tipo de pruebas y estudios, menos la prueba de VIH, virus que le fue detectado ese año y que para él ha representado un calvario, pues en el IMSS o no hay medicamentos o no hay doctores que lo atiendan.
A pesar de haber sido hospitalizado dos ocasiones en el IMSS ese año, le programaron su prueba de VIH en tres meses, a pesar de que estaba muy mal de salud. “Empecé con muchas diarreas, adelgacé muchísimo, llegué a pesar 54 kilos. De ahí conocí a Luis Felipe [Zamudio, activista] y me ayudó con todo el proceso y con todos los problemas en el Seguro Social.
“Desde que inicié [el tratamiento] tuve muchos problemas, tanto de desabasto de medicamentos, como de atención. Al principio me decían: ‘Te vas a morir, entonces no te vamos a atender bien’. Les decía que estaba pagando un servicio y luego me decían que me iban a dar un tratamiento, pero sin hacerme estudios para saber cómo estaba o qué necesitaba”, narra.
Luis Ángel, de 26 años de edad, recuerda que le llegaron a decir que lo que tenía era estrés y falta de alimentación. Otro problema que tuvo fue que en el IMSS homologaron su número de seguridad social con uno de Jalisco, por un homónimo suyo, por lo que de manera automática el sistema da de baja un número, pero sigue cobrando.
Indica que iba a sus citas, pero le decían que no estaba dado de alta, pero aparecía en el sistema, por lo que le negaban la atención y el medicamento. Esa situación duró cuatro meses. Tuvo en comprar de sus recursos los medicamentos para ese tiempo, hasta que el IMSS reconoció el error.
Sin embargo, el medicamento que tomaba no servía. “Me hicieron una prueba con 10 medicamentos, pero sólo con tres era compatible, todos los demás mi cuerpo los rechazó.
“Si no lo tomo de acuerdo al plan, entro en una situación grave porque no respondo a otro medicamento, porque es el único que puedo estar tomando. El virus se hizo demasiado fuerte por la falta de atención”, abunda.
Luis Ángel se sometió a un tratamiento de recuperación. A la fecha, el aspecto del joven es atlético, aunque debe de cuidar su salud, algo complicado, pues en el IMSS lo cambian constantemente de médico que utiliza un esquema de tratamiento diferente.
Por lo anterior, tiene que recurrir a diferentes asociaciones, incluso a la Clínica Condesa, en la Ciudad de México, para establecer un tratamiento, pues con el cambio de doctores su organismo se descompensa.
Los fármacos, agrega, se le surten de manera correcta un mes y luego vuelve a sufrir por el desabasto, pues le ponen excusas para no entregarselos, como por ejemplo que faltaba un acento o una cifra estaba incorrecta.
Luis Ángel dice que ha sabido de más casos de pacientes con VIH que no reciben el tratamiento adecuado. Uno muy cercano, su esposo, quien recibía atención en el Capasits, pero cuando contrajeron matrimonio decidió asegurarlo en el IMSS.
Ese fue otro problema, pues en el IMSS enfrentó problemas para darlo de alta, pues una firma que no coincidía o que no se parecía en la foto de la credencial de elector, era razón suficiente para aplazar el trámite.
Incluso, en una ocasión en la que su esposo estuvo hospitalizado, el personal del seguro no le permitía entrar a verlo, por no ser un familiar directo, a pesar de que él les explicaba que estaban casados.
En abril pasado, recuerda, no le surtieron una receta, por lo que unos días no pudo tomar su tratamiento. El 2 de mayo le hablaron para decirle que ya estaba su medicamento, pero le dijeron que se presentara hasta el 15 de mayo, para pedir todo el tratamiento.
Cuando fue, en el IMSS le dijeron que sólo iba por los productos para venderlos, y le hicieron firmar cartas que decían que no le entregarían el mes pasado, pues ya se lo habían dado, cuando estaba retrasado un mes.
Situación similar es la que vive con el tratamiento psicológico, pues sólo tuvo una cita con un especialista y que lo único que hizo fue regañarlo, pues le dijo que “me contagié porque no me había cuidado, que era mi culpa, por mi homosexualidad.
“De las otras citas que hice con el doctor, que no estaba, que se había ido, que estaba de vacaciones”, cuenta. Precisa que la forma en la que se contagió de VIH fue por un abuso sexual.
Su madre es quien más lo apoya, incluso buscando tratamientos alternativos para mejorar su condición. Luis Ángel es optimista: “Me veo completo, vivo, porque no me siento enfermo”.