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Luego de estar cerrado por la pandemia de Covid-19, el Museo de Bichos, ubicado en el centro de Querétaro, reabre sus puertas a los visitantes para mostrar a las mentes curiosas el mundo de los insectos, seres que por desconocimiento son estigmatizados, pese a su importancia en la cadena de la vida en el planeta.
El museo, en la calle de Pasteur Sur, permanece en el mismo número, el 32, pero en un nuevo espacio al interior del inmueble, que comparte con otros negocios de diferente giro.
Jesús Puente Casillas, fundador del museo y entomólogo de profesión, y su hija, Paola Puente Cid, quien se define como entomóloga empírica, ultiman detalles en la museografía en el nuevo espacio del inmueble.
El museo recibe a los visitantes con una muestra de saltamontes y chapulines, unos de casi 20 centímetros de longitud, dignos de la peor de las pesadillas de un entomofóbico.
“Nos tocó una temporada media fuerte, porque tuvimos que cerrar. Nos tuvimos que llevar el material vivo al departamento donde yo vivo, porque aquí no lo podíamos tener, porque estaba todo cerrado.
“Tuvimos que hacer eso. Gracias a Dios se pudo abrir una temporada. Luego el cambio de instalaciones, que nos tomó 15 días, volvernos a reubicar, estar bien establecidos… esto nos costó, pero afortunadamente estamos aquí”, abunda Jesús.
Explica que el museo cuenta con dos mil 600 ejemplares.
De especies, añade, se tiene una gran diversidad, principalmente de órdenes, entre los que menciona los odonatos, coleópteros, dípteros, lepidópteros, ortópteros, himenópteros, entre los más comunes que se encuentran a nivel mundial.
Jesús comenta que la idea (y el temor) de mucha gente hacia los insectos es infundada, pues creen que son repugnantes y malos.
“Tenemos, por ejemplo, a las cucarachas. La cucaracha no es sucia. Es más limpia que nosotros [los humanos]. Lo que pasa es que nosotros le ponemos las condiciones para que ella viva en un lugar sucio; ¿quién hizo los drenajes?”, se cuestiona.
Lugar especial ocupan los escorpiones y arácnidos, que llaman la atención de los visitantes. Ahí se pueden apreciar tanto ejemplares vivos como en la colección que Jesús ha acumulado durante toda su vida. Los visitantes, si así lo desean, pueden tocar a un ejemplar de tarántula que es la más dócil. Otras, como una especie de arácnido del Caribe, es más agresiva y permanece en su recinto.
Agrega, de la misma manera, que los insectos son esenciales también como alimento humano.
En México, asevera, hay 507 especies comestibles, los más comunes los chapulines, gusanos de maguey, escamoles, jumiles, tenebrios, hormiga chicatana, chinicuiles, tantarria (originaria de Querétaro), que tiene, además, grandes beneficios en la salud.
El entomólogo recuerda que el museo ya tiene 26 años de creado, y él estudiando a los insectos ya cumple 47 años. Ya son tres museos de este tipo. Uno, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas; otro más en Aguascalientes, en el mismo estado, y en Querétaro.