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El olor a pan recién hecho atrae a los visitantes que poco a poco arriban a la feria. “Venir a la feria y no comer pan de feria, es no haber venido”, dice Alba Nava Juárez, cuyo padre vende el tradicional pan desde hace más de 35 años.
Alba se acerca a un cliente, a quien le ofrece el pan de nuez, queso, queso con zarzamora, entre otras variedades que ofrecen en la feria de Querétaro 2018. Anastasio Nava, el padre de Alba, fue quien inició con el negocio del pan, que ahora toda la familia hace y conserva como una tradición familiar.
Originarios de Tlaxcala, pero avecindados en Querétaro, la familia de Alba, en su totalidad se dedica a la venta de pan. De hecho, los puestos de este producto que se ofrecen en el recinto ferial son de la familia Nava.
“Él [su padre] es el fundador, el que nos enseñó a todos los yernos, los hijos, a hacer pan”, dice la mujer mientras observa a los cuatro jóvenes que elaboran el pan que se venderá ese día.
El ir y venir de los jóvenes panaderos es constante. Trabajan rápidamente. La masa adquiere poco a poco formas familiares. Mientras unos hacen las figuras, otros decoran los panes, los colocan en charolas que en minutos entrarán al horno, para en menos de media hora estar listos para ser vendidos a los visitantes de la feria.
Uno de los jóvenes panaderos hace un pieza rellena de queso y mermelada de zarzamora. En un par de minutos termina la pieza, que está lista para hornearse.
La oferta culinaria de la feria es amplia y para todos los gustos y bolsillos. Hay hot dogs, hamburguesas, nachos, tacos, carnes asadas, pizza… pero tradicional, el pan de feria.
Alba dice que su favorito es el pan de nuez, aunque el de nata y mantequilla también son buenos. Además, agrega, el pan de pulque, una delicadeza y en estos tiempos rareza, pues cada vez son menos quienes lo consumen.
“Hay gente que luego sí nos lo pide, y lo traemos de Tlaxcala. A nosotros nos enseñó nuestro abuelito, a prepararlo”, abunda.
Dos charolas de pan son llevadas al horno instalado en el mismo puesto en el recinto ferial. En pocos minutos el olor del producto cocinándose se extiende por el sitio. Una familia que pasa frente al puesto es atraída por el olor. Aún es temprano y no hay tanta gente visitando la feria.
Muchos puestos permanecen cerrados. En otros, como el caso de Alba, se preparan para la tarde-noche, cuando más visitantes llegan al lugar y las piezas de pan se venden bien.
Alba señala que durante tres semanas venderán en la feria, pero no es el único sitio donde ofertan el tradicional pan, ya que en donde hay fiestas patronales acuden, como a La Cruz, el centro durante las fiestas tradicionales, Semana Santa, Todos los Santos, en El Pueblito, Lomas de Casa Blanca, Carrillo, pero todo en Querétaro, pues la gente del estado gusta mucho de este tradicional producto.
Las charolas con las piezas para hornearse están listas. Julián Romero, esposo de Alba, las coloca al interior del horno. Explica que él vende pan desde hace 20 años en la feria, por su suegro, quien les enseñó el oficio.
Dice que el pan se hace diario, pues el consumo es elevado, apenas unas cuantas piezas quedan del día anterior.
El pan, dice, se comienza a hacer poco después de mediodía, y en menos de media hora ya está listo para ser ofrecido a los clientes, para más tarde acompañar una taza de café o un chocolate.
Una charola de pan está lista. Julián se coloca unas manoplas de cocina para tomarlas. Abre el horno y el olor a pan recién horneado se hace más intenso. Dos clientes esperan las piezas que acaban de comprar. Alba coloca bajo cada pan una pieza de papel, y luego las coloca dentro de bolsas del mismo material.
Los jóvenes bromean con Julián y Alba. El ambiente de trabajo es bueno y las expectativas de venta también. Mientras Julián acomoda los panes recién salidos del horno, Alba atiende a un cliente que llega a preguntar por las bolsas de gorditas de nata, que también se venden en el puesto que presume con orgullo el municipio tlaxcalteca del cual es originario la familia Nava: Huactzinco, Tlaxcala.
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