“Sí lo atienden a uno bien. El que se queja es porque no tiene conocimiento, o no tiene paciencia. No he tenido que pagar un quinto”, dice Ignacio Jorge Guerra González, quien es tratado por cáncer de próstata en el sector salud, sin que haya padecido desabasto de medicamentos o tratamientos para su enfermedad.
Narra que por casualidad fue a un médico de farmacia porque se sentía mal. La doctora que lo atendió le hizo preguntas que se le hacen a los hombres mayores y lo mandó a hacerse unos estudios.
Nacho, como lo llaman sus amigos, acomoda su mercancía. Vende lentes en el mercado de La Cruz. Apunta que fue a un urólogo particular quien le recomendó que debía de hacerse una biopsia, que le costaría 9 mil pesos. También le dijo que el tratamiento de esa enfermedad era muy caro.
Comenzó su tratamiento. Acudió al Hospital General, donde comenzó a ser atendido. La biopsia le fue hecha en el mismo nosocomio. Se confirmó el diagnóstico: cáncer. De inmediato el médico le recetó unas pastillas y unas inyecciones, cuyo valor es de 19 mil 200 pesos, que debe ponerse cada tres meses, así como una doble vacuna. También unas pastillas, cuya caja e cuesta 9 mil 200 pesos. El medicamento lo había estado recibiendo por parte del Hospital General.
El urólogo remitió a Ignacio con el oncólogo, quien lo manda al Centro de Oncología. Le hicieron los estudios necesarios y comenzó su tratamiento de radioterapias. Recibió 16 radioterapias.
“Hace más o menos una semana que llegamos toda la gente que íbamos ahí, y nos dicen que están suspendidas [las radioterapias] porque no hay contrato y el gobierno suspendió todo tipo de apoyos para ese tipo de tratamientos.
Me mandan al nuevo centro oncológico que está junto al Hospital del Niño y la Mujer. Ya empecé el tratamiento, pero ahí es más completa la atención, porque me mandaron con la trabajadora social y con la nutrióloga. Me detectaron que el problema es que la máquina del Hospital General, como es más antigua [no es que no sirva] me estaba quemando, por lo que me estaba inflamando del vientre”, apunta.
Ya en el nuevo nosocomio le dieron el tratamiento. Apenas el lunes fue a que le hicieran la simulación de radioterapia. Ahora deberá esperar a que le llamen para saber cuándo reanudará su tratamiento, pues llegó mucha gente para ser atendida.
Señala que en ese hospital va mucha gente de diferentes ciudades de Guanajuato, pues el IMSS lo tiene subrogado y los mandan ahí a recibir tratamiento.
Ahí conoció a mucha gente a la que, dice, trataba de alegrar la vida con su forma de ser, dándoles ánimos. Incluso, comenta que el 24 de diciembre fue con su gorro navideño para desear feliz Navidad a todos los pacientes que lo acompañaban en el anterior hospital donde recibía atención.
Dice que trata de hacer la vida amena para los otros pacientes con cáncer, a pesar de que algunos están en muy malas condiciones.
Dice que lo están tratando muy bien. Agrega que el sistema de salud en Querétaro trabaja bien, porque lo veía cuando llegaba.
“Nada más les decía a los otros pacientes que recordaran que son muchos los enfermos en México, muchos, demasiados los enfermos, que las instituciones médicas no se dan abasto para atendernos a todos. Yo creo que los gobiernos municipales, estatales y federales hacen un esfuerzo muy grande, y que es un derecho constitucional que tenemos para atendernos. Vemos que fila es muy larga en la farmacia, pero es porque les van a dar su medicamento. Porque sí hay. Hay cola en los consultorios porque les van a dar consulta.
Si me citaban a las nueve, yo me iba a las ocho. Iba saliendo a las 11, 12 del día, pero me atendían, que es lo que se trata”, asevera.
Agradece la atención. Apunta que con el tratamiento que recibe ha evolucionado de manera favorable. El nivel de antígeno prostático ha disminuido a niveles aceptados apenas a cuatro meses de comenzar su tratamiento.
Con las radioterapias, explica, sólo van a desaparecer las manchas de cáncer que aún tiene.
También destaca que nunca le pidieron dinero para recibir atención médica. Tampoco se percató que al algún paciente le hayan pedido dinero.
También comenta que hay enfermedades que no entran en el extinto Seguro Popular, pues así lo marca el reglamento.
Recuerda que inscribirse al Seguro Popular costaba 200 pesos. Dice que 200 pesos no es nada comparado con lo que hubiera pagado de su bolsillo para tratarse, o su familia, pues apunta que su hija estaba inscrita al Seguro Popular y lo ha tenido que usar con regularidad.
Nacho no se desanima por padecer su enfermedad. Se queja de que la dieta que le dieron es muy poca para sus actividades. Indica que trabaja desde la madrugada hasta la cinco de la tarde, por lo que las raciones que le manda la nutrióloga tendrían que ser más abundantes.
“Hay gente que sí funciona bien. Esperemos que el sector salud del estado de Querétaro siga funcionando tal y como está”, subraya.
Nacho regresa a su trabajo. Atiende a una clienta que busca unos lentes. Su esposa está con él. “Esperamos que salga bien. Hay que tener fe”, dice la mujer.