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Mientras José Luis Silva perfecciona una de sus más recientes esculturas, —el cuerpo de una mujer con trazos de tipo arquitectónico—, recuerda que meses atrás no lograba ese nivel de realismo en sus figuras. Estudió artes plásticas, pero cuando terminó la carrera no se sentía satisfecho, por eso continuó estudiando, esta vez en el taller de Refugio Corral, dice el escultor de origen sinaloense que radica en Querétaro desde hace más de 16 años.
“Algo muy curioso es que la gente cree que el arte no es para cualquiera, pero eso es falso, el arte es para todos, a lo mejor no todos pueden comprarlo porque son trabajos costosos, pero por supuesto que cualquiera puede adentrarse en el mundo de la escultura o de la pintura, o hay quien no quiere hacerlo, pero le gusta apreciar las obras, el arte nos abarca a todos”, comenta el joven aprendiz.
José Luis es uno de los alumnos de Refugio Corral, acude a clases dos veces a las semana, ocho horas en total; entre alumnos y maestro se pasan las horas moldeando figuras humanas y de animales, cada alumno sumergido en su concepto y personalidad.
“Trato de enseñar todo a los alumnos, no me guardo nada para mí, creo que ese es el objetivo de mis talleres, transferir el conocimiento, no soy como los demás maestros que enseñan sólo una parte de lo que saben para que los alumnos no les quiten el trabajo, yo creo que cada quien tiene su toque y cada quien trabaja de acuerdo a sus habilidades.
“Desgraciadamente este tipo de talleres tienen poca concurrencia, pocos se interesan en la escultura, en parte porque es muy complejo, trabajamos con solventes, nos lleva mucho tiempo, pero también porque no hay muchas personas que impartan este tipo de taller”, comparte Refugio.
Para el escultor sinaloense, que tiene su taller en Mariano Escobedo 76, en el Centro Histórico, cada alumno es un enigma. “No se necesita de un carácter o una personalidad en específico para venir a aprender escultura, de hecho yo he tenido alumnos con personalidades muy variadas y yo tengo que adaptarme a ellos, eso lo hace todo muy dinámico, y que bueno que sea así”, comenta.
Lo más común, comenta Corral, es que a su taller lleguen alumnos que jamás han trabajado algún material para escultura, los menos son aquellos que ya tienen una preparación previa, quienes representan un reto mayor, pues se trata de cambiar completamente el chip de lo antes aprendido.
“Es más fácil para mí comenzar con una persona que no sabe absolutamente nada sobre escultura, porque así puedo empezar desde ceros y enseñarle base por base, a mi manera; pero trabajar con alguien que ya hizo esculturas durante varios años y que ya tuvo otros maestros es un verdadero reto, porque se trata de borrar todo lo aprendido, corregir los errores o pulir las capacidades de cada uno, es un borrón y cuenta nueva”.
José Luis coincide con este punto, él recuerda que cuando terminó su licenciatura pensaba que sus esculturas estaban bien hechas y que poco debía hacerse para mejorarlas; “pero cuando inicié en el taller con Cuco me di cuenta que aquí podía alcanzar un nivel de realismo que yo no sabía cómo lograr, de hecho tuve que rehacer varias de mis esculturas y quedé sorprendido de lo mucho que las mejoré, quedé muy satisfecho porque venir aquí es como descubrirte a ti mismo, descubrir habilidades que no sabías que tenías. Mucho de eso se debe al maestro, porque no to dos tienen ese aguante al momento de enseñar a los alumnos”.
Refugio Corral reconoce que dar clases no es una actividad primordial en su carrera, pero que sí es algo que disfruta hacer. Él junto con sus alumnos tienen claro que vivir del arte es complicado, pero, dice, los une la pasión por crear.
“Creo que todos en este taller sabemos que vivir del arte es como llegar al cielo, antes de llegar hay que pasar muchas espinas, se sobrevive, pero no estamos aquí por ganar dinero o por hacernos de un nombre, estamos aquí porque sentimos esa necesidad de crear, nos hemos quedado aquí en el taller casi días enteros, porque no podemos parar de trabajar, eso es muy gratificante, que los alumnos, aunque ya no sean horas de clase, se queden aquí a seguir con sus esculturas”.
Polémico escultor
Refugio Corral es pintor y escultor innato, desde que tenía seis años realizaba sus primeros trazos en cualquier pedazo de papel o realizaba pequeñas esculturas con tierra mojada. Llegó a Querétaro para estudiar artes plásticas y comenzó a montar exposiciones; dos de ellas sobresalen por la polémica que ocasionaron entre el público.
La primera fue ‘Historias de Amor, Desviaciones y una que otra Perversión’, repleta de penes, vaginas, piernas abiertas y pezones al descubierto, un erotismo expuesto, según la definición del autor; la segunda fue ‘Premios a la Complicidad’, una serie de esculturas relacionadas con el narco en México y sobre cómo la sociedad —nos guste o no— terminamos siendo cómplices.
El escultor sinaloense considera que el erotismo es su sello personal, y lo disfruta. ¿Si una obra no produce nada entre el público, entonces de qué sirve?, se pregunta.
“El erotismo me ha ocasionado fuertes críticas no sólo hacia mis obras, sino hacia mi persona, pero lo entiendo porque a nadie le gusta aceptar que es un lujurioso, podremos aceptar que somos avariciosos, codiciosos, rencorosos, pero jamás lujuriosos, por eso la reacción tan conservadora de la gente, es una especie de proyección”.
En su taller, Refugio trabaja en una nueva exposición que pretende presentar a principios del 2020 y que consta de al menos 15 bustos de hombres mayores de 50 años, bustos en donde las expresiones faciales serán el principal elemento. La futura exposición llevará el nombre ‘Los Rostros del Tiempo’.
bft