Aunque Martín Romo se dedicó toda su vida a los negocios, una vez jubilado tuvo que convertirse en médico veterinario, cuidador, vigilante, comerciante y de más, debido a que administra un pequeño rancho familiar en el municipio de El Marqués, donde desde hace 6 años se dedica a la crianza y venta de borregos black belly.
El también expresidente de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) en Querétaro, confiesa que nunca imaginó que luego de su jubilación como empresario, tendría que aprender un oficio nuevo: la crianza de ovejas.
Reactivación del rancho
Martín confiesa que luego de su jubilación, sólo fue capaz de descansar 25 días en su casa, después de ese plazo simplemente se dio cuenta que el ocio no era para él y puso manos a la obra para reactivar un pequeño rancho familiar que hasta ese entonces permanecía casi abandonado.
Inicialmente se enfocó en pequeñas labores domésticas y disfrutaba de la calma con un libro y un café, “era mi zona de descanso”, dice; pero tampoco fue suficiente y comenzó a adentrarse en la apicultura, adquirió unas cuantas colmenas, aprendió cómo atenderlas e inició, poco a poco, a vender pequeñas cantidades de miel.
También compró algunas gallinas para comenzar con la producción de huevo, pero finalmente, su pasión la encontró en la crianza de ovejas black belly, y con orgullo dice que estos animales criados en su rancho son de una excelente calidad.
“Comencé poco a poco a hacerme cargo de este rancho que es de la familia de mi esposa, estaba muy abandonado y poco a poco yo fui encargándome de él, a sugerencia de mi esposa. Comencé con las abejas, aprender apicultura, después me hice de unas gallinitas y comencé a vender huevo, y finalmente compré unos borregos, la idea nunca fue dedicarme a la crianza de borregos, eso vino con el tiempo, yo más bien quería ocupar mi tiempo, aprender nuevas cosas y aprovechar el espacio que teníamos”.
Martín recuerda que la compra de las borreguitas y un semental inició como una actividad de recreación, sin embargo, surgieron las propuestas de algunos compradores, y su nuevo empleo comenzó a tomar forma.
“Compré inicialmente 50 borreguitas y un semental, la cosa es que esas después se hicieron más y más y así fueron creciendo, en ese momento mis amigos me sugirieron que me dedicara a la crianza y aquí estoy, llevo 6 años con la crianza de borregos”.
Actualmente Martín tiene un total de 350 ovinos en su rancho, y cuando entra a corral pareciera que los animales lo reconocen, enseguida salen a recibirlo dos perros y un pequeño borrego, entre risas Martín dice que son su comité de recepción.
La gran mayoría de los borregos son 100% black belly, cuya característica principal es su cuerpo color café y su panza negra, algunos pocos son cruzas de dos especies distintas. Los animales se dividen en pequeños corrales; por un lado las crías viven con sus madres pues aún dependen de ellas para comer, conforme van creciendo van cambiando de corral, son separados según sean machos o hembras y cuando tienen aproximadamente 7 meses de edad, son puestos a la venta.
Aunque los borregos criados en este rancho sí podrían venderse para fines alimenticios, la mayoría de las borreguitas y cementales de Martín son comprados principalmente para seguir con la crianza de esta especie, debido a su excelente calidad.
“He vendido animalitos para clientes de distintas partes de la República, y es que la verdad he sido muy exitoso, mis borregos son de muy buena calidad, practicamente me las arrebatan”.
Convertirse en experto
Durante los últimos 6 años, Martín se ha convertido en mucho más que en el supervisor del rancho y de la crianza de borregos, sino que ha tenido que involucrarse de lleno en su trabajo, y aprender a detectar síntomas de enfermedad en los borreguitos, detectar complicaciones en los partos o alguna enfermedad en los pulmones; aprendió a inyectar, a medicar y a alimentar a los más pequeños cuando las madres no pueden hacerlo.
“Imagínate la primera vez que tuve que ayudar a alguna borreguita en un parto, yo no sabía qué hacer pero con el tiempo he tenido que aprender”, platica.
Martín detalla que uno de estos animales tiene un valor aproximado entre los 2 mil y los 4 mil pesos, dependiendo de las características del borrego y para qué fines se compra.
Debido a que la mayoría de los clientes compran sus borregos para crianza, Martín se encarga de detectar a los mejores borregos desde que éstos son aún muy pequeños; de inmediato reconoce a los mejores para crianza, a aquellos que tienen estructura fuerte, sus cuatro patas bien derechas y un buen caminado, excelente apariencia de color en el pelaje y de inmediato los detecta como vientres o sementales.
La crianza de borregos se convirtió en una actividad que considera más un hobby que una responsabilidad, por lo que, dice, consiguió su objetivo.