Conrada Felipe es artesana desde hace más de 40 años. Originaria de Santiago Mexquititlán, aprendió desde joven a hacer las tradicionales muñecas Lele e hizo de su elaboración su forma de vida.
Es una de las participantes que conforman el corredor artesanal del Centro Estatal de Desarrollo Artesanal Indígena (CEDAI), sin embargo, día a día se enfrenta a las bajas ventas.
“Cuando cerramos aquí salgo con mis muñecas a tratar de vender en las calles, porque aquí nomas no se vende nada”, comenta la mujer de 78 años.
Las bajas ventas en el Centro de Desarrollo Indígena, ubicado en la calle Ignacio Allende Sur #20, en el Centro Histórico, no son un secreto para nadie.
Desde que inició la contingencia sanitaria por Covid-19, todos los eventos públicos se suspendieron en esta plaza y por lo tanto, las ventas cayeron drásticamente.
A inicios del 2020 se contabilizaban 40 artesanos de distintos municipios de Querétaro e incluso artesanos de otras entidades instalados físicamente en el CEDAI, hoy sólo se encuentran 25 de estos artesanos, muchos de ellos han dejado el pequeño puesto que les otorgó el gobierno del estado, pues las ventas son casi inexistentes, de hecho los artistas de este centro calculan que las ventas han bajado en un 90%.
Señalan que el panorama no ha mejorado, aunque Querétaro se encuentra ya en el Escenario A de Movilidad Modulada.
De hecho, muchos de estos artesanos exponen en sus vitrinas cientos de muñequitas de tela, mejor conocidas como las muñecas Lele.
Los precios varían dependiendo del tamaño y la complejidad de cada muñeca, y ante las bajas ventas, optan por salir a la vía pública e intentar vender estas artesanías locales.
Una de ellas es Conrada, que día a día está presente en el CEDAI para vender sus creaciones, pero cuando este centro cierra sus puertas, intenta vender sus muñecas en la vía pública.
Lo anterior, pese a que no tiene permitido vender sus productos en las calles.
“Es que estamos aquí todos los días y nomas no se vende nada, está muy solo y los fines de semana, sábado y domingo está más solo todavía, creo que estamos muy escondidos. Sí entran algunas personas pero no siempre compran”.
“Por eso yo cuando salgo de aquí preparo mi canastita y trato de vender mis muñecas en la calle, pero están los inspectores, algunos sí te dejan vender, pero otros no, tenemos que andarnos con cuidado porque si no te quitan todo”, explica la mujer.
“No te dejan vender en la calle porque dicen que solo tenemos permiso de vender aquí [en el CEDAI] pero aquí no viene nadie, no vendemos nada”.
Hay días en que Conrada no vende ni una sola artesanía, entonces sale a las calles para interceptar a turistas e intentar vender una muñeca o una chalina bordada a mano, pero no siempre lo consigue.
Además de los inspectores, está el problema del regateo, algo a lo que Conrada y los demás artesanos se enfrentan diario.
“Mis muñecas cuestan algunas 50 pesos, otras 150 y otras 250, depende del tamaño y de la ropita que traigan puesta, porque son materiales diferentes, pero la gente a veces me dice que están caras, pero yo les digo que no están caras porque a cada muñeca yo le gano muy poquito, pero a veces cuando no he vendido nada sí tengo que bajarle al precio”, lamenta.
Cada semana, Conrada Felipe viaja desde Amealco hasta Querétaro, donde radica de miércoles a domingo.
Durante su estancia en la capital intenta vender sus muñecas y pasa las noches con una familia que le da alojamiento.
Su jornada de trabajo es de 12 horas, pues alrededor de las 11 de la mañana abre su pequeño puesto instalado y por la tardes sale a las calles para vender sus artesanías directamente con los transeúntes en la vía pública, pasadas las 10 de la noche vuelve a casa para descansar.
La artesana cuenta que a sus 78 años de edad, ya tiene complicaciones para coser a mano sus muñecas Lele, por lo que contrata a una persona que le ayude con ese proceso, lo que le impide bajar el precio de su trabajo.
“A mí ya me cuesta mucho trabajo hacer las cosas más pequeñas y le pago a una persona para que termine las muecas, yo hago casi todo: su cuerpecito, los vestidos, el cabello, todo, pero hay algunas cosas muy chiquitas que ya no puedo hacer y lo tiene que hacer alguien más, yo le pago a esa persona, entonces es más difícil porque si bajo el precio ahora sí me quedo sin nada [de ganancia]”.
Para Conrada Felipe, la crisis económica por la que atraviesan los artesanos no se debe exclusivamente al tema de la pandemia, pues confiesa que siempre han enfrentado los mismos obstáculos: el regateo de los clientes, el acoso de los inspectores y las bajas ventas en el CEDAI, donde ofrece sus productos desde hace siete años.