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Los peregrinos avanzan en medio de la noche fría en por la ciudad de Querétaro. Van acompañados de cientos de personas, entre ellos niños en su mayoría, por quienes los mayores conservan la tradición de las posadas en el barrio de La Cruz.
En el atrio del templo que da nombre al tradicional barrio de la capital queretana, los asistentes a esta posada de la temporada navideña se forman detrás del Misterio, nombre con el cual se le conoce a los peregrinos de una manera tradicional.
En su mayoría, los asistentes son niños, quienes entusiasmados esperan el momento para que puedan salir a caminar hacia la calle de Damián Carmona, sede de la posada.
Las posadas se organizan en diferentes calles, en ellas los vecinos cooperan para hacer los aguinaldos, las piñatas y asimismo ofrecer el tradicional ponche a los asistentes.
Los frailes del templo de La Cruz contribuyen con la música. Antes de partir hacia la calle de Damián Carmona. Interpretan villancicos de manera alegre y entusiasta que llaman la aten ción de la gente que pasa y de los ya presentes. Los asistentes se entusiasman con las canciones de los padres, quienes “prenden” a los ansiosos por que empiece el festejo.
Antes, durante la misa previa a la posada. El sacerdote que oficia la Eucaristía recuerda que este año se cumplen 800 años del primer nacimiento que colocó San Francisco de Asis.
José Antonio León Sánchez, de la Mayordomía del templo de La Cruz, explica que la tradición de las posadas tiene más de medio siglo de realizarse en el barrio. En su caso ya son tres generaciones las que llevan las posadas a las calles y agradece que a través de los años esta celebración siga vigente.
Recuerda que con excepción de los años de la emergencia sanitaria por el SARS CoV-2, virus causante de la enfermedad Covid-19, no se realizaron de manera formal, pidiendo sólo a los vecinos que apoyan con los aguinaldos, llevarlos al templo para repartirlos ahí para no formar aglomeraciones, pero que a su vez no se rompiera con la tradición de tantos años.
Dice que esperan en las posadas alrededor de mil personas, y en ocasiones rebasan ese número de asistencia.
“Seguimos conservando estas hermosas tradiciones navideñas, donde nace el amor, el amor a la familia, el amor al prójimo. Hay que seguir conservándolas. Esa es la unión, el amor a esta tradición, a pesar de la modernidad”, abunda.
“La tradición se conserva gracias a los vecinos que cooperan, que ofrecen la posada, que continúan apoyando con el mismo entusiasmo y lo transmiten a las siguientes generaciones”, comparte José Antonio, quien es la tercera generación en su familia que participa en las posadas de La Cruz.
Recuerda que su padre les heredó a los hijos la posada que dan. Ellos acuden con los vecinos de su calle y quien quiera cooperar lo hace, sin verse obligados a participar, pero afortunadamente siempre reciben mucha cooperación, relata.
Aunque la mayoría de los asistentes son de La Cruz, señala José Antonio, acuden también habitantes de los barrios cercanos, como Hércules.
Poco después de las 19:00 horas parten los peregrinos hacia su destino. Avanzan por la calle de Felipe Luna que está congestionada por los automovilistas que circulan en la noche por esa vía, para visitar el primer cuadro de la capital del estado.
La presencia de elementos de Movilidad no se registra en la zona. José Antonio dice que se solicitó apoyo a la autoridad, pero no hubo respuesta por parte de la misma.
Los peregrinos avanzan entre todos los automóviles que mantienen un congestionamiento, mientras los sacerdotes rezan el rosario mientras avanzan.
Se llega a la decisión de caminar mejor por la acera, a pesar de ser muy angosta para que pase el Misterio. Se cruza la calle de 5 de Mayo, donde algunos de los organizadores paran la circulación de los automóviles, para que todos los asistentes pasen con seguridad.
Avanzan hasta la acalle 16 de Septiembre para tomarla y llegar hasta Damian Carmona, así después poder caminar tranquilos ya por esa calle hasta las viviendas de los vecinos que recibirán el Misterio.
En la primera casa no hay suerte. No sale nadie, ante la sorpresa de todos. Los organizadores deciden avanzan hasta la siguiente parada, en la casa de la familia Manriquez Becerra, donde los anfitriones ya esperan a María y José que llegan hasta su casa.
Se termina de rezar el rosario frente a la casa. Se pide posada de inmediato. Todos los asistentes participan. Luego, piden hacer dos filas, una de niñas y mujeres. La otra de niños y hombres. Aquí todos reciben su aguinaldo, no importa la edad.
A unas casas los vecinos sacan mesas y ofrecen ponche a todos los asistentes. La bebida cae bien para lidiar con los 12 grados Celsius de temperatura, pero con sensación térmica de 11 grados.
Una de las vecinas que hace ponche para la posada es Ángela, originaria de Canadá, pero radicada en Querétaro desde hace 46 años. Este año, comenta, se puso el reto de hacer ponche para repartir entre los partícipes de la fiesta popular. Explica que vive en el estado porque se casó con un mexicano, Isauro.
“Lo que distingue a los mexicanos es su capacidad para celebrar. No quiero decir que necesariamente con alcohol, sino celebrar la vida. Eso es algo que ya me lo contagiaron y lo aprecio”, dice Angela mientras ríe.
Destaca que apenas se convirtió en abuela y que quiere al barrio de La Cruz, donde vive después de mudarse del barrio de Hércules, donde vivió durante 15 años.
Apenas si llega el hijo de Ángela con la olla de ponche, una fila de personas se forma frente a la mesa para recibir su bebida caliente para salvarse del frío con ayuda de éste.
Mientras, se comienza a organizar el rompimiento de piñatas, para alegría de los niños que participan emocionados.
La posada llega a su fin cuando las piñatas caen al suelo y una decena de niños se lanzan para tomar los dulces que salen de la “panza” de barro de la piñata. Al final, es por ellos por quienes se debe de conservar la tradición.