“Unos tacos de cecina para comer aquí y una torta de la barda”, pide la mujer que llega al local ubicado en la calle de Carranza, donde Eduardo Valentín y su esposa atienden el negocio donde la especialidad es el antojito que vio la luz en el puerto de Tampico.

Eduardo señala que también se dedica a la música, donde es conocido como Eduardo Valentino. Ahora su proyecto es esta nueva sucursal de las tortas clásicas de Tampico, cuya historia narra el hombre originario de ese puerto.

“Además de dedicarme a la trova, a la música, también me dedico a la gastronomía.

“En Querétaro tengo como 25 años, pero con el proyecto de gastronomía llevo tres.

“El nombre de torta de la barda viene de la persona que las ofrece por primera vez, un señor de apellido Bracamontes, en el puerto de Tampico.

“Empieza a ofrecer las tortas justo donde está la barda que divide el muelle de la zona marítima y la ciudad (...) Ahí es donde se comienzan a ofrecer, originalmente para los trabajadores de los muelles, de los alijadores, pero las comienza a consumir la gente de la ciudad,    quien les pone el nombre. Decían en las tortas de la barda”.

Una torta de la barda, dice, lleva en el pan frijol untado, jamón, queso de puerco, carne deshebrada de res, chorizo frito, tomate, cebolla y aguacate. Además, una salsa verde con chicharrón. Ese, señala, es el toque especial de la torta.

En Querétaro se venden "las tortas de la Barda", un manjar de sabor y tradición
En Querétaro se venden "las tortas de la Barda", un manjar de sabor y tradición

Luego de tres años ofreciendo a los paladares queretanos este platillo de la huasteca tamaulipeca, Eduardo indica que ha sido bien acogido por los habitantes del estado, tanto originarios como aquellos que han llegado de otras entidades.

“No sólo ha sido bien recibida por los habitantes de Querétaro. También por los turistas que visitan la ciudad y que vienen de otras partes”. A los tamaulipecos que viven en la ciudad las tortas también les recuerdan su lugar de origen. “Les encanta recordar por medio del sabor, de los olores”, dice Eduardo.

Recuerda parte de la historia del heroico puerto de Tampico, por el cual los españoles intentaron ingresar para reconquistar México, pero donde fueron derrotados.

También habla de la llegada del pirata Lorencillo, que llegaba a Tampico y al norte de Veracruz en sus andanzas. Él no era español, era inglés.

Agrega que la cecina que se ofrece en el restaurante es también a la tampiqueña, no es la clásica que se conoce en todas partes, además de la torta de pierna de cerdo al horno, también muy tradicional, pero la reina es la de la barda.

“Cuentan algunos historiadores que desde 1928 se ofrece. Aunque otros dicen que fue más reciente, como de los años 40 o 50 [del siglo pasado]. Hay varias versiones. Es la que tiene más años, más tiempo y es la más tradicional, la más popular, pero las demás recetas también son muy sabrosas”, asevera.

Eduardo recuerda parte de la gastronomía de Tampico y Tamaulipas, aunque no se vende en su local. Indica que parte esencial y que identifica a su ciudad-puerto natal es la jaiba. De hecho, subraya, Tampico es conocido también como puerto jaibo. La jaiba rellena, es famosa, así como los mariscos en general de la zona. Así como la carne asada a la tampiqueña.

Una joven entra al local. Se dirige a la esposa de Eduardo, quien en ese momento se encuentra en la cocina. Pide dos tortas para llevar. En estos días de emergencia sanitaria, la mayoría son para llevar.

Aun así, si algún cliente desea comer en el lugar lo puede hacer. Las mesas lucen limpias y están desinfectadas.

Además, en la entrada hay gel antibacterial, para que los clientes puedan lavarse las manos al ingresar.

Eduardo cambia de tema. Ahora habla de su faceta de trovador-músico.

En el último año y medio, con los centros de espectáculos cerrados, participó en algunas transmisiones vía internet, en redes sociales, a las cuales lo invitaron a participar.

“Es lo que pude estar haciendo durante la pandemia. También tomando algunos cursos en línea, porque no había mucha actividad en la música de manera presencial.

“Entonces, aprovechar todo lo que se podía hacer en línea, tanto algunas presentaciones, como cursos”, asevera.

Dice que a la música se dedica desde hace 30 años, cuando era adolescente, principalmente porque en su familia hay muchos músicos.

Es una familia de músicos que viene de generaciones. “Así me contagié o ya lo traía. Hay músicos del bolero y del huapango en la familia. Posteriormente, entre mis primos hay grupos de rock y de diferentes estilos y género”, indica. Ahora, Eduardo se dedica a la trova y a componer canciones.

Tiene varios proyectos en puerta. Uno de ellos, el más reciente, el negocio gastronómico que apenas lleva dos meses en el local de Carranza y busca posicionar. Hay mucho por hacer en este negocio, dice.

“En cuanto a la música, cuando termina la pandemia, continuar con las presentaciones con público en vivo. Tengo material todavía por grabar. Es parte de lo que hay que sacar adelante. Hay material para dos o tres discos más”, puntualiza.

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