Querétaro, Qro.-
Las calles que rodean al mercado de El Tepe, en ese tradicional barrio queretano, se llenan de puestos de mercancías variadas. Es jueves de tianguis y los habitantes del lugar y sus alrededores acuden a visitarlo, aquí, la sana distancia se queda en el imaginario, pues aunque se quiera, la gente distraída con los productos que se ofrecen y en las compras de la despensa, se acerca una a la otra.
Luego de meses, que casi se convierte en un año, y con un Escenario B, por la pandemia de Covid-19, el tianguis opera con relativa normalidad. Los comerciantes advierten a los clientes, a través de carteles en los puestos, que es obligatorio el uso de cubrebocas. También ofrecen gel antibacterial a los visitantes.
La mayoría de la clientela está conformada por mujeres, quienes con mascarillas y lentes oscuros (para también proteger los ojos) recorren las calles llenas de puestos de frutas y verduras, ropa, juguetes, carne… Hay de todo un poco, incluyendo remedios naturales para casi todas enfermedades y malestares, desde los más comunes como diabetes e hipertensión, hasta disfunción eréctil e impotencia.
Las calles alrededor del tradicional mercado están en obra. Se llevan a cabo trabajos de drenaje. Grandes zanjas en medio de las calles sirven, en algunos casos, como carriles para los compradores que, sin embargo, no se dan cuenta y caminan unos frente a otros, olvidando a su paso la sana distancia.
En los rostros de los comerciantes de El Tepe hay esperanza. La cantidad de “marchantas” asegura que habrá ventas. Así sucede. Los vendedores de frutas y verduras son de los más socorridos. Tomates, cebollas, calabazas, papas, chiles, ajos, plátanos, y demás fruta, se despachan en bolsas que son puestas en los carritos de mandado de las mujeres que acuden a comprar sus alimentos y despensa.
Los puestos de ropa también son de los más visitados. Llama la atención de una joven la cantidad de personas que hay en un local que ofrece únicamente trajes de baño. Prendas que quizá se vayan a usar en las próximas vacaciones de Semana Santa.
El estacionamiento que se ubica frente al mercado sobre ruedas, cuya puerta está flanqueada también por los puestos del tianguis, está lleno. Los automovilistas que desean ingresar deben esperar un par de minutos a que un lugar se desocupe para guardar su vehículo. Los encargados, que cobran una cooperación voluntaria, indican a los conductores que esperen. Luego, cuando hay un sitio disponible, les indican que pueden ingresar al lugar y estacionarse.
Afuera, junto a la puerta del estacionamiento, una vendedora de aves espera a sus clientes, así como un hombre que ofrece tierra para macetas. Ambos son adultos mayores, grupo de alto riesgo de la población por la tasa de mortalidad en ellos que causa el Covid-19; sin embargo, ellos deben salir a vender, a ganarse la vida.
El ir y venir de la gente es constante. En ocasiones aumenta, en parte debido a que no todos respetan lo dicho por la autoridad, de sólo salir un integrante de la familia a hacer las compras; algunas personas van acompañadas al tianguis.
Los negocios de las calles donde se coloca el popular tianguis también esperan clientes. Desde los que ofrecen pasteles, que hacen agua la boca de quienes los ven, hasta carnicerías y tiendas de artículos de limpieza, ambos de primera necesidad. La reactivación de los mercados sobre ruedas, con horarios ampliados, en Escenario B, también beneficia a los comercios fijos.
En la explanada del mercado los puestos que se instalan son principalmente de ropa. En esta zona la gente entra en menor cantidad. Los pasillos lucen despejados, aunque quienes llegan hasta ahí no lo hacen solos, hacen compras acompañados por familiares.
Al interior del mercado de El Tepe los clientes aún son menos. Los locatarios esperan la llegada de los clientes, pero la mayoría están en el tianguis, donde se concentran las ventas del día.
En los locales de carnes, vegetales, abarrotes las “marchantas” llegan a cuentagotas. No se preocupan de la sana distancia. Los clientes llegan poco a poco. En las entradas al centro de abasto se toma la temperatura de quienes ingresan y se brinda sanitizante para las manos. Siguen los protocolos sanitarios, que son más fáciles de respetar por la menor cantidad de personas que ingresan.
Afuera la fila de autos por momentos se detiene. Por instantes las personas que acuden a comprar al tianguis deben orillarse para dar paso a los autos y en ese momento la distancia que podía existir entre ellos se pierde.
Incluso, muchos compradores o vendedores, se descubren boca y nariz para comer algo o platicar bien con sus conocidos. Ríen, se dan el puño, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recomendado no saludar así ni con el codo porque al hacerlo se pierde aún más la sana distancia que si se saludara con un apretón de manos.
Los comerciantes agradecen volver a las calles. Agradecen salir a ganarse la vida, haciendo lo que saben o es herencia familiar. Sin embargo, la cantidad de personas en la calle, saliendo de manera masiva de compras, o en algunos casos sin usar de manera correcta el cubrebocas, o preservando la sana distancia, pone en riesgo la disminución de los casos de Covid-19 y pone en riesgo la reactivación económica.