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El movimiento en el salón del taller de Cultora de Belleza es intenso. Las alumnas ponen en práctica los conocimientos adquiridos durante sus clases. Unas colocan pestañas, hacen manicura, ponen uñas, cortan o tiñen cabello, depilan cejas, todo bajo la mirada atenta de su maestra, quien las prepara para que en futuro puedan emprender su propia estética y tener independencia económica.
Nancy Solís, estilista y maestra, termina de retocar las pestañas de una joven. Fue un proceso laborioso, pues se coloca una por una, afirma.
Profesora desde hace 14 años en el Instituto de Artes y Oficios de Querétaro recuerda que en un principio estaba en otra escuela, donde comenzó su carrera como docente, impartiendo un curso de belleza.
Actualmente, indica, tiene alrededor de 40 alumnos en tres grupos. “Aquí ahorita unas están aprendiendo peinado y corte de cabello. Otras están aprendiendo colorimetría y permacología; otras están en maquillaje y uñas. El curso se divide en diferentes módulos”, explica.
En el salón, las personas entran y salen. Ingresan para ver los avances de las alumnas, aunque muchos deciden “darse una manita de gato”. Un joven se hace la manicura, junto a una joven a quien ponen uñas postizas. Por otro lado, una alumna corta el cabello a su hermana, quien acepta con gusto apoyar a su consanguínea en su aprendizaje.
A un lado, a un hombre de mediana edad le depilan y alinean las cejas, mientras que a un costado a una joven mujer le hacen otro corte de cabello.
En otra parte del salón, en una camas especiales, a otras dos mujeres les dan tratamiento en las pestañas.
Nancy precisa que la educación y capacitación completa del curso de Cultora de Belleza es de tres semestres.
Comenta que lo ideal es que las alumnas tomen todo el curso y luego ellas deciden qué es lo que más les gusta más y en eso se especializan.
La joven maestra afirma que todo le gusta de su trabajo y estar con sus alumnas, quienes son entusiastas.
“Hay unas que llegan diciendo que no van a saber nada, pero ya cuando comienzan a aprender les gusta y le ponen más empeño”, subraya Nancy sobre sus educandas, a quienes observa mientras practican los conocimientos adquiridos en el último semestre.
Precisa que aprender estos procedimientos de belleza no es tan complicado como podría parecer a primera vista para el espectador neófito en estas lides, pues la mayoría de los tratamientos se perfeccionan con la práctica.
“Lo que se necesita es pura práctica. Se les enseña aquí la técnica, y poco a poquito, entre más práctica, ya después ellas se dan cuenta [de lo aprendido)] Dice: Antes no me salía y ahora ya me sale. Esto es cuestión de pura práctica, es practicar y practicar”, enfatiza.
Nancy reconoce que hay una rama que se les dificulta más a la mayoría de las alumnas: El corte de cabello. Señala que esta parte les da algo de “miedo”, por el temor de “tuzar” a las personas. Eso cuesta más trabajo, aunque hay estudiantes que desde que llegan al curso aprenden la técnica de una manera rápida, y a otras que les cuesta más desarrollar la habilidad.
El trajín en el salón no se detiene. Entra y sale gente que quiere ver los avances de las alumnas y aprovechar para hacerse un tratamiento. Las pestañas son unos de éstos que buscan las mujeres que ingresan al lugar, aunque conlleve alrededor de 40 minutos de permanecer acostadas, con los ojos cerrados e inmóviles.
Nancy asegura que le gusta enseñar todo en general, aunque en lo personal le atrae más colorimetría.
En sus grupos, indica, también hay varones, aunque son los menos. Agrega que muchos hombres que se sienten atraídos por este oficio prefieren la barbería, especialidad que no ofrece Nancy.
Los voluntarios no paran de llegar al lugar. Algunas mujeres aprovechan para hacerse el “tratamiento completo”: Corte de cabello, depilación de cejas, pestañas, manicura, en más de mujeres que durante tres semestres pusieron alma, vida y corazón en aprender la mejor manera de sacar la belleza física de quienes se acerquen a ellas para que les den una “manita de gato”.