Anna Georgina StClair, originaria de Sonora, pero radicada en Querétaro hace tres décadas, muestra su trabajo literario, aunque aclara que no sólo se trata de sus textos, pues ella, ante el interés de publicar su trabajo, encuaderna sus propios libros utilizando materiales como cartón reciclado.
Se presenta como escritora, encuadernadora y pintora y de título Maestría en Análisis Político. La mujer exhibe y vende sus libros a quienes disfruten de este peculiar estilo de encuadernar obras literarias con materiales que recicla y decora con su trabajo pictórico.
Define su trabajo como expoesía, pues además de la lectura, se pueden disfrutar las obras plásticas que acompañan a los textos. Entre sus trabajos se encuentran títulos como Tierra minada, Mientras crecen los árboles, Muerte en la victoria. Tres novelas cortas y Tacones en el jardín.
“Hago a mano los libros. Son encuadernación que hago. Es cartón reciclado. Tapo las marcas. Escribo desde niña. Mi primer libro de poemas lo hice a los 19 años, en un taller, pero como me negaron la publicación, por problemas de censura, porque tiene varios poemas eróticos. No quise quitar el poema y me desanimé mucho”, narra.
Hace una década, cuando contaba con 49 años de edad, decidió crear su propio libro, empezando con el poemario. Dice que en un principio no lo hacía para vender la publicación, sino como algo personal, algo para “consumo interno”.
Sin embargo, le sorprendió la aceptación que tuvo su edición casera, por lo que decidió retomar la literatura.
La autora se planteó encuadernar sus libros tras tomar un taller con el recién fallecido maestro Manuel Cruz, quien les platicó la historia de los cartoneros de Argentina. “Nos platicó tanto que me gustó la idea. Él ya no nos volvió a dar el taller, pero de ahí me quedó la idea”.
En Argentina surgió la idea de que los autores encuadernaran sus libros, pues ellos daban forma a sus obras de una manera económica y accesible para los bolsillos de los lectores.
Anna ofrece sus publicaciones de manera física en el mercadito Bienestar, que se instala en la delegación estatal de la dependencia en Querétaro, aunque reconoce que vende poco, pero le sirve para tener contacto físico con la gente. La mayoría de su obra la vende a través de redes sociales, una forma práctica y sencilla de llegar a más potenciales lectores.
También ofrece sus libros en una librería en Juriquilla, donde parte de las ventas es para apoyar a una escuela para niños y jóvenes con necesidades especiales, a donde lleva a su hijo.
Anna Georgina explica que lleva nueve libros de su autoría, además de una compilación de tres novelas. Todas las ediciones hechas de manera artesanal.
Explica que la manufactura la hace de 10 en 10 ejemplares, por lo que no tiene el dato de cuánto tiempo se tarda en la elaboración de cada uno
“De este hice 13. Imprimí los 13, luego los cocí, encuaderné y luego los pinto. Es un promedio, más o menos de dos horas por libro. Eso es hacerlo, pero escribirlo es otra cosa”, apunta.
Muestra una compilación de poemas de 1995 a 2020 que lleva como título Conjuros para seguir. Afirma que juntó sus trabajos de 25 años para hacer esta obra. En el inter, señala, seguía escribiendo otras cosas.
La escritora no se queda sólo en el papel, también incursionó en las nuevas tecnologías y abrió un blog que, presume, tiene 60 mil visitas. En este espacio escribe crónicas de viajes, de política, poesía. También publica ahí los comentarios de los presentadores de sus libros.
Anna Georgina indica que es politóloga de profesión, aunque no ejerce desde hace unos años. Fue asesora política en el municipio de Querétaro por un tiempo. En su obra novelada, subraya, está plasmada su experiencia en esos ámbitos, pues son novelas políticas y policiacas.
Todas sus novelas, sostiene, están ambientadas en Sonora, su tierra natal. Una de sus obras, explica, habla de las minas de Nacozari, lo que requirió de mucha investigación.
“Toda mi escritura ha sido aquí, en Querétaro, no en mi tierra. Allá, en mi tierra, lo único fue la censura”, asevera.
Además, añade, fue ayudante de investigación en la Universidad Autónoma de Querétaro.
Junto a ella está su hijo, Emiliano Rangel, de 22 años de edad. Junto con los libros, en su puesto exhibe dos alcancías, también artesanales, hechas por el joven, mismos que están a la venta.
La escritora expresa que trabaja en otra novela, basada en parte de sus vivencias personales. “Lo que durante muchos años no me había decidido a escribir. Tenía ‘calambres’ de escritor. Mi última novela es de 2017. Estoy muy contenta porque ya empecé otra vez.
Que uno empieza a hacer bosquejos, como cuando se pinta, estoy haciendo bosquejos, pero con el mismo tema”.
Y no deja de lado su otra actividad artística: La pintura. Los diseños de las pastas de sus libros y algunas ilustraciones interiores son manufactura de ella. Además elabora agendas con diseños propios y con materiales reciclados. Es parte de ser una artista integral.